Capítlo 1: Kilian Lobosom

1727 Words
ALORA Alora despertó una hora tarde, había pospuesto demasiadas veces su alarma por lo que no se dio cuenta que se había retrasado ya una hora, si no salía corriendo en ese instante de su departamento llegaría tarde a su cita. Se quitó la pijama al mismo tiempo que mordía una rebanada de pan tieso que había dejado en la noche sobre su buró, ya que se quedó dormida por el cansancio inmenso que sentía. Con torpeza tomó un suéter oversize en color beige de su closet y una falda en corte A color n***o, lo combinó con unas botas combat negras. Tomó su bolsa de mano y salió de su departamento a prisa mientras se alisaba con las manos su cabello castaño claro que luchaba contra el frizz latente, perdiendo la batalla. Caminó a paso acelerado calle abajo mientras buscaba dentro de su desordenada bolsa roja, sus lentes, que eran esenciales para ver los dispositivos electrónicos y que sus ojos color miel no sufrieran tanto con la luz, además de que sin ellos no veía nada. Cuando finalmente los encontró, se dio cuenta de que no llevaba la carpeta con los documentos indispensables, “mierda” pensó echando a correr de nuevo a su departamento. Veinte minutos después se encontraba falta de aire entrando finalmente al subterráneo, que la acercaría a su destino. Después de otra larga espera de veinte minutos, salió corriendo del vagón esquivando a la marea de gente que venía en dirección contraria a ella, aunque para su desfortuna no pudo hacer mucho pues la gente la empujó en contra de su voluntad de nuevo al subterráneo — ¡Nooo, quiero salir, llegaré tarde! —gritaba mientras ponía cara de sufrimiento, al tumulto de gente indiferente a las palabras de la chica, que la llevarían cinco estaciones adelante en contra su voluntad— ¡sáquenme de aquíiiii!— gritó con dramatismo, perdiéndose su voz con la velocidad del vagón que echó a andar. Para cuando finalmente se encontraba saliendo en la estación correcta, corrió hacia la avenida doblando a su lado izquierdo, dejando sus pulmones en el aire debido al esfuerzo que estaba haciendo, faltaban diez minutos para su cita y no podía permitirse llegar tarde. El semáforo peatonal estaba en rojo, traía su carpeta con papeles desordenados en mano, estaba falta de aire y movía las piernas con inquietud, por el nerviosismo de llegar tarde, pensaba que nada podría retrasarla más, solo debía correr a todo pulmón para llegar justo a tiempo, después de todo llegar justo a tiempo seguía significando puntualidad ¿o no? Para cuando el semáforo peatonal se puso finalmente en verde, la chica decidió correr desprevenida, sin saber que esos pasos descuidados y precipitados le estarían por cambiar la vida. Killian Killian Lobosom, mejor conocido en el mundo de los negocios como el joven billonario, príncipe de las hamburguesas, bienes raíces, entre otros negocios que ha fundado gracias a la habilidad brillante que el joven empresario posee, ha logrado construir, por su inteligencia y fría calculabilidad, un imperio de billones de dólares, posicionándolo en la mira de los solteros más codiciados del mundo por su fortuna, poder y buen ver. El joven salió temprano de su oficina desesperado porque la asistente número cuatrocientos noventa y nueve que había contratado renunció, por lo que decidió ir él mismo por su café de las mañanas, ya que consideraba a su personal bastante inepto para ir por su bebida con las especificaciones que él pedía. Suspiró al salir de la cafetería, por el olor agradable que percibía, el olor a café desde que cruzó al mundo de los humanos era algo que lo relajaba y mitigaba sus ganas de matar a todo mundo ¿cómo los humanos podían tener un gusto tan exquisito para tener café en todo el mundo? sin duda era un acierto enorme a los ojos del joven licántropo. Caminaba tranquilamente por la avenida de regreso a su oficina, el café le gustaba hirviendo y sin azúcar, era afortunado de resistir el fuego en su boca y no quemarse con una simple bebida, aunque para él era divertido ver cómo la gente se quejaba cuando se quemaba la boca “menudos debiluchos” pensó para sus adentros. Dio un sorbo enorme a su café cuando el semáforo peatonal se puso en verde para apreciar el sabor abrasador, caminó tranquilo con los ojos cerrados mientras daba pequeños tragos a su bebida, pues no quería que se acabara pronto, caminaba descuidado mientras recordaba con gracia las veces que había visto cómo la gente se hacía daño con el manjar de bebida que tenía en la mano, recordando las caras de sufrimiento “Jajaja idiotas” pensaba, mientras se imaginaba como se sobaban la lengua con lágrimas asomándoles en lo ojos. Sus pensamientos fueron apagados cuando una fuerza que no sintió venir por estar distraído, chocó contra su cuerpo al mismo tiempo que se derramaba su café hirviendo en su pecho y entrepiernas, al sentir la parte más delicada en medio de sus pantalones hervir al tacto de la bebida, no articuló nada más que un grito en forma de aullido, por el ardor que estaba sintiendo su amigo incondicional, tragándose sus pensamientos burlones. — !Ahhhh! ¡Pero qué torpe fui! disculpe señor déjeme ayudarlo —decía una voz femenina que lo hizo regresar al presente. La primera impresión que tuvo el joven acerca de la chica que acaba de propiciar el accidente, al juzgarla por su apariencia, era que se trataba de esas chicas desaliñadas que tanto odiaba, encima de su apariencia desaliñada, era torpe, definitivamente la tendría de cena ese mismo día, por lo que había hecho. La joven comenzó a limpiar el pecho de Killian con una de las manga de su suéter de forma brusca y desesperada, sin importarle que sus papeles estuvieran regados en el suelo, sus lentes estaban retorcidos en su rostro, debido al choque que tuvo con el joven. Killian al ver que su traje de diseñador estaba completamente arruinado por las manchas del café no pudo más que lamentarse, pues lo había comprado exclusivamente para combinar con su vaso de café y se viera como un hombre rico super importante, aunque a la joven no parecía importarle. — !Oh mi traje! lo compré en París la semana pasada —decía Killian llevándose una mano a la frente en forma de lamento. La muchacha aumentó la manera frenética en cómo trataba de quitar el café de la ropa del joven. — En verdad disculpe, le pagaré la tintorería —decía la chica apenada “otro gasto más ¿por qué yo?” lloraba para sus adentros, mientras tallaba la mancha de café tratando de hacer que desapareciera, como si eso la librara de tener que pagar al tintorería. — ¿Ummmh? ¿puedo saber que haces? —decía Killian apenado al no saber cómo decirle a la chica lo que estaba haciendo. — Trato de ayudarle a quitarle el café de su carísima ropa, disculpe señor —talló aún con más frenesí— la tintorería es muy cara en estos días, para una joven como yo. La chica comenzó a escuchar cuchicheos de la multitud alrededor, seguro se estaban burlando de su torpeza y su mala suerte por toparse con un hombre vanidoso y su traje carísimo de París al haberle tirado su café encima, cosas que solo le pasaban a ella, por estar en constante distracción. Killian se puso rojo como un tomate al ver que la joven no se daba cuenta de lo que realmente estaba pasando, pues le estaba limpiando frenéticamente entre sus piernas, y lejos de verse cómo limpiaba el café de su pantalón, daba la apariencia de que estuviera acariciando la parte más vergonzosa e íntima de un ser humano en medio de la calle, como dos exhibicionistas pornográficos sin pudor de lo que estaban haciendo ante el cuchicheo y miradas de láser de las personas que pasaban a su alrededor. — Creo que ahí podría limpiarme por mi mismo, digo no me importaría pero estamos en medio de la calle —dijo el joven apenado. La chica abrió los ojos como platos por la sorpresa que se llevó al ver que se encontraba hincada en medio de la calle, con un tumulto lleno de gente pasando como mirones, mientras ella tallaba con fuerza la parte del pantalón que se encontraba entre las piernas del joven extraño, con la simple intención de quitar la mancha del café que le había tirado encima. — ¡Ahhh! les juro que no soy una pervertida, lo siento, lo siento —gritó a todos los que pasaban al mismo tiempo que se apartaba y recogía sus papeles con prisa para desviar la mirada del joven Killian la ayudó a incorporarse al tener compasión por ella, pues vió lo ingenua y tremendamente torpe que había sido. No la dejaría escapar tan rápido sin antes decirle que su traje de diseñador se había arruinado por ella, así como su momento de café, su preciada bebida matutina había sido desperdiciada por su culpa. Sin embargo sus pensamientos de reproche fueron esfumados, al ver el perfecto rostro de la chica con sus enormes ojos color miel detrás de sus lentes redondos, con ese cabello enmarañado, que escondían una belleza natural en ese disfraz de mujer fea, intentado ocultar su atractivo de manera fallida. El olor natural de la joven se hizo presente y consciente en las fauces de su respingada nariz, un olor tan único que volvía loco sus sentidos. Un sentimiento de protección nació de manera natural en el joven billonario, quería protegerla, quedarse con ella a su lado, gastar cada segundo de su tiempo con ella, cada parte de su ser quería tenerla a su lado, reír y llorar juntos, tomarse de la mano y caminar a la orilla del mar en un atardecer, brindar por los logros y las derrotas también. Un deseo, su deseo se había convertido en ella, y su voluntad estaba sucumbiendo ante aquella extraña humana, que lo veía con una ingenuidad pura a pesar de la torpeza con la que se habían encontrado, ¿Acaso había sido ese amor a primera vista que aceleraba su corazón como un gorila enojado intentando salir de su jaula, o como cuando él se perdía en la luna llena? ¿Acaso se había imprimado?
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