Killian se quedó estático sobre su asiento. Observó a su asistente por un momento, pues nunca le había hablado con tanto seriedad en todos los años de “entrenamiento” que llevaba con él. ¿Qué le podía impactar tanto de aquella extraña del bar de la noche anterior? No lo sabía. Después de todo era el príncipe de los alfas, no había nada que lo pudiera perturbar al menos que fuera algo relacionado con la realeza de los licántropos, pero eso era imposible pues Robin no tenía conocimiento alguno de ese lugar prohibido para los humanos.
Un silencio reinó en los oídos de las dos personas en la oficina. Kill bailaba con sus dedos sobre la superficie de su escritorio. Impaciente, alzó una ceja señalando con la mirada la carpeta negra sobre su escritorio.
— Sensei ¿quiere que se lo diga yo o lo
