Killian agudizó la mirada al ver que su asistente con su ex novio. Eduardo le sostenía la mirada con una sonrisa triunfal en el rostro que se impactó como una bala en el pecho del príncipe. El licántropo pensaba en sus adentros que no podía perder la compostura y su porte elegante por un estúpido vampiro con cara de mapache. Entró metiendo las manos a los bolsillos de su carísimo traje de París. Veía de reojo como Alora platicaba alegre con Eduardo, sentía un ardor en el estómago que le llegaba al pecho cada vez que “Eduberto” se acercaba al rostro de Alora. Al parecer la muchacha no se había dado cuenta de que su jefe se encontraba merodeando el lugar, poniendo especial atención a su plática gracias a su super oído. — Qué cosas dices Alora —decía Eduardo con una falsa ingenuidad. Pa

