Lukács se sentó en la sala de estar con el cigarrillo en mano, mientras esperaba a Dánae que iba a llegar con toda su “prole” de hermanos insoportables. Ya estaba acostumbrado, pero aún así cuando llegaba esa hora de la noche donde todos se reunían en la casa, debía aguantarse las tonterías que decían de él, de su madre, porque sí, los perros domésticos no se guardaban nada, eran crueles con su hermano menor, bueno, medio-hermano, y Malika casi siempre los apoyaba, sin embargo, ahora lo observaba desde el otro lado de la sala de estar, nervios, frotándose las manos, y acomodándose el vestido a medida la hora se acercaba. Él se movió de su silla unas cuantas veces, después uno de los empleados le sirvió un poco de alcohol en una copa glasé. Miró de refilón a su madrastra, y quiso reír, porque le importaba tan poco lo que le sucediera a ella. Nunca la había visto de ese modo, siempre le arrojaba las cosas, y cuando era más pequeño lo trataba como si fuera un empleado de la casa, en vez de un hijastro, no le tenía el mínimo de respeto. Allí estaba ahora, parecía un pájaro con frío, ahora la veía tan pequeña, tan frágil, pero nunca había que confiarse en la mujer, el significado de su nombre era “reina” y así se creía en la mansión. La dueña y reina de todo.
— ¿Qué pasa Malika? ¿Por qué no te sentas y tomas una copa de alcohol conmigo, eh?
Ella desvió la mirada, y se sentó cerca de él, ajustando su silla a una distancia prudente. Luego lo observó con rencor, y agradeció al empleado que le trajo su copa.
— ¿Brindamos?
— ¿Por qué vamos a brindar?
— Por mí. —contestó él.
— ¿Y a qué se debe?
Le puso el dedo índice sobre los labios ajenos y negó con la cabeza un par de veces. — Porque me van a nombrar CEO de un departamento. —levantó su copa, y ella hizo lo mismo, no muy convencida de sus palabras, pero ambos chocaron los vasos, el champagne espumoso brotó de estos y se cayó un poco sobre el suelo que rápidamente fue limpiado.
— No creo que te nombren CEO. —acotó la mujer y se bebió el trago de inmediato.
— Shh, Malika. Si querés, propongo para que te nombren mi secretaria, ¿te gusta? Si estás tan celosa, digo… —acotó llevándose la copa a sus labios y entrecerró sus ojos en una sonrisa maliciosa.
— Algún día vas a caer, Lukács, igual que tu madre. —se levantó de la silla y se alejó de él con rapidez.
— Y vos vas a caer conmigo, Malika, al igual que tus hijos y tu noviazgo de quinceañera. —afirmó.
En ese momento se abrió la puerta, allí entraron los Kazino mayores junto a la muchacha. Malika los saludó con entusiasmo, esa mujer sí que sabía ser falsa. Los perros olieron el perfume insoportable que roció sobre la sala de estar, que prontamente se propagó por toda la casa, y le preguntaron por qué lo había hecho, ella les dijo que simplemente quería recibirlos de una buena manera.
— Puta excusa ridícula. —dijo Lukács por lo bajo y se levantó del asiento, sin embargo, Malika lo oyó y agregó: — Me ayudó Lukács. —él sonrió falsamente y asintió a las palabras ajenas.
Maxime ni siquiera lo miró, subió directamente a la habitación. Por otra parte, Dánae y Jules se acercaron a él.
— ¿Nervioso Lukács? —preguntó el ALFA mayor con cierta amabilidad. Entre los cuatro perros, Jules era el único que más o menos le caía bien, y a veces lo solía defender, pero a la manada la llevaba en la sangre.
— Un poco, ¿y vos? —le respondió con una pregunta. El otro negó ante sus palabras, y se despidió con una sonrisita forzada.
Dánae lo observó irse, y se agachó un poco para regañarlo por los golpes en el rostro, rozó suavemente este mismo y lo acarició dejándole unas palmaditas sobre las mejillas. — Subamos, tengo un trabajo arduo para hacer.
Los dos subieron las escaleras de prisa, entre risas, y palmadas en la espalda, pero Malika los interrumpió.
— ¿A dónde van?
— A mi habitación, madre, ¿por qué?
El rostro de la mujer se puso pálido, y simplemente negó con la cabeza, “por nada” se le oyó decir entre dientes. Sabía que Lukács era una amenaza para ellos, y también que sabía que existía una especie de conexión íntima entre ambos.
Dánae cerró la puerta de su habitación, y lentamente comenzó a desvestirse. Tenía ropa interior negra con diminuto encaje que cubría sus pechos, le guiñó el ojo a Lukács, y se fue acercando hacia él para sentarse sobre su regazo y comenzar a besarlo entre pequeños suspiros, besando su mandíbula, su cuello también, dejó los labios húmedos del muchacho, y él la tomó de la cintura acercándola más aún. — ¿Qué haría sin vos? —le preguntó; aunque era más bien una pregunta retórica, y besó nuevamente los labios de ella. El único momento donde sonreír no era una obligación para él, sino que salía naturalmente, viéndola a Dánae. La única loba que llamaba su atención y quería en su vida, aunque no estaban en pareja, había una especie de vínculo entre ambos que no lo podía conseguir con nadie.
— Bueno, se terminó la sesión de besos, ahora tengo que maquillarte un poco. La reunión va a ser en una hora. —miró la hora en su teléfono y se colocó una bata, después tomó los pinceles, y el corrector de orejas, también alguna base que vaya bien con el color de Lukács. Era tan blanco que no solía ser fácil hallar su tono, pero después de algunos minutos de investigación y testear, lo hizo.
Colocó suavemente el maquillaje con una brocha donde se podían ver los moretones e iba renegando por dentro. — No puede ser Lukács que sigan tratándote así. Es increíble saber que ya pasaron años, y ellos nunca se pudieron acostumbrar a vos. —respiró profundo. Él hizo un gesto de dolor, y le tomó la mano a ella para besarla con cierto cariño.
— No te preocupes, Dánae. Apenas pueda ser el CEO de un departamento en la empresa, voy a comprarme mi propia casa, y alejarme de acá, aunque obviamente no de vos. —le respondió pícaro y dejó que ella terminara el maquillaje.
Después se observó frente al espejo que ella sostenía en su habitación, y como quedaba más de media hora, no faltaron las caricias dulces y los besos acalorados que iban subiendo la tensión del ambiente. De repente, alguien abrió la puerta, era Malika, quien se encontró con una situación un poco romántica, se quedó helada ante ello y les avisó que ya debían irse hacia la empresa. Dánae le agradeció, y tomó de la mano al muchacho, ella no veía lo anormal de la situación como su madre. Le limpió como pudo el labial de las mejillas, del rostro en sí porque se había esparcido por todas partes, era rojo además, con leves brillos esparcidos por aquí y por allá. Se vistió a último momento, un traje n***o, impecable, también Dánae llevaba un vestido n***o que se ajustaba a la ocasión, lo ayudó a acomodar su corbata, y ambos bajaron las escaleras juntos. Los demás ya estaban en la sala de estar controlando algunas notas, llevando la cuenta de documentos y demás. Ninguno de los hermanos dijo nada, sólo intentaron sonreír al ver a ambos tan unidos, tan sospechosamente unidos. Toda la familia asistía a la reunión, Lukács intentó no mirar a los ojos a nadie, simplemente se quedó en silencio durante el viaje y repasó mentalmente lo que iba a decir en la reunión donde se juntaban los más grandes cargos para decidir sobre su futuro. Era obvio que quizás su padre y Dánae deseaban que también trabaje en la empresa familiar, pero los demás votarían en su contra, aunque se podría haber ganado un voto de parte de Malika si ésta se encontraba realmente asustada por la situación comprometedora.
Ya una vez todos en la reunión, la mesa directiva se abrió ante ellos, Lukács los saludó de manera cordial e intercambió algunas palabras con la mayoría de esas personas. Era la primera reunión importante que se hacía después de un tiempo, y simplemente porque se trataba de él, lo habían considerado una persona inteligente para el cargo y necesaria también. Se sentó al lado de su padre, quien estaba en la cabecera, y los demás se esparcieron entre diferentes lugares; arregló su saco. Miró el reloj en su mano derecha, y escuchó pacientemente las presentaciones ajenas hasta que comenzó el turno de preguntas para él.
— Lukács Kazino, ¿se considera apto para esta empresa?
— Claro que sí. He trabajado aquí desde que he cumplido mi mayoría de edad, y he ayudado a mi padre en la empresa, así que me considero apto para el puesto que me darán.
— ¿Está usted al tanto de que pasará a ser jefe de un departamento y no un empleado? Es decir, llevará más responsabilidades que los demás.
— Sí. Supongo que todos en algún momento habrán tomado esa decisión, todos en algún momento debemos llevar responsabilidades, ya sean grandes o pequeñas.
— Está bien, empiece con su exposición.
De esa manera, Lukács se levantó de su asiento y expuso con una pantalla sus planes para el primer cuatrimestre del año, de qué manera podría garantizar el éxito de la compañía. En aquel momento, alguien ingresó, era una mujer joven, quizás de su edad o un poquito más grande que él que pidió perdón y se sentó. Lukács no pudo evitar mirarla por su considerable belleza, era morena y llevaba un vestido amarillo que realmente no iba con la “seriedad” de la reunión, pero no parecía importarle mucho, por algo también habría llegado tarde. La presentaron como Iris Richards, la hija de un socio muy importante, de un magnate, ella saludó a todos y luego le pidió a él que continuara con su exposición. Su presencia había sido fuerte, mantuvo una sonrisa perfecta en todo momento que se encontró parado frente a los directivos. Luego, Lukács decidió tomar asiento nuevamente, y esperar a la votación. Entre medio, hubo una recepción donde podían comer lo que quisiesen, en pequeños grupos se unieron para discutir y también para despejarse un poco. Él estaba solo en un rincón tomando un poco de champagne, hasta que la chica se acercó.
— Sólo oí el final, pero aún así voy a votar por vos. —aseguró Iris y le guiñó el ojo.
— Muchas gracias, soy Lukács. —le estrechó su mano.
— Ya sé, el hijo bastardo, ¿no? No te preocupes, yo también soy hija adoptiva.
— ¿Quién te dijo que soy el hijo bastardo?
— Es obvio, ¿no? No te parecés a ninguno de ellos, salvo a tu padre, los demás parece que ni siquiera te quieren. —ella le aseguró y apuntó a los Kazino de manera disimulada.
— Según ellos, no merezco este puesto. —le contó Lukács con una clara decepción en el rostro.
— Según nadie, Lukács. Para nadie merecemos puestos los que somos excluidos o no formamos parte de su miseria. Las ovejas negras no podemos merecer puestos porque somos los villanos de las historias.
Se despidió de él apenas la recepción terminó, y le dedicó una mirada compasiva. Todos nuevamente se sentaron en sus lugares. Allí empezaron a votar y el por qué de su respuesta. Iris fue la primera que levantó su cartel diciendo que aprobaba la incorporación de un jefe nuevo en ese departamento.
— ¿Por qué decidió que sí, señorita Richards?
— Porque es interesante que alguien venga a cambiar los cimientos de la empresa. Creo que se necesita a una persona joven.
— Sin embargo, usted vino al final. —agregó un hombre mayor. A él nunca le cayó bien Lukács.
— Y aún así, señor, decido votar a favor de él. No ponga en duda mis palabras.
El siguiente, votó en contra y expresó su opinión rápidamente.
— No creo que un hijo… ilegítimo tenga que ser jefe del departamento.
Lukács lo miró por unos segundos y sonrió.
— ¿Ese es su problema? Usted considera que yo soy un hijo ilegítimo, lo cual no es cierto. Si usted no puede leer mi placa, yo mismo se la leo: “Lukács Kazino”, o sea, llevo el apellido de él. Ilegítimo sería, señor, por ejemplo, si yo no llevara el apellido de mi padre, o quizás si mi padre me hubiera abandonado y nunca reconocido como ha hecho usted con dos de sus hijos, ¿no es así? ¿O me equivoco?
El hombre abrió sus ojos grandes y se retiró de la sala. Sus medio-hermanos salvo Jules votaron en contra, Malika votó a su favor, su padre también, Dánae también y obtuvo algunos votos más de otras personas. Se hizo otro receso porque la reunión se volvió acalorada, y hubo muchas discusiones. Lukács sabía que todo se iba a tornar de esa manera porque el único problema que tenían era que no pertenecía a la especie de su padre, y que además de eso, era un hijo bastardo de una drogadicta, que pertenecía a la clase baja, sin embargo, se dirigió al baño porque siguió a la persona que sería quien decidiera su futuro en la empresa, este hombre era quien lo odiaba de manera iracunda a él, así que sabía que perdería, pero no, no iba a suceder eso. Se quitó su corbata y se colocó a un lado del viejo que se estaba lavando las manos, este intentó ignorarlo, pero decidió hablar.
— Usted decidirá mi futuro en la empresa.
— Sí, y creo que ya sabés mi respuesta. No apruebo.
Apenas le mencionó eso, Lukács lo tomó de la camisa y lo golpeó contra el espejo del lavatorio. — ¿Por qué no me va aprobar? ¿Tiene la misma excusa estúpida de todos? ¿No me cree eficiente porque no pertenezco al linaje real de la familia? —le preguntó haciendo ahínco en las preguntas. El otro hombre se encontraba asustado, intentaba desviar su mirada.
— Es que mire sus modales… —dijo en voz baja.
— ¿Mis modales? ¿Qué tienen de malo? ¿Qué tal si hablo de sus modales en la reunión? ¿Qué tal si digo que tiene fotos íntimas de su secretaria en su teléfono aunque sea menor de edad? ¿Eh? —le preguntó acercándose más su rostro al ajeno, y ladeó su cabeza. — ¿Qué pasa si digo eso?
— Considerese perdido si votará en mi contra. No sólo lo de las fotos lo sabrá la empresa, sino que también las noticias, y su esposa, y sus hijas. —contestó en voz alta, ya que el otro no decidió hablar más. Su rostro se puso rojo, y cuando Lukács se alejó de él, simplemente arregló su corbata y salió del baño sudoroso, frotándose las manos, con ojos esquivos. Lukács salió detrás, lo más tranquilo posible.
La reunión continuó y el tipo votó a favor de él. De esa manera, se convirtió en el nuevo CEO, el CEO más joven de su departamento. Ganó el villano. La oveja negra. Iris Richards desde la otra punta levantó la copa por él, y Dánae observó extraña esa interacción, ¿quién era esa mujer? ¿Por qué estaba coqueteando con Lukács en su primer día? sin embargo, también se puso feliz por su logro. Únicamente Jules lo felicitó, y su padre, los demás intentaron esquivarlo y partieron hacia la mansión apenas pudieron.