EL HOMBRE SOLITARIO.

2116 Words
—Lorenzo. —¿Si? —Tu padre quiere hablar contigo. Escucho a Alfonsina, mi asistente. Me quedo en silencio y sabe cual es la respuesta, es una mujer lista, casi como una madre, me conoce desde que empecé a involucrarme en los negocios de mi padre. —Le diré que entre —maldigo. Ella sabe que no quiero hablar con mi padre, no han sido días nada fáciles para mí, porque aparte de estar lleno de trabajo en tres días sería esa fecha del año en la que no quiero saber nada de nadie, es el día en el que permanezco más solo que nunca. La puerta se abre y mi siempre sonriente padre ingresa. —Hijo mío, que placer verte. —Padre —lo abrazo—, debo decir lo mismo, es un placer. —Lorenzo mío, no te enseñe a mentir —sonrío y lo miro, es algo de complicidad. Mi padre sabe que lo amo, pero sabe también que prefiero estar solo y hacer mi vida. —¿Cómo están? ¿Cómo está mamá? —Te extraña, se queja, se va de compras, me vuelve loco y vuelve a empezar. —Esa mujer no te puede volver más loco de lo que estás. —Gracias por tus consideraciones conmigo, hijo —se queda en silencio y me mira. Sus silencios siempre vienen acompañados de una petición y pongo mis ojos en blanco—. Sabes que si no fuese necesario, no vendría a pedirlo. —¿Qué cosa? —pregunto resignado, porque nada lo va a detener. —Este sábado es el matrimonio de la hija de los Ferrara y... —No, no tengo porque ir, es un compromiso para ustedes. Tenemos un acuerdo. —Hijo, escúchame por favor —me pongo de pie frustrado. —Padre, yo me hago cargo de los negocios y ustedes de la vida social que no quiero. Ese fue nuestro acuerdo hace tres años, así que no entiendo porque vienes a pedirme algo a lo que sabes que voy a decir que no. —Porque este fin de semana tu madre y yo iremos a Grecia, necesitamos un tiempo a solas. —¿Un tiempo a solas? ¡Papá, se la pasan todo el día juntos! ¿Qué clase de broma es esta? —ya estoy empezando a molestarme. —Cuando te cases y tengas una familia, lo entenderás. La puerta de la oficina se abre y aunque pensé que la conversación con mi padre podía mejorar me doy cuenta que con la llegada de mi tío costroso, esto será un espiral que llevará todo a la m****a. —Solo faltabas tu, en esta interesante reunión, tío Guido. ¿Qué sucede? —Nada, solo vine a saludar a mi hermano ¿No puedo? —Si, pero los tres sabemos que no estás aquí por eso. —Es verdad —se ríe, porque es un viejo mañoso y no da puntada sin dedal—, solo estoy aquí para ver tu cara. —¿Mi cara? —Si, tu cara. ¿Fabrizio, no les has contado? Veo a mi padre limpiarse la frente con el pañuelo y removerse incomodo sobre la silla. —Si, tengo que ir a una boda el fin de semana, porque ahora resulta que mis padres no tienen suficiente tiempos solos. —Eres un hipócrita Fabrizio —mi tío se ríe y parece un niño pequeño. —Guido eres tan tonto. —¿Qué no me están diciendo? —Tus padres te van a enviar a esa boda como carne de cañón, Lorenzo. —Guido, cállate —la amenaza de mi padre, solo hace que mi tío se ría más y más. —Sobrino, sobrino —se pone de pie y ajusta su traje—. Si no te casas y tienes un heredero, serás reemplazado. Los tres nos quedamos en silencio, yo sigo esperando que ambos estallen en risas y estoy seguro que ambos esperan que yo explote. Sus caras serias y su expresión solo confirman lo que mi tío acaba de decir. —Yo voy a... me voy. —¿A dónde vas, sobrino? ¿No me escuchaste? —Fuerte y claro, pero me voy. Salgo de esa oficina, camino hasta el ascensor, siento que el aire comienza a faltarme y la corbata me ahorca, la aflojo y me la quito, abro los primeros botones de mi camisa y me doy cuenta que el ascensor baja. —¡No! — les digo a un par de empleados que iban a subirse conmigo, ni siquiera me di cuenta que había subido al ascensor publico y de uso común. Cuando llego a la puerta principal de la empresa, esa que pocas veces uso porque siempre llego en auto, miro en ambas direcciones y no se hacía donde caminar, sin embargo mis pies no se pueden quedar quietos y me arrastran a no se donde, camino entre la gente, me siento tan normal que me incomoda y busco calles más solitarias, continuo caminando y entonces me doy cuenta del lugar al que he llegado. Esa iglesia, tan grande, tan hermosa y tan artística, la arquitectura es simplemente exquisita. Entro y me siento en una banca, algo de paz llega a mi cuerpo y cierro los ojos, la veo, es ella, es mi amada Marena, la siento cerca de mi, imagino que la estoy acariciando, imagino que la estoy besando y que la tengo entre mis brazos. Pero una voz me saca de allí. —Hijo, no pensé volver a verte aquí. —Padre —lo miro y busco algo más en que fijar mis ojos. —¿Cómo estás? —Bien. —Mentiroso. —Gracias —me pongo de pie para irme. —Han pasado 4 años, Lorenzo. No es justo que te sigas haciendo esto. —La asesine, no me estoy haciendo nada. En realidad no he pagado ni un solo día desde que se murió. —No la asesinaste, ella tomo una decisión —me detengo y giro para verlo. —Una que pude detener y no lo hice, no lo vi, no creí que... —Inclusive las mejores y más buenas personas, guardan secretos y ella tenía uno muy grande, uno que consume desde adentro y que solo vez cuando ya ha calcinado tu alma. Debes seguir con tu vida, aunque no quieras y aunque no veas una salida. —¿Cómo sigo con mi vida, cuando yo acabe con la de ella? —Cuando entiendas que no fuiste tu el que la mato. Aférrate a tu familia y encontraras la salida. Miro a mi alrededor y un dolor que me quita el aliento se instala en mi pecho, la iglesia la recuerdo llena de flores blancas y personas elegantes vestidas de n***o, todos entrando y dando el pésame a los padres de Marena y a mi. Y sin embargo todo parece irreal, porque cada noche llego a casa con la esperanza de que serán sus brazos los que me reciban. —¿Mi padre se fue? —No, sigue en la oficina con tu tío —Alfonsina responde sonriendo. Esta mujer es más mala que esos dos viejos juntos. Entro y están cada uno con un vaso de Whisky en su mano. —Voy a cobrarles eso. —No lo harás. —No lo hare. ¿Qué quieren de mi? —Que vayas al matrimonio de la hija de los Ferrara, es todo. Será un lugar perfecto para conocer mujeres, tal vez un buen prospecto, una relación corta pero significativa, casarte y tener un hijo. Sólo eso necesitas sobrino, un hijo. —¿Por qué tu no tienes los tuyos? —pregunto inquisidoramente y entonces me da esa sonrisa que él le da a las mujeres que quiere llevarse a la cama. Porque mi tío es el don Juan más apetecido de está ciudad—. No me sonrías así que entre las piernas tengo lo mismo que tu. —Lo siento, creí que mis encantos ayudarían. Y lo que sucede mi amado Lorenzo es que algunos hombres no nacemos para tener familia. —¿Y yo si? —Si, tu si. Aunque te niegues a verlo —contesta mi padre, interviniendo entre mi tío y yo—. Es solo una boda, haces acto de presencia y te vas. Faltaban dos días para la boda de la chica, no sabía exactamente como sonreiría a todos y como actuaría con normalidad, por esa razón no asistía a ningún evento publico. —De acuerdo, allí estaré. Pero no prometo nada. Los vi irse más contentos de lo que llegaron y salir con las manos llenas de lo que querían. Espere pacientemente el día de la boda, me aliste y partí de casa con la intención de hacer presencia y huir del lugar. Cuando ingrese pude sentir las miradas de todos sobre mi y maldije, porque no quería acaparar la atención de los novios, pero era obvio que se iban a conmocionar, el soltero que mato a su novia reaparece en una boda. Más amarillista imposible. A mi lado una pelirroja de piel morena me sonríe y le respondo, es jodidamente sensual, sus senos sobresalen de su escote sin ser vulgar y la abertura de su vestido deja ver unas piernas delicadas y sedosas. —Hola —me dice. —Buen día. Me mantengo tan serio como puedo y evito no sentir d***o, pero es imposible, la chica es seductoramente placentera. Luego de una hora de espera, todos se empiezan a poner de pie, quince minutos más y la anfitriona nos anuncia que la boda esta retrasada. Tengo un mal presentimiento y sólo quiero irme, me pongo de pie y la pelirroja toma mi mano. —¿A donde vas? —A buscar algo de beber. —Te acompaño. Afirmo con mi cabeza y entonces caminamos a una zona un poco más alejada del gentío que empieza a moverse y a buscar algo que beber o comer antes de que empiece la boda. Pero la chica me jala dentro de una baño, allí me besa y pega su cuerpo a mi entre pierna, no puedo evitar mostrarle que me gusta y sigo su beso. La volteo y levanto su vestido, pongo el c****n sobre mi miem.bro y la penetro, me muevo rápido, deslizo una de mis manos a su clítoris y muerdo su cuello. Descubro sus senos y los acaricio, estoy completamente entregado a correrme dentro de ella y subo sus manos sobre su cabeza, le quito el control, paso de sus senos a su clítoris y muerdos sus labios. La siento tensarse y luego de que llega a su orgasmo, me tomo un poco más de tiempo, me gusta que suplique para que me detenga, pero no lo hago porque falto yo. —Voy a correrme de nuevo, j***r —dice en un gemido. Cuando consigo mi orgasmo, la pobre chica está casi sin fuerzas, la ayudo a acomodarse y le veo buscar mis labios nuevamente —¿Qué haces? —Un beso, podemos regresar como pareja a la boda. —No, estoy solo, vengo solo y me voy solo. Me hace mala cara mientras me repongo un poco. Salgo del baño y la dejo sola. Afuera me doy cuenta que todo es un alboroto, las personas se están marchando y los organizadores los ayudan a salir. —¿Qué sucede? —le pregunto enseguida a una chica que esta vestida de n***o. —El novio cancelo la boda. Mi asombro es grande y me quedo algo desconcertado, creía que la familia Ferrara se mezclaba con personas honorables. —Merecido se lo tiene la p***a de Alessandra —escucho a mis espaldas y volteo para ver, es la pelirroja que me acabo de coger en el baño. —Nadie merece algo así. —La p***a de Alessandra si, si la conocieras sabrías a que me refiero. La miro despectivamente y me retiro a mi auto, espero y espero, para mi mala suerte es uno de los últimos, me subo como siempre junto a mi conductor. —¿A dónde vamos señor? Estoy por responder, pero la puerta se abre, una chica se sube, esta llorando y le da ordenes a mi chofer, me río. Pero entonces me doy cuenta de su atuendo. Es la novia. Una pelinegra hermosa, sus ojos tristes me confunden, pero me doy cuenta de su valentía, salir sin importarle que la fotografíen. —Arranca. Y sólo pienso en ayudarla, extrañamente se instala en mi cabeza esa necesidad de ayudarla a permanecer a salvo, porque se que la prensa va a acabar con su reputación y la de su familia. Aunque la culpa sea de un don nadie.
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