—¿Tuya? —Pregunto por lo bajo, mientras su nariz se frota en mi maraña despeinada, hecha un auténtico lío. —¡Yo no soy tuya, Niko! —Bromeo cuándo de una manera osada pellizco su muslo desnudo. —Si vamos al caso, princesa, me quedé con tu inocencia. —Murmura adoptando un suave matiz varonil, —Eso te hace muy mía. Chasqueo la lengua divertida a causa del comentario territorial. Nunca me gustó el suponer que una persona pudiese sentirse como propiedad de alguien. Siempre me pareció un pensamiento totalmente machista; no obstante, escucharlo de boca de Nicolas, me lleva a replantear el razonamiento y concluir que con él, esas palabras me causan fascinación. —Aunque quiero contradecirte, llamarte soberbio y engreído, no puedo más que confesarte, que me gusta. —Susurro removiéndome contra

