DAVID  Llevo mirándola fijamente, contados diez minutos, aguardando oír de una vez por todas, una explicación que no sea balbuceada. Jugueteo con el borde de la taza mientras la analizo detalladamente. Escudriño las venas azuladas de sus manos saltar embravecidas a medida que estruja los delicadísimos dedos de porcelana., la forma en que su garganta pasa saliva con dificultad., o las repetitivas ocasiones que humedece su labio inferior. —¿Y bien bebé? —Pregunto disfrutando del momento. Un instante retorcido, porque adoro llamarla así. Aunque el mote me repugne, o parezca libidinoso, toda ella da la sensación de una niña., una bondadosa y pulcra bebé que sin vérselo venir, será corrompida. Me lo propongo para obtener el fin deseado: sacar a relucir la mujer espectacular que Charlotte

