Cierro los ojos milésimas de segundos repitiéndome casi a velocidad de la luz el pedido que emanó de sus graves, seguras, tenues cuerdas vocales. El caballeroso Flynn Rider, sumergido al igual que el personaje ficticio en decenas de dilemas que no están a mi alcance comprender, me suplica un beso. ¡Cuánto había soñado yo un instante así, donde un chico que me gustase, enredándome entre palabras bonitas, rogara porque le besara! ¡Pues respondiéndomelo inmediatamente: desde siempre! Cada día, contados los primeros de mi adolescencia fantasee con un apuesto sujeto capaz de hacerme temblar como un terremoto. Idealicé, noche tras noche, el momento en que alguien idéntico a él, sugiriera probarme los labios. Y ahora que lo tengo delante., cerca mío, rozándome su nariz los pómulos, ante

