NIKO Miro mis puños totalmente ensangrentados y no puedo creerlo. Las manos tiemblan no sé si de nervios, rabia, o abstinencia en el máximo apogeo. Los nudillos están hinchados y efectivamente no doy crédito a lo que hice. > Me recargo contra el sofá oscuro que se encuentra en el medio de la sala y estiro las extremidades. > Y aunque se lo merecía., aunque siempre fue un placer para mí agarrarme a guantazos con los gilipollas callejeros, hoy me pasé de la raya., literalmente me fui al carajo. —¡Yo le advertí! —Repito en la penumbra del apartamento céntrico que habito. —¡Qué se joda, él se lo buscó! De un alterado brinco y levantándome del sillón me aproximo hacia el amplio ventanal de dos láminas que brinda de lleno la postal nocturna de Washington. El edificio del Norton

