—¡Uh princesa, tienes razón! —Concuerda sonriente mientras juguetea con la golosina sabor naranja, que bien impregnada su dulzura se me ha quedado en los labios. —Vamos por tus hermanitos. —Añade girando el volante hacia la izquierda, rascando el muslo enfundado en el pantalón azul marino de etiqueta como si de esa forma descargara ansiedad o adrenalina. —Gracias. —Musito saboreando aún lo que su lengua experta, cálida, invasiva dejó: un leve toque de azúcar. Más que caramelos, miel. Más que un arrebato, deseos cómo él., de subir el nivel. —¿Por qué mejor no paras de agradecerme y vienes a besarme de nuevo? —Pregunta fanfarrón, incitador a obedecerle o., ganarse una serie de cuantiosos insultos. —¡Yo no haré semejante cosa! —Refunfuño cruzándome de brazos, observando el panorama dela

