Intento mediar vocablo alguno, a lo que declara con tanta vehemencia pero no puedo. El impacto de sus palabras me dio de lleno como un golpe a knock out silenciándome de pies a cabeza. —¿No piensas decir nada, baby? —Escupe repentinamente sombrío, adoptando una postura atemorizante, y más que pregunta sonando a advertencia. —Que no lo entiendo. —Balbuceo ahora sí, terriblemente arrepentida de haberme metido en las fauces del león. —Usted oculta algo y, si pretende que firme éste contrato, deberá confesármelo. Carcajea cruzándose de brazos y niega con poderío, demostrando quién manda, quién lleva las riendas de la tertulia y aplastándome con esa apabullante presencia que impone. —¿Por qué piensas, que diré más, de lo que verdaderamente te concierne? —Tú dependes... —Te equivoc

