Abro la boca y achino la mirada. Lleno mis pulmones de oxígeno y decido callar. No responder absolutamente nada ante esas palabras que lejos de proporcionarme tranquilidad, aumentan mi contrariedad. Una vez que creo estar un paso adelante, él se aparece todo sonriente, avasallante y lanzando mensajes que ni de asomo suenan a felicitaciones por no haber metido la pata sino lo contrario; aparentan frases especialmente recitadas para condecorar lo que hice mal. No sé porqué, pero la leve sospecha de que sabe la verdad, empieza a martillarme la mente y, no es ese hecho el que me desconcierta; lo que llama mi atención, es la mueca de triunfo que surca sus facciones definidas, implicando que... ¿Me pone a prueba, o realmente se esperaba ésto? ¿Acaso tenía prevista mi falla en el contrato

