Su aliento cálido, mezclado con toques de golosinas sabor naranja humedeciéndome la piel, me quema. La nula distancia que separa ambos cuerpos, (el mío agazapado en el asiento., el suyo acechándome tremendamente experiente., sensual, y sobre todo, capaz de ponerme a merced del instinto) me cega, y no puedo pensar. No consigo hilvanar ideas que permitan lejanía, límites, sentido común. Porque literalmente es terrible lo que estoy haciendo., es caos, y romper las reglas. ¡Pocas horas llevo como una exclusiva prostituta de azúcar, o dama de compañía y ya ando cayendo en las redes masculinas de otro hombre, cuándo indudablemente no debe ocurrir algo semejante! —Por favor. —Susurra entre dientes. Entre blancos colmillos que me rasguñan la tez a la altura del hombro desnudo, sujeto tan solo po

