—¡Ámbar! —llamo al verla alejarse—. ¡Ámbar! —voltea y me observa con odio. Quiero correr, alcanzarla, decirle que nos fuimos de lengua y que aunque pienso que es muy caprichosa; es mi amiga y una parte importante de mi día a día. Que no puedo estar peleada con ella. Que enemistarme con Ámbar es reñir conmigo misma; porque por muy contradictorio que parezca, es la voz de mi conciencia. La mayor parte de las veces lo es; esas dónde el veneno nato no le juega una mala pasada y acaba lastimándome, provocándome y promoviendo cizaña entre las dos. —Vas a quedarte muy sola al final, Charlotte —promete alzando el dedo índice en mi dirección—. Pero te lo traes merecido. Por débil; por dártela de mártir; por no tener la valentía de sostener tus propias palabras. Coloco las manos en mis r

