Capítulo 5

940 Words
Lissandro Rinaldi Millán, cuidad de Italia. Voy camino a la oficina, para hoy tengo la agenda un tanto ajetreada, tengo dos reuniones, más la visita a los talleres para supervisar la producción que se ha estado llevando a cabo, y con la producción nueva, «¡Dios!» no puedo hacer nada al respecto hasta el lunes, «¿Quién me manda a estar rodeado de incompetentes?» Mi padre siempre decía "Si quieres que algo salga bien supervísalo tú mismo" «¡Vaya, que tiene razón!» Mientras Massimo maneja voy revisando en mi portátil los documentos de las reuniones de hoy. Al estar tan concentrado, no me había percatado que el automóvil se había detenido y la voz de Massimo es quien me saca de mis pensamientos. —Señor, hemos llegado a la empresa. —Me indica mirando por el retrovisor. Me bajo del coche y al entrar a la empresa observo una nueva recepcionista que no había visto antes, lo cual, me da los buenos días y yo solo asiento con la cabeza para continuar con mi camino hacia la oficina. «Más tarde averiguaré quién es. Se ve atractiva y aparentemente bien portada como me gustan» Pensé. Al subir y detenerse el ascensor visualizo a Carmina ponerse de pie para dirigirse hacia mí. —¡Muy buenos días, señor Rinaldi! La sala de juntas está lista. —Dice caminando junto a mí. —La primera reunión es con unos inversionistas que vienen desde USA, le envié toda la información a su correo de esta empresa y de la propuesta que nos ofrecieron hace dos semanas. —Termina diciendo mientras abre la puerta de mi oficina. —Sí, los estuve revidando de camino para acá. Me parece una buena propuesta, pero vamos a ver como fluye la reunión de hoy. —Digo tomando asiento. —Señor, también llamaron los franceses, quienes quieren reunirse con usted antes de concretar la compra de las telas, ¿Qué desea que les diga? —Y me observa esperando respuesta. —Verifica la agenda y haz un espacio. —Digo pasando mis dedos en mi cien en señal de estrés. —¿Ya terminaste, Carmina? —Sí, señor. Y le recuerdo, la reunión empieza en cinco minutos. —Mientas observa su reloj de mano. —Está bien. Avísame cuando todos estén dentro. —Coloco mis manos en la mesa y fijo mi mirada en ella. —Carmina, ¿Qué ha sucedido con la maquinaria que venía de Japón? —Levanto una ceja. —¡Ah...! Pues... —Suspira profundo para soltar un poco los nervios —Ayer mismo antes de irme a casa envié un correo a las oficinas y me respondieron esta mañana, la firma que falta estará lista para esta tarde, me enviaran una copia por correo y un documento en físico con el avión de la empresa. —Espero así sea o rodarán muchas cabezas por aquí. —Digo levantándome de la silla para irme a la sala de juntas, pero antes me doy la vuelta acercándome nuevamente hacía ella y le digo de manera gentil con voz suave. —¡Mmm! ¡Qué rico! Me agrada tu nueva fragancia. Me parece que es un Moschino Bouquet rosado. —La observo que asiente un poco nerviosa y me descuelgo de su cuello. Le lanzo un guiño y me incorporo dirigiéndome hacia la sala de juntas. Las tres primeras horas de la mañana me las pasé en la reunión con los americanos. Fue algo extensa, pero ambas partes quedamos en buenos términos, está claro que todos saldremos ganando. Después de eso me dirijo a los talleres a verificar que todo esté bien. Al parecer este año habrá una buena producción y eso me tiene satisfecho. Todos me observan de reojos. En esta empresa se dicen muchas cosas de mí, “Que soy un controlador, un grosero. Que siempre estoy de mal humor, no sonrió y demás”, y me vale. En esta empresa vengo a supervisar que todo se cumpla al pie de la letra, como yo ordene. Luego suena mi celular, al mirar la pantalla, veo que es mi mejor amigo Dante. —¿Cómo está el terrible Lissandro Rinaldi? —Lo escuchó decir a carcajadas. —En lo de siempre, implantando el terror como buen dictador. —Ambos reímos —¿A qué debo el honor de tu llamada? —Tengo varios días sin saber de ti, no te he visto en las fiestas, ni siquiera te veo en el club de golf, ¿Alguna falda te está dominado y no te dejan salir? —Dice burlándose. —No seas pendejo, a mí las mujeres no me dominan, por eso me gustan sumisas que hagan todo lo que digo, aún no nace la mujer que me domine. —Digo seriamente. —Y sí, he estado retirado de todo, hay varios problemas en la empresa, además en las noches estoy un poco ocupado con una que otras chicas…—Respondo imponente. —, pero podemos almorzar dentro de una hora. ¿Qué te parece? —Propongo mirando mi reloj. —Si es una cita, señor Rinaldi, yo encantado. —Bufa. — ¿En el lugar de siempre? —Sí, ahí nos vemos. —Cuelga. Hora después me encuentro almorzando con Dante, estuvimos hablando de todo un poco, principalmente de mujeres, de fiestas, negocios y planes a futuro. El tiempo voló tan rápido que, por poco llego tarde a la segunda reunión que tenía pautada. Prácticamente en reuniones y mujeres se me pasa todo el tiempo. Llego a casa agotado y me dispongo a descansar, hoy no tengo planes de acostarme con nadie.
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