LISSANDRO RINALDI Me coloco un chándal, unas sandalias y un t-shirt, luego salgo de la habitación en dirección al estudio. Abro mi portátil y me pongo a trabajar para adelantar los pendientes, tengo montones de documentos por revisar y firmar, el trabajo nunca merma, pero esa es una de las señale que un negocio es exitoso. Media hora después, siento que tocan y luego abren la puerta del estudio haciendo que desentierre mi cabeza de la pantalla, levanto disimuladamente la vista con una ceja arqueada para ver quién es y visualizo entrar cautelosamente a la mujer del servicio. —¡Señor Rinaldi! Aquí está su café. —Dice posando la taza en el escritorio. —¡Gracias! Puedes retirarte. —Digo, dándole un sorbo a la taza de café. —Como guste, señor. —Dice, pero antes de marcharse agrega. —¿Qué d