Capitulo 2

1594 Words
—Señor, ¿podría levantar las manos, por favor, para que pueda asegurarme de que no haya otras marcas? —dijo la agente Sherri, aún con una sonrisa burlona. —¡Ay, por favor! —exclamé. Ella me interrumpió con un gesto de la mano—. Señor, solo estoy haciendo mi trabajo. Esto es por su seguridad, ¿sabe? —Jess casi se atragantó de la risa. Suspiré y levanté las manos, exponiendo mi pene a las tres personas que estaban en la habitación y a nuestro nuevo vecino del otro lado del pasillo. La agente Sherri pareció inspeccionar cada centímetro de mi cuerpo mientras yo mantenía las manos en alto. Volvió a rodearme hasta llegar a mi trasero y tiró ligeramente de las correas que colgaban allí, provocando que gimiera. Me pasó la mano por la nalga (la que no tenía marca) y la apretó suavemente. No sé cómo eso podía considerarse "buscar marcas", pero lo dejé pasar. Volviendo a ponerme de frente, se agachó frente a mí para examinar mi m*****o erecto. Lo observó como si fuera una preciosa gema antes de declarar: —No, aquí no hay nada que reportar. La miré con el ceño fruncido de nuevo. —Bueno, Ken —dijo finalmente poniéndose de pie—, supongo que eso es todo. Obviamente, solo una pareja normal divirtiéndose un poco. —Mientras hablaba, daba una palmadita en la viga que había en el centro de la sala—. Por cierto, está muy bien hecha. —Ehm, gracias, señora —dije, cubriendo de nuevo mi parte. Pasó el dedo por uno de los agujeros de la empuñadura. Yo había forrado cada agujero con fieltro. Aunque quizás hubiera sacrificado algo de autenticidad, sentí que mi comodidad lo valía. Ella jugaba distraídamente con el cerrojo y parecía estar imaginando algo relacionado con la culata. Ken la sacó de su ensoñación. —Vale, Sherri, vámonos entonces. Jess le tendió la mano a Sherri. —Muchas gracias por estar pendientes de todo, oficiales. Entiendo que nunca se puede ser demasiado precavido. Le dio la mano a Sherri, luego a Ken. Sherri intentó estrecharme la mano y, por reflejo, se la extendí antes de darme cuenta de que tenía una mancha húmeda de líquido preseminal en la palma, de cuando intentaba cubrirme. La miré, al igual que Sherri, quien retiró la mano rápidamente. —Quizás en otra ocasión —dijo. Ken nos señaló a ambos con un dedo, asomando por debajo de su sombrero. Dicho esto, se marcharon. Mientras caminaban por el pasillo, oí a Ken decir por su radio: —Sector 3 a la base. Lo de siempre para esta dirección. 10-9. Jess centró su atención en la vecina que estaba escuchando a escondidas. Emma jadeó y cerró la puerta de golpe. A pesar de esta maniobra sigilosa, Jess la vio. Es decir, la puerta de la chica estaba a menos de un metro. Jess extendió la mano y llamó a la puerta. Esperó un instante y estaba a punto de volver a llamar cuando la puerta se entreabrió y el ojo asomó de nuevo. Jess le sonrió con ternura. —¡Hola! Soy tu nueva vecina, Jess, y este es mi esposo, Aaron —dijo, señalándome. La chica, con timidez, abrió un poco más la puerta y bajó la mirada. —Hola, eh, soy Emma. Mira, ¡lo siento muchísimo por haber llamado a la policía! No tenía ni idea… Jess la interrumpió. —Mira, no te preocupes. Esto pasa mucho. —Hizo hincapié en "mucho". —Por favor —continuó—, ¿por qué no vienes para que podamos hablar? Los ojos de Emma se posaron fugazmente en mi cuerpo desnudo durante apenas un milisegundo antes de dirigirse a la bolsa de la sala y volver a Jess. —No, de verdad que no creo que... quiero decir, veo que están ocupados con... —tartamudeaba. Probablemente con razón. —De verdad, insisto —dijo Jess con ese tono que usaba conmigo cuando no me pedía nada. Funcionó, porque Emma salió de su apartamento al pasillo y cerró la puerta tras de sí. **Capítulo 2** Emma llevaba gafas redondas y una blusa azul holgada con pantalones negros largos. El lunar de su mejilla izquierda era perfectamente circular. Era bastante rellenita; bueno, quizá más que rellenita, pero no creo en usar la palabra con "F". No "joder", claro; esa la uso mucho. Me refería a la otra palabra con "F", la que se suele aplicar a las chicas con curvas y que invariablemente se usa como insulto. Emma tenía una cara bonita y, aunque aún no se los había visto, unos brillantes ojos color avellana. Sus pechos eran normales para una chica de su figura y bastante respetables. —Bueno, Emma —dijo Jess cerrando la puerta tras ellas—, ¿por qué no te sientas? Emma me miró rápidamente y luego desvió la mirada hacia una pared vacía. —Bueno, si no hay más remedio, prefiero quedarme de pie —dijo, sin mirar a nadie a los ojos. Jess asintió con complicidad. —Lo entiendo. Te intimida mi marido, Aaron. —Se volvió hacia mí—. De vuelta al cepo para que nuestra invitada se sienta segura. Abrió el pestillo y la tapa mientras yo, cabizbaja, volvía a él. Los ojos de Emma se abrieron desmesuradamente. —¡Espera, no! ¡No me refería a eso! —exclamó. Jess fingió no oírla mientras volvía a ajustar el cepo alrededor de mi cuello y muñecas. Caminó detrás de mí y, sin previo aviso, me sacó el consolador. Jadeé de alivio. Jess lo colgó del cepo, con las correas hacia atrás y el consolador colgando delante, a escasos centímetros de mi cara. Era muy consciente de dónde había estado y lo observé con recelo mientras se detenía. Jess se dejó caer en un sofá; estaba en ángulo recto con el frente del almacén. Le dio una palmada al asiento de al lado para que Emma se sentara con ella. Emma echó un vistazo a mi rostro que sobresalía entre los trozos de madera y, a regañadientes, se unió a Jess en el sofá. —Entonces, Em, ¿puedo llamarte «Em»? —preguntó Jess. Emma se quedó desconcertada y parpadeó sin responder por un momento. —¿Eh? Ah, eh, claro. Está bien —respondió después de unas pocas pausas. —Genial. Bueno, Em, repito, soy Jess —dijo señalándose a sí misma, por si acaso no había quedado claro—, y ese guapo encerrado en ese aparato de castigo del siglo XVII es mi marido, Aaron. Sonreí y saludé con la mano lo mejor que pude. —Obviamente, ya se habrán dado cuenta de que somos un poco peculiares —esto parecía un eufemismo, pero me callé—, así que les pido disculpas de antemano por el ruido que probablemente haremos de vez en cuando. Estamos acostumbrados a las visitas ocasionales de la policía como consecuencia, aunque les ruego que esta sea su única llamada. Les aseguro que, a pesar de los gritos que puedan oír, ambos estamos perfectamente y no necesitamos ayuda. —¡Dios mío, de verdad, lo siento muchísimo por todo eso! —exclamó Emma. —De verdad, no pasa nada. Son cosas que pasan. Agradecemos la preocupación de nuestros vecinos por nuestro bienestar. Solo quería informarles que tomamos muchas precauciones, ambos tenemos palabras de seguridad y todo aquí es estrictamente consensuado. No era la primera vez que Jess tenía que dar este discurso. —Vale, sí, lo entiendo, lo siento —seguía tartamudeando. Jess le tomó la mano y la sostuvo entre las suyas. —Tranquila, Em. Respira hondo. De verdad, todo va a estar bien. —Su tono era muy tranquilizador. Incluso me hizo sentir cómoda a pesar de mi postura bastante incómoda. Emma la miró a los ojos y la vi respirar hondo, tal como le habían dicho. Jess tenía ese efecto en la gente. Jess hizo un gran alarde al respirar hondo, aguantar la respiración y soltar el aire. Consiguió la reacción deseada: ver a Emma hacer lo mismo tres veces más. —Eso es. ¿Te sientes mejor? —preguntó Jess. Emma sonrió débilmente y asintió. —Sí, señora —respondió ella. —Por favor, es 'Jess'. La única persona que me llama 'Señora' es Aaron cuando lo estoy disciplinando. Emma se había olvidado de mí por un momento, y al oír mi nombre, inclinó la cabeza hacia mí. Efectivamente, seguía justo donde me había visto por última vez. Volví a saludarla con la mano, con un gesto muy suave. —Además —continuó Jess—, no creo que nos llevemos mucha diferencia de edad. ¿Cuántos años tienes, Em? Me di cuenta de que Jess seguía usando "Em" para que Emma se familiarizara con la pareja que acababa de conocer. Y uno de ellos estaba atado y desnudo frente a ella. —Tengo veinte años —respondió, sin dejar de mirarme. Parecía mayor, pensé. Quizá fueran las gafas. —¿Ves? Yo solo tengo veintisiete años, Aaron veinticinco. Básicamente sois como nosotros. No entendía cómo eso la hacía «igual que nosotros», pero vi que Emma asintió con la cabeza en señal de aprobación. Hubo un momento de silencio mientras me observaba. —Eh, ¿qué…? —comenzó Emma antes de quedarse callada. —Adelante, puedes preguntar lo que quieras —dijo Jess, dándole una palmadita en la mano que aún sostenía. —¿Por qué lo están disciplinando? —preguntó ella. Jess se rió a carcajadas ante eso.
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