Parte 10
1138 Words
Todavía era temprano, así que Dianna le preguntó a Andrew si podía dejarla en su trabajo. Él aceptó sin problema y la llevó. Durante el camino, ella le preguntó por su jornada laboral, y Andrew le dijo que ese día tenía libre. Sin embargo, notó que él dudaba, como si se preguntara si ella no debía ir a cambiarse antes de entrar a trabajar. Dianna le sonrió y le respondió:
—Siempre tengo ropa en el trabajo, por si algo así pasa. Más de una vez me ha salvado la vida.
Andrew sonrió también. Se despidieron en la puerta, y justo antes de bajarse de la moto, él le entregó un tubo de cartón largo, sellado con una tapa plástica.
—Para ti —le dijo.
Dianna lo tomó con sorpresa, sin saber exactamente qué era. Al entrar al trabajo, no imaginaba que Priya ya había llegado temprano para organizar el local. Apenas vio que Dianna se bajaba de la moto, corrió hasta el vidrio del local, pegándose a él como si fuera una niña tratando de descubrir qué le regalaron en su cumpleaños.
Cuando Dianna entró, Priya se lanzó sobre ella.
—¿¡Y la pasaste bien!? ¿¡Por qué no seguiste con el asunto!? Sabes que somos amigas, ¡con un mensaje de texto me hubieras dicho todo!
Dianna alzó las cejas, aún con el tubo en las manos.
—Primero que nada, no pasó nada. Solo... me hizo un cuadro —le mostró el tubo que llevaba—. Y segundo, soy una persona responsable que viene a trabajar.
Priya se burló de ella, divertida:
—Con un día que faltes no se va a acabar el mundo.
Dianna no respondió. Rápidamente fue hacia la parte de atrás, donde había un pequeño baño con ducha. Priya era quien más lo usaba, sobre todo después de sus noches de fiesta. Había instalado ese espacio desde que abrió el negocio, como una manera de mostrarle a su padre que estaba comprometida con el trabajo. Dianna se desvistió y entró a la ducha, dejando que el agua tibia le cayera por el cabello. Cerró los ojos y, por un instante, se imaginó a ella y a Andrew nadando en el mar. Esa imagen la hizo salir rápidamente para alistarse.
Para su suerte, los clientes aún no habían llegado. Luisa, su compañera de trabajo, le dijo:
—Qué bueno que todavía no ha llegado nadie.
Dianna suspiró, secándose el cabello con una toalla.
—Sí… la verdad necesitaba unos minutos para respirar.
—Al parecer a todos se les pegaron las cobijas hoy, en lunes —comentó Luisa—. Priya me dijo que si no venía nadie en diez minutos, podíamos ir atrás a descansar. Lo necesito, porque estoy muy cansada.
—¿Hoy es festivo? —preguntó Dianna, extrañada.
—Creo que sí. Algo de una campaña para el medio ambiente. Lo publicaron el sábado. Priya no se dio cuenta, pero cuando lo hizo, dijo que si no venía nadie, cerraríamos hasta el mediodía. Y si después del mediodía seguía vacío, cerraríamos hasta mañana.
—Andrew me comentó que hoy era libre, pero no me dijo nada más.
Luisa puso un temporizador de diez minutos. Dianna, aún con algo de cansancio acumulado, deseaba que nadie entrara. Ambas estaban pendientes del reloj, esperanzadas pero nerviosas. Justo cuando faltaban segundos para que la cuenta regresiva llegara a cero, alguien entró.
Levantaron la mirada… era Priya. Cerró la puerta con determinación.
—Tengo dolor de cabeza desde el sábado en la noche. Me estoy viendo con ese chico… el amigo de tu Andrew. Santiago es lo máximo. Lástima que lo dejaste por irte con el otro —le dijo con picardía a Dianna.
Dianna solo rodó los ojos.
Priya se dirigió al fondo y las llamó:
—¡Vengan! Vamos a ver películas.
Luisa y Dianna se miraron. Bajaron juntas a una habitación que había en la parte inferior del local. Había una cama y un televisor. Priya, entusiasmada, les dijo:
—Se me olvidó decirles que hoy es el "Día del Planeta" o algo así. Podemos divertirnos hasta el mediodía. Y si nadie llega, nos vamos a casa hasta mañana.
Se sentaron en la cama con ella, pero Dianna notó de inmediato que eso no iba a ser una simple función de películas. Iban a interrogarla.
Priya, sin rodeos, preguntó:
—¿Dime que fuiste a un motel o algo así?
Dianna la miró con fastidio.
—No. Solo fuimos a ver el atardecer.
Luisa se rió:
—¿Pero por qué eres tan lenta? Sabes que hay más mujeres, ¿cierto? Si no lo hizo contigo, tal vez tenga a otra con la que sí.
—Eso fue cruel —respondió Priya—. Pero es cierto. Tienes que acostarte con él antes de que sea tarde… o se transforme en tu amigo.
Dianna las miró con frustración.
—No voy a acostarme con nadie ahora.
Priya insistió:
—Tienes que olvidar a Nicolás. Él ya no está. No sería un engaño.
—No es por eso —respondió Dianna, un poco molesta—. Es porque… no me atrae. Aunque sí es alguien lindo.
Luisa la miró confundida.
—¿Eso qué? De los sentimientos no se vive. Ahora cuéntanos todo. Tal vez ese Andrew es gay. Me parece raro que no te haya invitado a dormir sin ropa.
Priya agregó:
—Qué curioso, eso mismo dijo su amigo. Que tenía miedo de que Andrew fuera gay. Ahora necesito confirmarlo.
Dianna rodó los ojos. Sabía que, aunque al principio pensaba no contarles nada, igual terminaría haciéndolo. Así que confesó:
—Solo tomamos vino. Vimos el amanecer...
Cuando terminó, Priya comentó:
—En todo lo que has dicho, ya conté al menos dos lugares en donde pudieron tener relaciones.
—¿En serio? ¿Es todo lo que piensas?
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Pasado el mediodía, reabrieron el local. Para su sorpresa, Andrew y Santiago estaban afuera esperando. En cuanto abrieron, Santiago entró como si fuera su casa.
—Creo que tengo entrada VIP a este lugar —dijo, sin ningún respeto, mientras caminaba hacia la parte de atrás.
Andrew solo suspiró y se acercó a pedir su almuerzo.
Pero no venía solo por comida.
Se acercó a Dianna y la miró con una sonrisa algo tímida.
—¿Quieres venir el domingo conmigo a nadar al mar?
Ella, al principio, se negó. Pero Priya, justo antes de irse con Santiago, intervino:
—¡Estás de vacaciones, además de mañana! No digas que no. Desde que pasó todo lo de Nicolás, no te has tomado ni un solo descanso.
Andrew la miró, aún sonriendo.
—Nos vemos el domingo.
Luisa se acercó a Dianna y le dijo en voz baja, divertida:
—Si no aprovechas esta vez, estás... tonta.
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