Omar
Nunca había disfrutado de una reunión familiar como esa vez. Ese juego de miradas que teníamos con ese riquísimo bombón me ponía a mil por hora.
Esa timidez, inocencia y hasta deseo en su mirada no hacía más que cautivarme. Era como si con una sola mirada me robara la existencia por completo. Si, aquí estaba yo de nuevo intenso por una mujer, pero lo que ella me hacía sentir; era diferente.
Era como una historia de hombres lobo cuando encuentran a su pareja destinada; a su luna, con quien pasarán el resto de su vida juntos. En mi caso era un apetecible y exquisito bombón rosa como su vestido.
Ella se despide de todos en la mesa y me sentía inquieto. No era el santo de la familia, pero tampoco el mujeriego y quería hablar con ella, pero que no hubiera tantos ojos encima de nosotros, para no incomodarla, especialmente los de su hijo.
Ella comenzó a caminar hacia la salida y mi madre me dijo que fuera tras ella. No hubo necesidad de que lo dijera, de igual manera tenía la intención de hacerlo.
—¿Vinieron en su auto? —pregunté.
—No tenemos auto, vinimos aquí en taxi. —dijo el pequeño, ganándose una mirada de su madre.
—Alan le pedirá a uno de los guardias que nos lleve a casa. Gracias por preguntar, pero no queremos molestar —dijo ella evitando verme.
—Ni hablar, yo los llevaré —la pelirroja levantó la mirada sorprendida debido a mi propuesta.
—¡Si! mamá, por favor, que él nos lleve. —dijo su hijo ella pareció debatir su respuesta.
—De acuerdo, debo regresar a decirle a Alan. —Saqué mi teléfono rápidamente y busqué el número de mi primo, timbre tres veces hasta que contestó.
—Yo, llevaré a Phoebe y a su hijo a casa. —anuncié y sin esperar respuesta de su parte terminé la llamada—. Listo, ¿nos vamos? —dije. Noah se soltó del agarre de su madre al ver que le ofrecí mi mano. El calor de su pequeña mano, acompañada de su sonrisa me derritió el corazón.
—De verdad, no queremos causar molestias. Sabemos que eres una persona muy ocupada y pública. No quiero que la prensa nos vea juntos y todo se vaya a malinterpretar. —dijo y aunque tenía razón en lo que decía a mí me podía importar menos.
—De pasar eso, ¿tienes que darle explicación a alguien? —pregunté y tanto ella como su hijo negaron—. Pues yo tampoco. —dije con una sonrisa.
—Vamos, mamá. Recuerda que mañana tengo que llegar temprano a mi entrenamiento —dijo Noah llamando la atención de su madre. No le quedó de otra más que seguirnos hasta llegar al auto. Le pedí su dirección y la sincronicé en el GPS del auto. Noah fue quien venía hablando conmigo durante todo el camino. Hasta que saltó el tema de sus entrenamientos de nuevo. Le pregunté dónde eran y me dijo que el abuelo por parte de su padre lo había inscrito en una escuela de futbol. Que si no iba con su mamá era su abuelo quien lo llevaba y mencionó tenía padre, pero que no lo quería ni a él ni a su madre.
—Hijo, ¿no crees que ya has hablado mucho? —preguntó viendo con intensos ojos a Noah.
—Si, lo siento. —dijo él bajando su cabeza y guardando total silencio.
—Yo podría llevarte mañana —me ofrecí. Antes de estacionar el auto en la entrada del edificio de apartamento.
—¡Si!
—¡No! —se escuchó al mismo tiempo, pero él no, fue mucho más fuerte ya que lo dijo el bombón—. Te agradezco que nos trajeran a casa. Ya esto es suficiente molestia. También aprovecho a darte las gracias, pues mi hijo desde hace años sigue tu carrera y te ve como un ejemplo a seguir. Nuevamente, gracias por habernos traído. —Me apresuré a bajar rápido del auto y poder abrir la puerta de su lado para que ambos descendieron del auto.
—Muchas gracias, Omar. Conocerte fue cumplir uno de mis sueños. —dijo Noah y se acercó a mí para darme un abrazo que me tomó desprevenido.
—¿Puedo subir con ustedes? —pregunté y nuevamente uno dijo que si el otro que no.
—Es mejor despedirnos aquí. —dijo marcando la clave de la entrada—. Adelántate, hijo.
Noah comenzó a caminar dentro del edificio mientras sonreía y movía su mano en señal de despedida.
—Buenas noches —se despidió y no podía dejar que se me escapara asi. Intenté tomar su mano y ambos alejamos nuestra mano instantáneamente ya que una leve energía estática nos separó.
—Tal parece que hasta nuestro cuerpo no se puede resistir a la energía que nos conecta. —dije y ella solo me miró con sus mejillas sonrojadas. Cruzó sus brazos sobre su pecho haciendo que su escote fuera mucho más visible. Mis ojos por instinto fueron invitados hasta ese lugar.
—¿Por qué estás haciendo esto o mejor dicho porque me hablar asi? —preguntó cubriendo su pecho con el abrigo—. No entiendo porque tomarse tantas molestias conmigo.
—Siendo honesto. Desde que te vi supe que eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida. —No podía creer que esas palabras salieran de mis labios, pero esas fueron las que nacieron dentro de mí. Ella dio dos pasos hacia atrás completamente anonadada.
—¿Yo?, ¿la mujer de tu vida? —Se acercó esta vez poniendo el dorso de su mano sobre mi frente—. No tienes fiebre. ¿Cuántos tragos tomaste antes de que llegáramos? —preguntó.
—Dos copas de champagne es lo único que tengo en mi sistema. No me gusta el cigarro y no le hago ninguna droga así que, estoy 100 porciento consciente de lo que estoy diciendo. —dije cortando la distancia entre nosotros. Baje mi mirada y ella elevó la suya.
—No, esto no puede ser. Debo de estar dormida y soñando. La gente como tu no se fija en personas como yo.
—¿La gente como yo? ¿Soy un marciano de otro planeta? —pregunté provocando una sonrisita en sus labios.
—Sabes muy bien a qué me refiero. Mírame —dijo bajando su mirada a su cuerpo.
—Lo hago, y no te imaginas como me encanta lo que veo. —dije acariciando su mentón con el dorso de mi dedo. Sus mejillas nuevamente se ruborizan. A través de sus ojos podía ver el mar de emociones que estaba atravesando en su mente.
—Esto le dices a todas las mujeres a las que desearías llevarte a la cama, ¿verdad? —preguntó alejándose.
—No, jamás había dicho estas palabras antes. —Negó.
—¿Esperas que te crea? A ver, un famoso futbolista tan guapo como tú fijándote en una mujer de cuerpo muy curvilíneo como el mío, con un hijo, y que no pertenece a su misma clase social. Lo siento, pero me parece imposible de creer. Ni en los libros pasan estas cosas, porque casi nadie escribe romances así. —dijo y nuevamente acortó distancia con ella.
—¿Te parezco guapo, bombón? —pregunté esta vez acaricié su brazo con la llema de mis dedos.
—¿Fue lo único que escuchaste? —preguntó y negué.
—Escuche todo a la perfección y déjame decirte que desde el momento en que mi mirada se posó en ti fue algo sin explicación. —dije y ella alzó la ceja sin poder creer en mi palabra—. Está bien, si no me crees, puedo demostrarlo. Acepta ser mi acompañante mañana en el matrimonio de Alan y Susy. —No respondió nada en el instante, se tomó su tiempo en contestar.
—No estoy para estas cosas, Omar. Agradezco tus atenciones y tu interés en mí, pero esto no puede ser. —dijo y entró con rapidez al edificio. Dejando una sensación de abandono en mi interior. Este solo era el primer intento, de muchos, ese bombón saldrá del mercado porque será únicamente para mí.
Me fui a mi departamento ya que estaba muy cerca de ahí. Me di una ducha, me coloqué un pantalón deportivo y caminé hasta mi cama, tomé mi teléfono y marqué.
—Primo, ¿Qué son estas horas? —preguntó en voz baja.
—¿Ya estás durmiendo?
—No, estoy comiendo un caldo de dragón. Si te estoy contestando es porque no estoy dormido.
—Ja, ja muy chistosito. Quiero pedirte un favor. —dije la llamada se extendió unos minutos, pero ya tenía muchos detalles que necesitaba para poner mi plan de conquista en marcha.
La mañana siguiente, me levanté como lo hacía normalmente, pero esta vez iría algo muy osado. Sabía el nombre de la escuela de fútbol a la que asistía Noah. Haría una visita sorpresa, con la esperanza de ver a Noah y a su madre.
Llegué mucho antes de que comenzaran a llegar los pequeños participantes y sus familias.
—Muchas gracias por este favor, director.
—Yo soy quien debería de estar agradecido.
—¿Entonces estás detrás de la madre de uno de los chicos? —preguntó y asentí.
—Que le puedo decir, director. En el corazón no se sentía y eso fue amor a primera vista. —dije y él se reía de mí.
—¿Cómo se llaman? —cuestionó.
—El se llama Noah y su madre Phoebe. —Se sorprendió al escuchar sus nombres.
—Pues muchísima suerte con eso. La señora Santiago, tiene un carácter fuerte, ella ya sabe cómo manejar comentarios y hasta propuestas indecorosas por parte de otros padres que vienen con sus hijos. Mira, allá vienen. Siempre son los primeros en venir. —dijo el hombre y mire hacia el mismo lugar donde él miraba. Ella venía con su cabello amarrado con una coleta, un pantalón deportivo y un top de una banda de rock.
—Omar —gritó el niño al verme. Ella me miraba con la ceja alzada.
—Me ofrecí para dar la clase de hoy así que, por hoy yo seré su entrenador. —Ella cruzó sus brazos, se giró y caminó hasta las gradas. Mis ojos detallaron su espalda, su cintura, su escultural cadera y su trasero. ¡Dios como deseaba tocarlo!
Más personas comenzaron a llegar y en menos de media hora, ya estaban las cámaras y periodistas sobre mí. Maldije por lo bajo, porque no era la intención que tenía al venir aquí. La clase terminó y todos comenzaron a pedir mi fotografía y autógrafo. Por un pequeño momento levanté la mirada y pude observar como el bombón y Noah cruzaban el portón de la entrada.
—Lo siento, prometo volver en otra ocasión a firmar sus balones y tomarnos fotografías. Necesito retirarme. —Me lastimó un poco ver los rostros decepcionados de los niños, pero necesitaba ir detrás de mi bombón y que aceptara ir conmigo a la boda.
Salí corriendo del lugar. Los busqué en ambas direcciones hasta que los vi y corrí hasta ellos.
—No puedo creer que hicieras esto. —dijo ella con incredulidad.
—Haría lo que sea con tal de que aceptes mi invitación.
—De acuerdo, sí iré contigo.
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