Capítulo 01

1025 Words
—No... se ve tan mal —le dijo el noruego a su propio reflejo, el cual ahora novedosamente tenía un parche de tela en el ojo derecho y todo el brazo de ese mismo lado completamente vendado. —Se ve más rudo, líder —opinó Paul con un cigarrillo doblado en la boca y aire motivador. Habían pasado tan sólo cuatro meses; cuatro meses desde que su robot gigante se fue a la mierda, cuatro meses desde que había traicionado a sus amigos, cuatro meses desde que se hallaba dentro de una depresión que sin duda sus soldados y más confiables amigos —Paul y Patryck― notaron al instante. El tema era que ni siquiera el mismo Tord tenía muy claro a que venía este extraño decaimiento; tal vez sólo era un mal perdedor y se sentía inútil por haber fallado en su más grande misión como militar nórdico. —Debemos ser realistas, este brazo no va a durar mucho tiempo pegado a mí —dijo el de rojo tratando de mantener su imagen relajada. —El doctor dijo que no había problema —le recordó Paul aún queriendo animarle—, al menos no por ahora. —Aún así guardaré esto hasta que ese «no por ahora» se convierta en un «ahora» —se adelantó a decir Tord a la vez que guardaba un brazo robótico en uno de los cajones de su escritorio. Paul suspiró con algo de fastidio y preguntó: —¿Pasará toda su vida siendo pesimista por un error? Digo, todos cometemos errores. —¿No te das cuenta? El líder rojo no comete errores —Tord frunció el ceño como si el contrario hubiera dicho una estupidez—. Todos han comenzado a dudar de mí, Paul —dijo jugueteando con el arma que acababa de sacar del bolsillo de su nueva sudadera roja. —Yo no dudo de usted —confesó con respeto el soldado que se encontraba tras él—, y estoy muy seguro de que Patryck tampoco. —¿Cómo estás tan seguro? No los he puesto juntos desde ese día —cuestionó el noruego mostrándose confundido. —Bueno —comenzó a explicar Paul mientras se rascaba la nuca con incomodidad—, fui a las habitaciones del pasillo ‘A’ anoche —contó y su líder levantó una ceja esperando por más de esa vaga explicación—. ¡No me mire de esa forma! Había un ruido extraño y fui a revisar, ¡lo juro señor! —No estamos en una misión, Paul. No tienes por qué llamarme «señor» —Tord sonrió divertido—; ¿de qué se trataba? —De acuerdo, Tooord —canturreó Paul alargando su nombre—, era sólo uno de los ventiladores dañados, entonces se me ocurrió pasar por la habitación de Patryck. Hablamos un poco de, em... —paró de hablar. —¿De? —Su situación. —¿Mi situación? —preguntó el líder claramente ofendido, ¿a qué demonios se refería con «situación»? —Señ... quiero decir, Tord —corrigió—; creo que debe volver a casa —comentó Paul con toda la seriedad del mundo. Un gran silencio se formó en la oficina, silencio que luego el noruego rompió con todo gusto soltando unas estruendosas carcajadas; Paul le miró extrañado mientras el contrario sólo se había dedicado a acostarse sobre el escritorio a la vez que se sujetaba la panza y se quedaba sin aire de tanto reír como loco. —¡JA! ¡ESO REALMENTE FUE HILARANTE! —vociferó el noruego aún entre risas a lo cual Paul pareció haberse molestado; sin embargo, su ceño fruncido que se veía más como una uniceja hizo que a su líder sólo le dieran más ganas de reírse como retrasado. Hubo incluso un instante en el que comenzó a ahogarse con su propia saliva. Paul sólo bufó por el comportamiento infantil del chico y se cruzó de brazos con mueca enojada esperando a que su superior cerrara la boca de una buena vez, y para qué, para escucharle negarse; y entonces ese predecible momento llegó: —No —negó Tord ahora con un rostro totalmente serio y decidido. —Pero... —NO —repitió fuertemente el nórdico causando que su subordinado se asustara de cierta forma. —¿Está todo bien? —entró de repente Patryck a la oficina, se sintió llamado por el fuerte grito del noruego escandaloso que tenía como líder. —Le dije —soltó Paul aún de brazos cruzados y el soldado que acababa de entrar a la oficina se sobresaltó al escucharle; Patryck sabía muy bien que Paul no solía ser muy cuidadoso con sus palabras. Sí, Tord podía ser un hijo de puta, pero este de alguna u otra forma parecía tener sentimientos. Tal vez lo creía porque la última vez que este se durmió sobre su escritorio le escuchó susurrar los nombres de aquellos que solían ser sus amigos. —No volveré, ¡de ninguna manera! No necesito arrepentirme de nada. Además, aunque quisiera, ellos no me dejarían pisar ni un sólo centímetro de esa casa —se apresuró a decir Tord con palabras atropelladas. —Usted la hizo estallar —le recordó Paul; a esto se refería Patryck con «poco cuidadoso». —¡Exacto! —exclamó el de la sudadera roja extendiendo sus brazos dramáticamente—. No quiero volver, no puedo volver y no tengo a dónde volver; ni siquiera tengo idea de dónde están —dijo este con la mirada baja tratando de disimular su decaimiento. Los extrañaba. —No es un problema sin solución, señor —le dijo Patryck alzando su dedo índice. —Tord —corrigió Paul a su compañero y este lo miró confundido—; no estamos en horas de trabajo —le explicó a su compañero, este último le lanzó una mirada de reproche. —Bueno, Tord —comenzó a decir Patryck—, tal vez debas considerarlo, después de todo tienes acceso a toda la información que quieras, puedes encontrarlos en segundos. —No —se negó nuevamente el noruego. —Como quieras —Patryck aceptó su decisión—. No son horas de trabajo, pero a veces estos soldados se salen de control a tus espaldas, Tord. Haré guardia —aclaró y Tord asintió, no era su problema si él quería trabajar de más. —Suerte —dijo Paul en dirección al polaco. —¿De qué hablas? Tú vienes conmigo —le ordenó Patryck mientras jalaba a Paul de su uniforme fuera de la oficina de el jefe de ambos. Tord sonrió por la escena unos segundos, le pareció algo cómico. ¿Fáciles de encontrar, huh? —pensó el noruego mientras se sentaba en su escritorio y encendía el computador que tenía enfrente. Pasó algunas horas tratando de ubicar a cualquiera de sus amigos en el mapa de la ciudad británica, pero no lograba encontrar nada… excepto, una compra reciente de veinte galones de cola. Tord sólo conocía a una persona en todo el mundo que compraba tanta cola en tan solo un día. Te encontré Edd.
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