—Quiero revisar tu pierna—.
Se sonroja y se guarda el libro contra el pecho.
—No.—
—Vamos.— No soy del tipo que es bueno para convencer a la gente. Soy más de acciones. Cruzo la habitación y agarro el libro, colocándolo abierto y boca abajo sobre la mesa auxiliar para que no pierda su lugar. No sé dónde lo encontró. Sinceramente no sabía que tenía ninguno. Le pregunté por qué no estaba en su teléfono y dijo que no tiene datos ilimitados.
¿Quién no tiene datos ilimitados? Tengo que poner eso en la lista de cosas por arreglar. No necesito estar despierto en mitad de la noche preocupándome de que a las mujeres solitarias se les acaben los minutos mientras se escabullen en la ciudad.
Llevo a Una al centro de la habitación y me arrodillo, sujetando sus manos para que no pueda escabullirse.
