Capítulo 16: Hora de la verdad

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Bethany se bajó del auto y respiro profundamente, se aseguró de que la gabardina color azul marino estuviera en su lugar, era un regalo de su Madre, así que sentía que llevarla en ese día en particular, era como tenerla a su lado, apoyándola, animándola, sin importar que su plan fuera descabellado y sin sentido.   Su tío Cesar había decidido que era tiempo de actuar, su entrenamiento había completado y nunca podía estar más lista, esa mañana luego de que Callaghan la dejara en la secundaria, fingió que se sentía mal, quizás por tener un resfriado, su tío paso por ella, algo que ya habían planeado de ante mano, incluso llamaron a Callaghan para que no se preocupara ni sospechara nada, según él, Betty estaba con su tío en la estación, descansando en la enfermería del lugar.   Pero nada de eso era cierto, se habían subido al auto de Cesar, conducido cuarenta minutos, hasta llegar a la casa del asesino de sus Padres, observo los árboles frente a ella, todo estaba en una mortal calma, pero sabía que en cualquier momento una avalancha los cubriría, porque no sería fácil apresar al hombre, incluso con su tío allí.   Sin mencionar que estaban arriesgando sus vidas, su estatus social, y hasta su libertad, si una sola cosa salía mal irían a prisión, y nunca hallarían la justicia que tanto merecían, Betty se apretó la bufanda en su cuello, suspiro profundamente, ¿estaría loca? Bueno sí que lo estaba, pero ¿podrían entenderla? Estaba desesperada, necesitaba darle paz a su familia, donde quiera que estuvieran.   Observo que su tío abría la cajuela del auto, saco un gran maletín n***o y lo cerró de nuevo, sus lentes de pasta se resbalaban fuera de nariz, la expresión bajo ellos era una de furor, nadie se querría meter con ese hombre, estaba serie desde que dejaron el colegio, suponía que esa era su cara de póquer, y supo cómo se veía durante una peligrosa misión, también llevaba una gabardina, un color crema, porque el frío del lugar era inclemente, no entendía cómo alguien podía vivir en esa parte de la ciudad, pero muchas personas lo hacían, y una de esas personas necesitaba un castigo.   —¿Trajiste tus guantes ciertos?— la interrogo su tío, ella solo asintió.— bien.— respondió, se agachó a su lado y coloco el maletín en helado suelo, sabía su contenido, pero no por eso dejo de sentirse nerviosa al observarlo, tres armas, una pequeña que podía caber en la mano de un pequeño, y dos más grandes, además de dos pares de esposas.— he traído silenciadores.— hablo su tío, mientras preparaba las letales máquinas.— ya sabes cómo quitarles el seguro, estas dos son el modelo Glock 17, cuentan con un cartucho de nueve por diecinueve milímetros, Parabellum, son automáticas y llevaran los silenciadores.   —¿Y para qué necesitamos los silenciadores? — pregunto algo nerviosa.   —Porque no queremos llamar la atención cielito. — él le sonrió dándole aliento, como si todos los días se preparan para atrapar a un delincuente. — llevaras dos, porque quiero protegerte. — continuo mientras señalaba a la más pequeña. — esta de aquí es una Springfield, de la serie HS2000, de diecinueve milímetros, métela en el bolsillo de tu pantalón, y no olvides el seguro, no quieres volarte tu propia pierna.   —¿Por qué debo llevar dos armas? - respondió mientras colocaba la más pequeña en el lugar que le dijo su tío.   —Porque a pesar de que has sido muy buena derribándome, es mejor citar una lucha cuerpo a cuerpo, si el tipo se abalanza hacia ti, no dudes en utilizar el arma, no necesitamos sorpresas.   El entrenamiento al que Cesar la sometió, contaba con un movimiento de defensa personal, boxeo, cardio, análisis de situaciones, y finalmente tiro al blanco, práctico por al menos cuatro semanas, durante varias noches, cuando su tío podía meterla a la estación sin que nadie los notara.   —Toma.— dijo él entregándole una pistolera.— ponla debajo de la gabardina.— ella obedeció.— ahora toma esta.— le entrego la otra arma con el silenciador ya colocado.— la pistolera tiene un lugar donde puedes colgar estas.— le paso uno de los pares de esposas.—, ya sabes como utilizarlas.— le guiño un ojo, mientras colocaba el otro par en su propio cinturón.— todo listo.— dijo cuando se puso de pie.— estoy muy orgulloso de ti cariño.— asintió hacia ella y le dio un beso en la frente.— todo saldrá bien, ya los verás.   El hombre camino de vuelta al carro, abrió la cajuela y dejo el maletín dentro, luego se aseguró de que el vehículo no pudiera ser divisado desde la autopista, lo habían escondido detrás de una vaya publicitaria, pero quería estar seguro, mientras hacia eso Betty practicaba el sacar el arma de la pistolera, él guardó su propia arma, porque la llevaba en la mano, y camino de regreso a ella.   —No quiero matar a nadie. — dijo ella en cuanto estuvieron cerca de nuevo.   —No lo harás cielito. — él volvió a sonreírle. — solo necesitamos restringirlo, nadie tiene que salir herido.   —Muy bien.   —De acuerdo pongámonos en marcha.   Comenzaron a caminar por entre los árboles, serian como diez o quince minutos, irían calmadamente porque no necesitaban gastar energía de más, la boca de Bethany tenía un sabor extraño, las manos le pesaban, y el corazón le martillaba con fuerza dentro de su pecho, se sentía nerviosa, pero no dejo de caminar, cada paso la conducía a terminar con esa pesadilla, solo esperaba que todo saliera bien, sabía a lo que se enfrentaba, no era tonta, el hombre de seguro pelearía con puños y dientes para salir libre, pero no se rendiría, no hasta verlo tras las rejas.   Cuando divisaron la horrible casita Betty estuvo a punto de vomitar, su tío se volteó a verla y de seguro pudo observar su pánico, porque se acercó a ella y coloco una mano en su hombro, diciéndole que todo iría bien, que debían continuar, y que muy pronto traerían justicia a la familia Andrews.   —No hay nada más importante en este mundo que la Justicia, Betty. — le dijo, beso de nuevo su frente. — tú puedes, eres la mujer más valiente que conozco.   —Continuemos. — respondió ella, luego de asentir con decisión.   Terminaron el corto camino frente a ellos, subieron las escaleras que daban a la puerta trasera de la casa, su tío le indico que sacara su arma, ella lo hizo con rapidez, colocándola al lado de su cara, tal como él le había enseñado, toco fuertemente la puerta, tres golpes.   —Policía.— grito él.— salga con las manos en alto.   Nada sucedió. En silencio Cesar le indico que observara la puerta delantera, camino con sigilo y no observó nada, le susurro la palabra “Despejado”.   —Abra la puerta y salga con las manos en alto.— trato de nuevo su tío.   El plan original era atrapar al tipo y llevarlo a la estación, donde Cesar y su compañera se encargarían de sacarle la verdad, debido a que no estaban haciendo nada legal, su compañero se quedó en la estación, preparando una sala de interrogación, sobornando a algunos oficiales para que no la ocuparan, además de ser la cuartada de Cesar, diciendo que estaba descansando en la oficina de ambos.   —Entremos.— le indico Cesar a Bethany quien asintió.   El miedo había sido remplazado por adrenalina, de no ser porque tenía la boca apretada en una intensa mordida, sus jadeos podrían escucharse a kilómetro de distancia, el hombre pateo el pedazo de madera que se abrió en una pequeña explosión, entraron rápidamente, nada en la cocina, agudizaron sus oídos, un perro ladraba en la distancia, los pajaritos cantaban, pero de resto no se captaban pasos ni un solo movimiento, continuaron adentrándose en la casa.   Habían entrado por la puerta de la cocina, al salir de la estancia captaron un movimiento, el asesino de sus Padres, en la puerta delantera tratando de escapar.   —¡Policía!, ¡Deténgase! — grito Cesar, pero el hombre hizo todo lo contrario, con rapidez abrió la puerta y salió corriendo, Cesar lo persiguió, no sin antes indicarle a su sobrina que se quedara dentro de la casa.   Ella obedeció, se pegó a la pared, a un lado de la puerta con su arma en alto, no sabía si hubiera alguien más en la casa, pero lo dudaba mucho. Por una ventana observo como su tío alcanzaba al maleante y lo tumbaba al abalanzarse sobre él, los hombres se lucharon sobre el frío suelo, dando vueltas unos sobre el otro, hasta que Cesar logro colocarse arriba, sin dudarlo golpeo la cabeza del hombre con la culata de su pistola, Bethany salto y cerró los ojos al mismo tiempo.   Al abrirlos de nuevo observo a su tío arrastrando al inerte delincuente, salió para ayudarlo, pero él negó con la cabeza, y con gesto de la cabeza le indico que regresara dentro, nuevamente hizo caso.   Luego de que ambos hombres cruzaran el umbral de la casa, ella cerro, pasando las cerraduras.   —Atémoslo a una silla. — dijo su tío. Bethany corrió a por una silla, encontró una vieja de madera muy clara, la coloco a mitad de la sala y ayudo a Cesar a restringir al hombre.   —¿Y ahora que?— indago Bethany. Ambos parados frente al hombre inconsciente, un pequeño hilo de sangre se derramaba desde su frente, donde su tío lo había golpeado, estaba inerte, si Bethany no hubiese sentido su respiración al amarrarlo, pensaría que estaba muerto.   —Vamos a tener que hacer el interrogatorio tú y yo cielito. — respondió él, colocando sus manos en las caderas, le dedico una determinada expresión.   Los ojos de la chica se desorbitaron, comenzaba a preocuparse, la cárcel parecía estar un paso más cerca de lo que pensaba   —¿Por qué? — pensé que lo llevaríamos a la estación. — señalo ella comenzando a perder la cabeza.   —No podemos llevarlo en este estado, el plan “A” se ha acabado, tenemos que ir con el plan “B”. — explico calmado, uno de los dos debía estarlo.   —¿Y cuál exactamente es el plan “B”?   —Vamos a despertarlo, e interrogarlo nosotros mismos, ¿de acuerdo?   —¿Y si alguien te vio cuando lo golpeaste? ¿Y si alguien pregunta por ti mientras estás aquí? ¿Qué haremos? — ella se dejó caer en un mueble llena de frustración, coloco sus manos en la cabeza, negando de un lado a otro.   —Bethany. — la llamo Cesar, arrodillándose frente a ella, colocando sus manos en los hombros de la joven. — no es hora de perder la cabeza cielito, tienes que ser fuerte y continuar con el plan, ¿de acuerdo? Recuerda todo lo que te he enseñado estas últimas semanas.   Ella respiró profundo, su tío tenía razón, necesitaba guardar la calma, no lograría nada volviéndose loca, tenía que recordar la razón por la que estaban allí, endurecer su piel y no tener ninguna compasión por ese hombre, al igual que él no había mostrado ninguna compasión por sus Padres, ella se secó algunas lágrimas que se derramaron sin siquiera notarlo, y luego asintió, observando a Cesar.   —Muy bien, necesito que hagas exactamente todo lo que yo te diga, ¿de acuerdo? — asintió de nuevo. — ve a la cocina, busca si hay hielo en el refrigerador, si es así, ponlo en un recipiente y llénalo con agua, vamos a despertar a nuestro amigo.   Ella se puso de pie y fue a realizar la tarea que se le pidió, reviso en el refrigerador, pero no hayo suficiente hielo, pero fuera había nieve, así que tomo una olla y salió a recoger algo de nieve, lleno todo el recipiente metálico y regreso adentro, abrió el grifo y lleno una cubeta con agua, luego le tiro el hielo a la cubeta.   Al tirar del cubo, sus manos le temblaron, así que la dejo un momento en el piso, respirando profundamente, se moría de miedo, pero nunca dejaría que el miedo la consumiera, contó hasta diez, busco una imagen de sus Padres en sus recuerdos, llego hasta ella uno donde su Padre la rociaba con agua, cuando era una niña, era su recuerdo favorito, y el más bonito, recordó la sonrisa de su Padre, y una oportunidad en donde llego a casa y ellos bailaban en la sala, una felicidad cargada de tristeza se asentó en su corazón, hacia esto por ellos, tenía que ser valiente, abrió los ojos y con fervor alzo la cubeta, era hora de la verdad.
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