Jazmín
Mi cita para la prueba de embarazo se acerca. Me pica la curiosidad y la anticipación, pero me obligo a ser paciente y esperar las dos semanas en lugar de asaltar la farmacia de la esquina en busca de palitos para orinar.
No planeaba contactar a Declan hasta saber si necesitaba otra dosis de esperma, pero una combinación de inquietud y excitación me obliga a enviarle un mensaje de texto unos días después de nuestro ultimo “encuentro”. Antes de darme cuenta, nos enviamos mensaje de texto cada pocos días, aunque normalmente solo para quejarme del trabajo.
Una noche en casa, alternaba entre buscar artículos para bebé en línea, intentar no comer un segundo tazón de helado de mantequilla y nueces pecanas y hablar con Declan. He estado de mal humor toda la semana, y el trabajo de hoy solo lo empeoro. Por suerte. Declan lo entiende. Al parecer, su empresa está pasando por una fusión difícil con la competencia, lo que solo consolida mi convicción de que venderse es lo incorrecto.
Después de una hora de quejas mutuas, empiezo a sentirme un poco mejor, hasta que voy al baño y encuentro una gran, gorda y fea mancha roja en la entrepierna de mis bragas. Incluso hay una ligera mancha en mis leggins blancos, para colmo de males.
Maldita sea, esto es la maldita cereza del pastel.
Me quedo mirando la mancha burlona. Todo tiene sentido ahora. cambios de humor, antojos de comida, sentirme gorda y cansada, querer arrastrar a Declan de vuelta a mi cama…Deje que la esperanza me llevara por mal camino. Me he estado engañando a mí misma interpretando todo como síntomas de embarazo cuando solo era el maldito síndrome premenstrual. Nunca había insertado un tampón con tanta rabia en mi vida.
Hago una bola con mi ropa manchada de sangre y la tiro al cesto de la ropa sucia. Que se joda toda mi vida. Necesito alcohol. Estoy cien por ciento libre de bebes, así que puedo beber. Demonios, tengo derecho.
Me pongo un conjunto limpio, con leggins negros esta vez porque que vete a la mierda tía Flo, preparo mi bolso y me dirijo al bar más cercano, El bar caminos cruzados. Solo he estado allí unas cuantas veces, pero es un bar bastante decente y, lo que es más importante, está cerca, así que puedo ir caminando. Beber lo suficiente para calmar mis emociones sin tener que preocuparme por conducir a casa es mi principal prioridad en este momento.
El bar está lleno, y al entrar, veo por qué. La atención de todos esta pegada en los televisores de pantalla grande que emiten un partido de baloncesto de campeonato. Oh, lo que sea. Solo estoy aquí para ahogar mis penas mientras pueda encontrar un lugar donde sentarme, no me importa lo ruidoso que sea.
Me abro paso hasta la barra y grito por encima del ruido de la multitud. —Doble trago de tequila, por favor. Y quiero abrir una cuenta—
El camarero asiente y me cambia mi pedido por mi tarjeta de crédito. Tomo un trago estremeciéndome por el ardor, luego suspiro por el dulce calor que se extiende por mis venas.
La multitud estalla en aplausos y gritos ensordecedores. Alguien debe haber anotado una canasta crucial. Aunque no sigo a ninguno de los equipos jugando giro mi atención al televisor más cercano, solo para tener algo que entretener mientras bebo. Pero apenas termino mi pedido cuando se vuelve demasiado aburrido.
Siguiendo un impulso lubricado por el tequila, saco mi teléfono y le envió un mensaje de texto a Declan:
Jazmín: Hey, fiesta en cruce de caminos, ¿te apuntas?
Agrego un par de emojis por si acaso, y luego vuelvo a beber.
Me he bebido otro trago de tequila cuando una mano aterriza en mi espalda baja. Me doy la vuelta rápidamente, preparada para golpear al cualquier imbécil que intente manosearme, y me detengo en seco al ver a Declan. Con aspecto agitado, grita algo ininteligible por encima del alboroto.
—¿Qué? — grito.
—No deberías estar bebiendo— grita.
—Puedo hacer lo que quiera— Llega mi tercer trago, ¿o cuenta como el cuarto, ya que le primero fue doble? No importa. Me lo trago de una.
—¿Pero ¿qué pasa con él bebe? — insiste.
Siento un nudo en el estómago. —No te oigo— miento.
Declan lanza una mirada frustrada a la enorme y ruidosa multitud. —Oh, esto es ridículo. Salgamos de aquí—
Aprieto la mandíbula. —No. Quiero emborracharme—
—Ya estás borracha. Te acompaño a casa—
¿Quién se cree que es, mi jefe? Lo fulmino con la mirada. —Vete a la mierda—
—Quizás más tarde. Vamos— llama al camarero. —Disculpe, ¿puede traerle la cuenta? Yo pago—
Gruño, pero el camarero me entrega mi tarjeta, así que al guardo en el bolsillo, y a regañadientes, dejo que Declan me arrastre fuera del bar. La acera se inclina bajo mis pies, pero me sujeta fuerte. Evitando que caiga al pavimento hecha un ovillo.
—¿Qué demonios te pasa esta noche? — pregunta Declan, mirándome con urgencia.
Tiene unos ojos tan bonitos. Como el color del cielo gris intenso que anuncia una tormenta y mataría por esas pestañas largas. Me pregunto si me dejaría ponerle rímel y ver que tanto más crecen… y esos labios.
—Hey, ¿me escuchas? —
En realidad, no —Está bien— espeto.
—Pero ¿y si…? —
—No estoy embarazada, ¿de acuerdo? Tengo la regla. ¿Contento? —
Toda irritación y la confusión desaparecen instantáneamente de su rostro. —Oh—, dice con voz monótona.
—Si— Aunque el movimiento rápido me hace tambalear ligeramente, aparto la mirada, sin querer que vea lo mucho que me duele este fracaso.
Antes de darme cuenta de lo que está pasando, me abraza fuerte. —Lo siento—
Me pongo rígida, sin esperar su consuelo, y luego me derrito en él. El calor, la sólida fuerza de sus brazos me hace un nudo en la garganta. Mi ira se disuelve abruptamente en un simple disgusto.
—No es justo— murmuro, sorbiendo por su hombro.
—Lo intenté con todas mis fuerzas, hice todas esta mierda, y aún así no funcionó— sé que me estoy quejando, actuando de forma ridícula, pero ahora mismo no me importa. Aunque solo sea por unos minutos, siento que me miman. Siento que soy una chica aniñada que llora y se emociona. —¿Qué voy a hacer? —
Me acaricia la espalda con movimientos largos y tranquilizadores, como si fuera un gato. —Podemos intentarlo de nuevo. Durante el tiempo que sea necesario—
—Estás siendo muy amable conmigo—
—Por supuesto. Somos amigos— Su mano se detiene en mi espalda por un segundo. —Es decir, viéndote así, ¿Quién no querría animarte? —
Si estuviera menos triste, borracha y desconcertada en general, empezaría a sobre analizar todo sobre esta situación. Pero todo lo que quiero ahora mismo es su consuelo y preocupación.
No…eso todavía no es del todo cierto. No quiero la compasión de cualquiera. Quiero a Declan, y me importa un bledo como suceda.
Se aparta sin romper el abrazo, solo lo suficiente para mirarme a los ojos. —¿Te sientes mejor? —
Consigo inhalar otra vez larga y húmedamente y asiento. —Si. Gracias—
Y de hecho lo hago…lo suficientemente mejor, de hecho, como para que mi mente vuelva al problema en cuestión. Debe haber algo más que podamos hacer, alguna manera de asegurarnos de intentar un mejor embarazo la próxima vez. Los engranajes empapados de alcohol comienzan a girar.
Sonriendo, me aparta un pelo suelto de los ojos: —Me alegro de haber podido ayudar…—
—¿Con que frecuencia te masturbas? — pregunto, interrumpiéndolo.
Parpadea varias veces. —¿Qué? —
Retrocedo un poco para sacar un pañuelo de papel de mi bolso y sonarme la nariz. —Masturbarse puede reducir el conteo de espermatozoides, ¿sabes? Entonces, ¿con que frecuencia? —
—No te lo voy a decir— balbucea.
Arqueo una ceja. —Así que es mucho—
—No. Cuando alguien dice “sin comentarios” no significa automáticamente la respuesta más incriminatoria posible—
—Bien. De todos modos, no importa. El mes que viene, quiero instituir una nueva política: Todos tus orgasmos me pertenecen— Bajo su mano para ahuecarla en mi entrepierna. —Cada vez que necesites aliviar la presión, solo puedes usar mi coño—
Sus ojos se abren más con cada palabra, y su boca se abre y se cierra varias veces. Cuando retira la mano, parece reacio.
—¿Me estás escuchando? — pregunto.
—Si, escuché cada palabra. Creérmelas fue la parte difícil—
Cruzo los brazos sobre el pecho. —Bueno, créelo, ¿sí o no? —
Se lame los labios con lo que podría ser inquietud, pero espero que sea entusiasmo maldita sea, tiene unos labios bonitos. Carnosos, suaves. Me gustaría que esos labios llegaran lejos, hacía mi… ¿De qué estaba hablando?
Finalmente, responde: —Si eso es lo que tiene que pasar, entonces…supongo que puedo hacerlo—
Aprieto el puño en señal de victoria ebria y hago una mueca de dolor cuando mi bajo vientre protesta con un cólico. Aceptar un plan me ha animado de inmediato. Mas sexo tiene que equivaler a más posibilidades de tener un bebe, ¿verdad? Y la perspectiva de volver a la cama con Declan es como ganar la lotería.
—¿Sigue molestándote algo? — pregunta, con voz cálida y preocupada.
—No pasa nada. Solo son unos cólicos. No es gran cosa—
Una parte distante de mi está lo suficientemente sobria como para preguntarse por qué lo solté así. normalmente, dudaría en hablar de asuntos privados del útero con un hombre que no es mi novio, diablos, incluso algunos de mis antiguos novios eran unos idiotas al respecto. Pero Declan no parece asqueado, solo comprensivo. Y de alguna manera, sabía que no importaría. Las cosas siempre han sido diferentes con Declan. Cómodo. Como si pudiera compartir cualquier cosa y el no solo no reaccionará mal, sino que realmente le importa cómo me siento.
Debe ser por nuestro acuerdo totalmente médico, y no por la forma en que sonríe. Solo somos amigos. Ni siquiera amigos-amigos. Amigos sexuales temporales. Amigos sexuales con un propósito. Amigos muy sexys.
Cállate cerebro.
Antes de darme cuenta, estamos caminando, y pronto casi volvemos a mi apartamento. Declan interrumpe mis pensamientos cada vez más sucios sugiriendo:
—Tal vez pueda echar una mano—
Abro la pueta y el me sigue adentro. Estamos de pie en mi vestíbulo, con solo la lámpara tenue que dejé encendida para iluminar nuestro entorno.
Cuando miro a Declan, veo que tiene ese brillo en los ojos que he aprendido a reconocer. La mirada astuta y sensual que significa que está tramando algún plan travieso. Pero no tengo ni idea de que está tramando específicamente.
—¿Qué podrías hacer con los cólicos? — pregunto. —¿Tienes ibuprofeno? —
—No— me ahueca con fuerza a través de mis leggins.
Jadeo. —¿Q-que estás haciendo? — parece que quiso decir echar una mano literalmente. Mi cuerpo vota que sí, pero las pocas neuronas que sobrevivieron al tequila pueden olvidar el hecho de que estoy con la regla y debería estar cerrada.
Sus dedos se deslizan sobre mi entrepierna cubierta, acariciándome de arriba abajo, lo que me dificulta pensar. —Los orgasmos liberan endorfinas y alivian los cólicos menstruales. Está científicamente probado—
—Ah, ¿ A-así que ahora eres ginecólogo? — Mi intento de sarcasmo se ve socavado por la forma en que su hábil provocación hace que mi voz tiemble. Maldita sea, ni siquiera ha tocado mi clítoris directamente todavía, pero ya está empezando a doler.
—Me gusta estar informado— Lame la concha de mi oreja, haciéndome estremecer.
—Pero…— suspiro.
Me presiona contra la pared, apretándome entre su superficie fría y su calor. —Déjame hacerte sentir mejor—
Me rindo y muevo mis caderas ante su toque. Con un sonido de placer en mi oído desliza su mano dentro de mis bragas. Sus dedos se sienten frescos sobre mi piel sobrecalentada. Separo mis pies para darle más espacio para trabajar, y oh, y sí que hace su trabajo. Sus dedos frotan círculos en mi c*****o hinchado mientras besa y pellizca un punto sensible en mi cuello, enviando hormigueos por mi columna vertebral. No me importa que no deberíamos estar haciendo esto, ya que el propósito principal está pospuesto temporalmente. Pero estoy borracha y cachonda, quiero placer, quiero a Declan.
—¿Te gusta? — Su voz se ha vuelto baja y áspera.
—Mmmm— murmuro, jadeando. —Si—
No puedo contener mis gemidos. Entierro mi cara en su ancho hombro y abro más las piernas para su mano exploradora. Mis rodillas amenazan con doblarse, pero sé que no me dejará caer. El éxtasis me recorre y muerdo el hueco de su cuello, amortiguando mis gritos. Declan contiene la respiración y su erección de acero empuja mi estómago.
Me corro en una descarga vertiginosa de endorfinas que realmente me hace sentir mejor, de la cabeza a los pies.
Cuando mi temblor disminuye, me da un beso suave, casi tierno, en los labios.
—Te dejaré embarazada el mes que viene, lo prometo— dice en voz baja. —Pero por ahora…es tiempo de llevarte a la cama—
Su cálido brazo alrededor de mi espalda baja me estabiliza mientras me quito los zapatos, y me doy cuenta de que ya no estoy deprimida por tener la regla. De hecho, estoy emocionada por lo que me espera el próximo mes: un bufet libre de Declan.