2- Atrapados en el ascensor

1958 Words
JAZMIN Eso es todo. Este rascacielos no parece nada especial. No es diferente de ninguna de las docenas de edificios de oficinas de esta ciudad cubiertos de ventanas con espejos o hormigón gris. Pero tan pronto como cruce el umbral, estaré dando el primer paso hacia mi sueño. Cada paso se siente pesado por la anticipación. Me detengo frente a la lata puerta giratoria del edificio, preparándome para lo que estoy a punto de hacer. Eso es solo una consulta, me digo a mí misma. No es como si fuera a quedar embarazada aquí mismo, en este momento. Probablemente ni siquiera me receten ningún medicamento para la fertilidad todavía. Todo lo que estoy haciendo es obtener más información y aprender cómo funciona el proceso. Aún así, se siente más como si estuviera saltando de un acantilado en lugar de entrar en el consultorio de un médico. Alisando mis manos sudorosas sobre mi falda, respiro hondo para ahuyentar las mariposas en mi estómago. Luego entro y cruzo el vestíbulo. Nunca he estado tan emocionada ni tan asustada. No tengo ninguna duda de que esto es lo que quiero, pero tener un bebe sigue siendo una decisión monumental. No es como si fuera un par de zapatos que puedo devolver si me arrepiento de haber comprado. No puedo retractarme, y cambiara mi vida para siempre. En el ascensor, presiono el botón del piso trece. Hay algo que me parece siniestro en este número de piso. Pero sé que son solo mis nervios y mi ansiedad trabajando horas extras, así que entro. Justo antes de que se cierren las puertas, una mano grande y fuerte se interpone entre ellos y se retiran. Un hombre con un traje azul marino impecable y una camisa blanca y entra, y maldita sea, que hombre. Mi mandíbula amenaza con abrirse ante la deliciosa vista. Es alto, con hombros anchos que su chaqueta a medida no oculta en absoluto. Mandíbula esculpida. Cabello oscuro ondulado, con un corte clásico y limpio. Ojos color azul grisáceo, del color de un cielo nublado, con solo unas pocas líneas alrededor, que se arrugan en las esquinas con picardía. Rápidamente finjo estar fascinada con la alfombra para que no me pille comiéndomelo con los ojos. Presiona el botón del piso superior y se acerca un poco más de lo necesario. ¿Lo está haciendo a propósito? ¿No entiende el concepto de espacio personal, especialmente cuando su espacio personal roza el mío? No, está actuando con total normalidad, soy yo la que esta leyendo demasiado en esta situación. Malditos nervios. No puedo dejar de ser consciente de él. puedo oler su colonia fresca. Demonios, si no lo supiera, juraría que puedo sentir el calor de su cuerpo. Mi corazón late más rápido mientras subimos ruidosamente, piso por piso, el pequeño espacio cerrado del ascensor lleno de él. Aunque no ha dicho ni una palabra, su presencia sigue siendo tan intensa, casi abrumadora. Maldita sea, es perfecto. Es ridículo lo abrasador que es y cómo me lo he encontrado aquí, ahora de entre todos los momentos y lugares. Es casi como si el universo se riera de mí. burlándose de mi decisión de renunciar a encontrar una pareja para plantar su semilla en mi jardín de amor. Colgando exactamente el tipo de hombre que siempre he querido, y nunca he logrado atrapar, justo frente a mí. Incluso parece más o menos de mi edad, tal vez unos años mayor. Lo miro de reojo y lo cálculo entre treinta y treinta y tantos. Esto es tan injusto. De repente, se oye un chirrido metálico. Una sacudida que nos hace tropezar a ambos. nuestras respiraciones se detienen simultáneamente, y sus manos se extienden y agarran mis brazos. Su tacto me quema. Cada parte de mi está viva. Mis ojos se abren de par en par. No. No, en serio, vamos. Tienes que estar bromeando. Ignorando mis frenéticas oraciones, el ascensor se detiene de golpe. —Mierda— refunfuña el hombre. —¿Estás bien? — Su mirada penetra la mía, y no estoy segura de si el nudo en mi estómago es por su tacto o por el ascensor. Asiento. —Solo me sobresaltó— Y un poco cabreada. Aunque, a pesar de todo, no puedo evitar notar que su voz es tan deliciosa como el resto de el. Un barítono suave y rico. En lugar de pulsar el botón de AYUDA en el panel de la pared, me suelta y saca su teléfono. —Hey Ted. El ascensor se ha detenido— Una pausa. — ¿Importa? En algún lugar alrededor del décimo piso— Una pausa mucho más larga, durante la cual aparece un profundo surco en su frente que hace que mi estómago se hunda. —Ya veo. Gracias— Cuelga. —¿Y bien? — pregunto, incapaz de ocultar la ansiedad en mi voz. —Era el gerente de mantenimiento del edificio. Va a llamar a un equipo de reparación, pero dijo que probablemente pasará media hora hasta que la compañía pueda enviarlos, y luego al menos otra media hora hasta que puedan solucionar el problema, sea cual sea— El hombre se guarda el teléfono en el bolsillo, con aspecto molesto pero despreocupado. —Parece que nos quedáremos aquí un tiempo— Mientras tanto, gimo, con ganas de arrancarme el pelo. —Uf, no puedo creer esto— Adiós, cita con el médico. Hola, cargo por no presentarme y rehacer todo el lío de la programación. Tal vez no me cobren el cargo, al menos tengo una buena excusa: seguro de que se enterarán de que el ascensor de su propio edificio se ha estropeado. Gracias a Dios que desayuné esta mañana. Dios mío. ¿Por qué estoy pensando en el desayuno ahora mismo cuando tengo los nervios revueltos, cada bocado del desayuno en mi estómago? Casi tengo ganas de vomitar. —Si, es un fastidio— Suspira. —Pero no hay nada que podamos hacer al respecto ahora, aparte de ponernos cómodos— Se sienta con las piernas cruzadas en el suelo, con traje caro y todo. ¿Cómo puede estar tan indiferente por estar atrapado en una caja de metal durante una hora, posiblemente mas? Yo, estoy tratando de controlar mi ansiedad y no perder la cabeza. Ladeo la cabeza hacia él. —¿No tienes que ir a ningún sitio? — —Si, al trabajo, pero en mi oficina probablemente estarán contentos de que llegue tarde por una vez— Se ríe. —Me llamo Declan, por cierto— Cuando no hago ningún movimiento para sentarme, me dice otra cosa. —Prometo que no muerdo. A menos que me lo pidas amablemente. ¿Te unes a mí? — Dios, ¿Por qué tiene que ser tan jodidamente atractivo? Y sea lo que sea esto, ¿estás bromas coquetas de su parte? Estoy tan fuera de practica que ni siquiera es gracioso. ¿Qué hago con mis manos ahora mismo? Me arrodillo torpemente a mi lado del ascensor, sujetándome la falda para no mostrar mis intimidades por accidente. —Soy Jazmín. Entonces, ¿trabajas en este edificio? ¿A qué te dedicas? — Supongo que no tenemos nada mejor que hacer ahora mismo que entablar una conversación. Y hablar es lo único que evitará que le envié mensajes de texto obsesivamente a mi asistente, Giana, para preguntarle como lleva las cosas en la librería. Se encoge de hombros. —Me hice cargo del negocio familiar hace un par de años— Vaya manera de evitar responder a que se dedica. Esta va a ser una hora larga. En ese momento, su sonrisa amistosa se torce. Mira el botón que presioné en el panel de control. —¿Y tú qué? ¿Ibas al banco de azotes? — Mi cabeza se echa hacia atrás mientras abro y cierro la boca un par de veces, sin habla. —¿Qué? Es… ¡Yo…! ¡No! — —Lo siento, supongo que es un término bastante infantil— Me sonríe con suficiencia. —¿Estación de masturbación? Estoy seguro de que eso no es mucho mejor— Su sonrisa es abrumadoramente sexy. Pongo los ojos en blanco por si acaso. —No voy a ir allí. E incluso si lo fuera, no es asunto tuyo— digo con un resoplido, esperando que mis mejillas no se pongan rosadas. Su sonrisa es completamente diabólica ahora. —La clínica es lo único que hay en ese piso, así que ibas allí por negocios o por placer…seguro. No llevas un maletín lo suficientemente como para ser representante farmacéutica, no pareces lo suficientemente mayor como para ser médico especialista en esperma y no llevas ropa quirúrgica, así que no eres enfermera. Solo queda una opción— Me salva de más interrogatorios el timbre de mi teléfono. Gracias por salvarme, mamá. —Espera, debería contestar— murmuro, y luego me giro ligeramente para responder. —¿Hola? — —¿Ya lo han metido? — grita mamá sin preámbulos. —¿O solo te dan las cosas en un frasco pequeño? — ¿Di las gracias a la mujer que me dió a luz? Me retracto. Mantengo el volumen de mi teléfono al máximo, y la voz de mamá está permanentemente configurada en el tono más alto como sea humanamente posible. Mirando a Declan, veo que está sonriendo como si estuviera conteniendo la risa. Mierda, mi cara está en llamas. —N-no ahora no es un buen momento, mamá. Estoy atrapada en un ascensor— —¡Oh, no! Pasaste semanas tratando de conseguir esta cita. Que pena. ¿Estás bien? ¿Trajiste algo para picar? ¿Necesitas orinar? — Dios, mamá. Te quiero mucho, pero por favor cállate. —Está bien, en serio— susurro con los dientes apretados. —Un equipo de reparación vendrá a sacarnos en cualquier momento. te llamaré más tarde— —¿Pero ¿qué hay de tu…? — —Lo siento, te quiero, adiós— Golpeo el botón de FINALIZAR LA LLAMADA antes de que pueda anunciar más detalles vergonzosos al mundo, luego, a regañadientes, miro al increíblemente sexy Declan. —¿Alguna posibilidad de que no hayas oído eso? — Niega con la cabeza, todavía sonriendo con suficiencia. —Lo siento, no voy a mentir. Escuché cada palabra y mi pregunta ha sido respondida. Y placer, será — —Genial— dejo mi teléfono en el bolso y considero morir en el acto. Hay un momento de silencio antes de que Declan diga: —Entonces, eso parece un…— —Si, ¿de acuerdo? Tenías razón— suspiro. —Voy a la clínica de fertilidad. Quiero un bebé. No es para tanto — pero, por supuesto, si es para tanto. El más grande. —No hay nada de malo en eso. ¿Pero por qué no vino tu marido contigo? Parece desconsiderado dejarte hacer esto sola— Ay. —Porque no tengo uno— —Tu novio, entonces— Niego con la cabeza. —Esos también acaban de terminar— Parpadea sorprendido. —¿Novia? — Dios mío, este hombre… —No. Estoy soltera— Tal vez no siempre felizmente, pero creo que lo estoy haciendo bien. excepto en momentos como este, sentada cerca de un ejemplar masculino de primera como Declan y teniendo que mirar sin tocar. Realmente quiero tocar. Aunque solo sea para estrangularlo. —Ya veo— Se frota la barbilla pensativo. —Así que solo estás…haciéndolo— Le doy un breve asentimiento. —Si— tratando de entenderlo, de entenderme, a un nivel más profundo. jugueteo con mis manos en mi regazo, no precisamente contenta de que su ceño fruncido sugiera que soy una ecuación matemática complicada, o una bomba que necesita desactivar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD