—¡Sólo mátame! Si no, mientras respire, arreglaré esto contigo... Susana tenía los labios azules y la voz temblorosa, pero levantó la cabeza desafiante y habló con determinación. A pesar de todo, Susana no se echaría atrás ante Adrián. Los días de castigo no la habían hecho cambiar. Janice miraba, revolviendo la olla mientras fingía persuadir a Adrián para que perdonara a Susana, deseando secretamente que Susana sufriera hasta la muerte. —Adrián, Susana sólo está confundida. Suéltala. ¡No soportará más castigo! Janice se deleitaba pensando en Susana maltrecha y débil. Susana había ocupado el puesto que pertenecía a Janice durante tres años, y ya era hora de dejarlo. —Despreciable. Susana murmuró con los dientes apretados, pero su desafío fue respondido con un trato cruel. Jeremy l

