Despertó en la mañana como cualquier otra. Lo primero que veía cada mañana, era la espalda fría de su marido. Nunca la volteaba a ver, de hecho, mientras más alejados estuvieran en la cama, sería mejor para él. Pero Andrea siempre lo había entendido, Danilo nunca había sido un hombre que disfrutará del contacto físico.
¿Y cómo no iba a saberlo? Después de más de quince años de matrimonio, apostaría que no había una persona que conociera mejor a su marido que ella. Y eso implicaba que, apenas despertara debía empezar sus obligaciones.
La primera de ellas... Despertarlo.
-Danilo, Danilo, mi amor... Es hora de levantarse. ¡Buenos días! - Se acercó a el e intentó moverlo con amabilidad, lentamente. Siempre le funcionaba, porque su esposo se despertó con brusquedad. Lo primero que hacía Danilo al despertar, nunca era ver a Andrea, siempre volteaba a ver su despertador, confirmando la hora.
-Es tardísimo, si no me apuro llegaré tarde al trabajo ¿qué te he dicho de levantarme más temprano? - El del cabello azabache se levantó, sin tan siquiera voltear a ver a su mujer, quien estaba esperando un beso de él.
-Lo siento cariño, lo tomaré en cuenta- susurró, pero Danilo pasó de ella tomando el primer traje que tenía en el closet, y metiéndose inmediatamente al baño privado del cuarto. Andrea suspiró, antes de levantarse. Tomó una camisa informal y un pantalón de mezclilla, y se fue al baño del pasillo. Debía estar en el comedor, antes de que Danilo saliera, o se molestaría de no verla en la mesa preparada.
Y así era, en apenas diez minutos, Andrea estaba lista y arreglada. Bajaba las escaleras con elegancia prisa hacia el comedor de la gran casa. -iNaty!- Gritó, aunque más que un grito, era apenas una alzada de voz - Por favor, ayúdame a traer la comida.
Natalia, una chica joven que era criada de la familia, apareció apresurada, junto con un séquito de mayordomos. Todos listos para servir el desayuno. -Por favor señora, siéntese por favor, nosotros nos encargamos de lo demás-Dijo Natalia, pero Andrea negó.
-Por favor, déjame ayudar, aunque sea para poner el desayuno de mi marido-Naty sonrió sin decir nada. A la joven le encantaba ver el amor de sus dos jefes, en especial el que le dedicaba la señora Andrea a su marido.
Pero no habían pasado dos segundos de que Andrea tomara el primer plato donde estaba el desayuno de Danilo, cuando esté bajo de las escaleras. Vestido con un traje caro y una bata bordada que presumía todos sus títulos, además de un peinado que no había cambiado desde hace años; la elegancia y belleza que portaba desde hacía más de quince años parecía no desvanecerse.
-Andrea, deja eso por favor- Andrea palideció al oír su voz- ¿No tenemos ya criadas que hacen eso? por Dios, Natalia, te voy a despedir si vuelvo a ver que no haces tu trabajo...
-¡No!- Andrea dejó rápidamente el plato, protegiendo a la joven- Natalia no tiene la culpa, yo le había pedido hacerlo, quería que todo estuviera como te gusta... -Para eso les pago Andrea, ellos tienen un trabajo, y si lo hacen mal...-Los despido.
Andrea tragó lento, pero solo cerró los ojos y asintió, antes de sentarse y empezar a desayunar, en total, silencio.
El silencio solo se rompía cuando Danilo quería. - ¿Qué es lo que piensas hacer hoy? - Le preguntó al terminar su bocado. -Seguramente salga, oí que abrieron una nueva cafetería por aquí y dicen que es muy buena- Natalia sonrió era ella quien le había recomendado el café a la señora sin embargo fue regañada por el ¿no piensas salir así ¿cierto? - Danilo ni siquiera volteo a verla, pero la frase sacó a Andrea de lugar, y su cara y ambiente lo demostró- Eres una Albrecht, mi esposa, soy el dueño de uno de los mejores hospitales del mundo. Mi mujer no puede hacer las cosas de una cualquiera- Recalcó el evento que acababa de pasar -Ni vestirse como cualquiera-Su mirada era amenazadora -No quiero escándalos.
-No te preocupes marido mío, me cambiaré inmediatamente. No saldré con esta ropa- Danilo asintió antes de darle el último sorbo a su café. -Me voy, tengo un día muy importante, nos vemos-Se levantó y le dio un beso en la frente a Andrea, tomó su maletín, y se fue sin dar vuelta atrás.
-Ay señora, cómo desearía tener un marido como el de usted-Suspiro Natalia, tras oír el cierre de la puerta principal.
Andrea se sonrojó, al punto de casi escupir un poco de su café- ¿cómo dices? -El señor Danilo tendrá sus cosas y acciones, pero se ve que la quiere muy bien, y se preocupa por usted- Volvió a dar un suspiro, antes de retirarse, dejando a Andrea sola con su desayuno.
-Me quiere...- Su mirada estaba perdida, ni siquiera podía reírse de ello. Esa era su maldición en su jaula de oro- Así es como deben de vernos, mi amado Danilo. Y a pesar de todo, esas últimas palabras no las decía con malicia, no eran una mentira.
Andrea lo veía como su amado a Danilo.
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¡Señora Albrecht! Es un placer verla en este lugar por primera vez, por favor pase, pase- El dueño del local la había ido a recibir con una sonrisa de oreja a oreja. No podía evitarlo, se sentía bien al ser reconocida. Así fuera solo porque Danilo era la persona más popular de la zona. Le gustaba, y le gustaba mucho.
Había cambiado su ropa, tal y como Danilo se lo había pedido. Se había maquillado, había recogido su cabello en una coleta de caballo, y ahora usaba un elegante vestido azul aqua.
Andrea pensaba que no debía usar ropa tan formal. Incluso porque deseaba, aunque sea usar alguna de las ropas casuales que había comprado. Pero Danilo siempre fue recto en ese aspecto. La esposa debe ser tan elegante como el marido.
"Me preguntó si la amante también" - Pensó.
Le habían reservado la mejor mesa para ella, y parecía que cada uno de los meseros matarían por tener el placer de atenderle. -Me imagino que es porque son así con todos los clientes y no porque saben que yo les puedo dejar una jugosa propina ¿Cierto chicos? - Andrea les habló, dándole un sorbo a su taza de café, viendo cómo no paraban de discutir los meseros entre ellos. Varios palidecieron y otros más se pusieron rígidos.
-Lo sentimos- Murmuraron varios a destiempo, Andrea les sonrió amablemente. - ¿Serían tan amables de traerme un pedazo de pastel? Les dejaré una propina a todos ustedes si son rápidos con mi pedido. - A todos los meseros se les iluminó la cara al oír eso.
Tanto porque no los había delatado, como porque les iba a dar a toda una jugosa propina. Mientras disfrutaba de una agradable mañana en el pequeño café, lo vio, en la televisión habían interrumpido la programación habitual para decirlo.
"Es un honor para nosotros, anunciar que uno de los nuestros, el respetado doctor Danilo Albrecht, acaba de ganar el premio Nobel de Medicina. Después de sus arduas investigaciones dentro del apartado neurológico. Una investigación que lleva más de veinte años desarrollando...".
Así como Andrea lo estaba oyendo en ese momento, todos los que estaban en el café, comensales y trabajadores, voltearon a verla. -Yo... Pero no pudo ni terminar la frase, antes de que unas hordas de personas corrieron a abrazarla y aplaudirle. Todos querían saber más sobre un secreto bien tan bien guardado, que ni ella misma lo sabía.
"Será acaso que Danilo tampoco lo sabía?" Pero sus preguntas tendrían que esperar un tiempo para tener respuestas. Después de recibir las felicitaciones de todos, terminó por ir a pagar su comida, a pesar de las insistencias del dueño a que la casa invitaba. De Igual manera, les dejo una buena propina a todos y cada uno de los meseros, como lo había prometido.
Mientras se retiraba con elegancia y sin ruido del lugar, los trabajadores la miraban con orgullo. Deseaban que existieran más personas como la señora Michiru, una persona tan correcta y amable, con un corazón tan puro.
- ¿No es esa la señora Albrecht?-Murmuraban unas señoras en una esquina del centro comercial. -pero claro que es ella! Ese cabello es imposible de no reconocer- Le respondió. -Pero no estuvo aquí hace apenas una semana? -Por supuesto que sí, pero parecieras que no conocieras a la señora Albrecht, adora venir de compras e ir a los salones de belleza.
Parece que está obsesionada con que no se le noten los años que van pasando dijo riendo en voz baja, aunque fue acompañada por las risas de su acompañante- Apuesto a que en unos días la volveremos a ver por aquí ¿has visto cuánto peso parece haber subido?
A diferencia de otros lugares, las críticas a Andrea en la alta sociedad eran el pan de cada día. -Pero por supuesto, si es que además, parece diez años más vieja que su edad, pero ¿Y cómo iba a querer que se le viera? Si con el marido que tiene, debe estar obsesionada con aún ser atractiva y competir con las amantes, jaja- Aquellas dos mujeres volvieron a reír.
-Si tu marido fuera la mitad de rico de lo que es el Doctor Albrecht, también estarías obsesionada con seguir siendo bella y esbelta, e incluso gastarías lo doble de lo que gasta esa mujer.
- ¿Y cómo decirte que no? -Suspiró. No podía negarlo, envidiaba a la mujer de Albrecht. Cómo casi la mitad de la alta sociedad. Una mujer que llevaba más de veinte años viviendo en la opulencia total, sin necesidad de mover ni un dedo o sufrir una desgracia.
Aunque claro, cuál teléfono descompuesto, entre un inicio y un fin, había un mundo de diferencia. Y es que, a pesar de que era innegable el gusto de Andrea por las compras y el lujo, en aquel momento Andrea lo último que le importaba era el lujo y presumir su dinero.
Su marido acababa de ganar el premio Nobel de Medicina sino aparecía con un atuendo nuevo ante los medios cada día hasta que su esposo recibiera el premio, este la mataría. Y no lo decía de una manera no literal.
Entró a las tiendas más lujosas. Channel, Dior, Carolina Herrera, París Hilton, Elizabeth Andren y Jimmy Choo. De todas tuvo que salir con al menos dos bolsas de cada uno. Perfumes, maquillajes, ropa y vestidos elegantes para llenar nuevamente todo su armario, y tantos pares de zapatos como para no tener que usar un par repetido en un mes, todo, evidentemente, pagado con la tarjeta negra que su marido le había dado.
- ¡Solo mírala! - Exclamó- Ha entrado con un vestido, y ha salido con otro- Y no era mentira, el vestido elegante y fresco azul que Andrea había llevado, ahora era un refinado vestido rojo, digno de una noche de fiesta.
- ¿Siguen aquí? - Al oír aquella voz, las dos mujeres parlanchinas palidecieron - ¿Están esperando a alguien? He entrado y salido, y siguen aquí, hablando ¿Acaso estamos espiando a alguien? – Andrea volteó a ver de lado a lado, como si estuviera buscando a alguien. -No, no. No es nada, solo estábamos aquí...
-Oh, lo siento ¿Estoy siendo impertinente? - La susodicha fingió demencia- Lo siento mucho tengo que retirarme, mi marido me espera para celebrar. Nos veremos en la próxima ocasión – ella se retiró con mucha elegancia dejando a las dos mujeres rabiando de irá. A pesar de todo, Andrea tenía un poco de orgullo para defenderse. Aún tenía algo de valor.
-No me había dicho que ganarías un premio tan importante- Andrea lo apareció a la mañana siguiente. Danilo y Andrea rara vez se vieron si no fuera en la mañana. Danilo se dedicaba de vida a su trabajo. Y si no estaba trabajando en el hospital, su campo de batalla y en una operación de veinticuatro horas, estaba encerrado todo el día en su oficina, haciendo trabajo administrativo.
Ni siquiera bajaba a la esquina. Aquella casa era un silencio total y absoluto, cada uno encerrado en su mundo. Un mundo que no se podía tocar, ni entrar. -Tampoco estaba enterado-Le respondió con frialdad- Fue una sorpresa para todos. Las felicitaciones entre los dos estaban de más. A pesar de que Andrea ya le había dicho lo orgullosa que estaba, parecía que Danilo no lo había oído.
-Quiero que vayas al salón de belleza hoy, y compres ropa nueva. Hoy haré una fiesta para celebrar el premio, te quiero arreglada y preparada- Danilo asintió, la ropa que había comprado un día atrás volvía a tener sentido, y la cita que había reservado más sentido que nunca. Era como si supiera de memoria que Danilo haría una fiesta, y ella sería la última en ser informada.
-Claro que sí, cariño, estaré lista antes de la fiesta. Me encargaré de los preparativos también- Danilo asintió, aunque parecía más ocupado leyendo unos papeles que en otra cosa- Ah, y nada de entrar a la cocina, hay mucha gente viéndonos en este momento, y lo último que quiero es que se hable de que no cuido bien a mi esposa - Andrea agachó la cabeza sin hacer un comentario, aceptaba lo que Danilo le decía, antes de levantarse de la mesa, tengo mucho trabajo que hacer aquel día- Me voy a trabajar.
-Buena suerte en tu día, cariño- Andrea se levantó e intentó ir a besarlo, pero Danilo ni siquiera se dio cuenta, quedó demasiado envuelto en sus documentos. Simplemente, ella se quedó de lado en el camino de Danilo. A pesar de todo, Andrea se puso a trabajar.