Markus Los días pasaron con una dolorosa normalidad después de aquella conversación con Edda. Intentábamos aferrarnos a la vida cotidiana, a las pequeñas alegrías que aún podíamos encontrar, pero la sombra de su enfermedad siempre estaba presente, acechando en los rincones más oscuros de mi mente. Edda se esforzaba por mantenerse fuerte, por ocultar el dolor y la debilidad detrás de una sonrisa valiente. Pero yo veía a través de esa fachada, veía cómo cada día su rostro palidecía un poco más, cómo sus manos temblaban ligeramente cuando pensaba que nadie la miraba. Entonces, llegó ese fatídico día. Estábamos sentados en el suelo, observando a nuestra hija jugar, cuando de pronto, Edda se desplomó, agarrándose el pecho con fuerza. Mi corazón se detuvo por un momento antes de que la urge

