Capítulo II: Me destruiste, cerecita

1580 Words
Hermes —Oye hermano, ¿qué pasa?—Patrick llega a mi lado tan sonriente, como no lo había visto en años. Me pregunto qué pasa con él. —Ella me dejó y no conforme con eso, me humilló en una estúpida nota.—Maldigo internamente. Creí que los meses que pasamos juntos, significaron algo para ella. Ya veo que no fue así. —Hablas de… —¡No la menciones! Estoy tan enojado, que podría reaccionar de una manera poco favorable para ti en estos momentos.—Le doy un trago a mi cerveza mientras observo a mi hermano levantar las manos en señal de rendición. —¿Tanto la querías?—Pregunta despreocupado. —Por supuesto que no, simplemente me dio en el ego.—Miento.—Esa encantadora mujer, solo fue un polvo más para mí—vuelvo a mentir—,lo que me molesta es que se haya atrevido a insinuar que lo tengo chico y que follo como un puberto sin experiencia. Patrick, estalla en carcajadas ante lo último, girando medio cuerpo hacia él, lo fulmino con la mirada y en un segundo, le borro esa estúpida sonrisa de su cara. —Lo siento, es una suerte que no volverás a saber de ella. Dentro de tres días dejaremos París y tú te concentrarás en ese nuevo negocio. Estoy seguro que en casa, ya te están esperando un par de chicas hermosas, con las que podrás convencerte a ti mismo de que no eres un p**o chico.—Lo tomo por las solapas de su traje y lo acerco a mí, hasta tenerlo a escasos centímetros de mi rostro. —¡Lárgate Patrick!—Espeto furioso, este mocoso no toma nada en serio.—No quiero verte hasta que se llegue el día de regresar a Berlín, de lo contrario, voy a golpearte tanto, que vas parecer carne molida cuando llegues a casa—. Dicho esto, lo suelto dándole un empujón que lo hace caer al piso. Pareciera que mi desgracia lo alegra. —Puedes amenazarme tanto como quieras Hermes, pero tú y yo sabemos que esa chica te importa más de lo que puedes aceptar.—Me dice levantándose del suelo, mirándome de una manera que no puedo descifrar. —Estás equivocado, ya te dije que no fue más que un simple polvo, ahora retírate Patrick, estoy cansado y por favor, no vuelvas a llamarme en medio de la noche para que arregle tus problemas. … Al día siguiente, mi hermano obedeció mi orden. No se presentó ante mí y yo pude continuar tranquilamente con mis vacaciones. En dos días regresaré a mi país para ayudar con la administración de un lujoso hotel. Markus Lauder me eligió también para instruir a su misteriosa hija, tengo entendido que, en un futuro ella se hará cargo del negocio. A pesar de todas las maravillas que hay en París, yo solo puedo pensar en esa pelirroja de ojos verdes y cuerpo de tentación. Tres meses me bastaron para quedar hechizado con su belleza, una noche con ella fue suficiente para que ella me destruyera por completo. ¿Tan mal estuve? ¿Acaso la lastimé? No debí acudir al llamado de Patrick, de haberme quedado, la habría hecho cambiar de opinión. —Cerecita, algún día volveremos a vernos y haré que te tragues tus palabras. … —¿Qué haces aquí, Patrick? —Dijiste que no me presentara ante ti hasta que llegara el día de volver a casa.—Palmea mi pecho y se adentra a mi departamento.—El día llegó, hermano. ¿Estás listo? Suspiro con fastidio y asiento en respuesta. Aún sigo molesto, sin embargo, no puedo desquitarme con él. —¿Ya sabes que harás llegando a Múnich? No puedes seguir sin hacer algo bueno con tu vida—. Según él, vino en busca de una señal que logre darle un sentido a su existencia. —Aún no lo sé, hermano. Pero creo que ayudaré a mi padre en el banco, de algo tiene que servir mi título en finanzas.—Evito virar los ojos ante su respuesta, es un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Ya tiene treinta años, egresado de la mejor universidad de Berlín con un título en economía y finanzas que no ha sido capaz de ejercer en la empresa de mi padre. Francamente, ha tenido todo en charola de plata y aún así, no quiere hacer nada más que malgastar el dinero de nuestros padres. Una verdadera lástima. —Tienes que dejar de comportarte como un niño. Padre algún día querrá retirarse y el banco probablemente pasará a tus manos. ¿Y aún así no quieres sentar cabeza?—Lo miro rechinar los dientes, odia que le escupa sus verdades a la cara. —¡Ya te dije que ayudaré a papá! No tienes que gritarme a la cara que tú has sido el hijo perfecto, señor "Eminencia de la administración".—El tono infantil que usa, me hace reír.—Si tanto te interesa, ayúdalo tú y déjame vivir mi vida en paz. —Encantado lo haría, pero ese no es mi ramo. Es el tuyo Patrick. Y si no quieres que te recuerde que yo he sido "perfecto" como tú dices, empieza por dejar esa actitud de niño malcriado que tienes.—Me acerco a él y palmeo con suavidad su mejilla.—Te lo digo por tu bien, hermano. Aleja mi mano de un manotazo y se gira para luego decir: —Como sea, vámonos o perderemos el vuelo. Madre ha hecho mal en consentirle sus berrinches, tarde o temprano se dará cuenta, solo espero que no sea demasiado tarde cuando lo haga. Lo veo salir con prisa y furioso del apartamento, niego un par de veces y me dispongo a tomar mi equipaje para hacer lo mismo. Indudablemente, este viaje no resultó como lo planeé, pero soy un hombre hecho y derecho que tiene que afrontar la realidad aunque duela. Me destruiste, cerecita. Lograste lo que ninguna otra, te ganaste mi corazón y lo hiciste pedacitos. … —Hijo, ¿cómo les fue en el viaje?—Mi padre nos recibe al llegar a casa. Después de saludarnos como se debe, le respondo: —Bien. —¿Solo…bien?—Mi cara, o tal vez mi voz lo hace dudar, pero no voy a decirle que solo conseguí que cierta mujer de ojos verdes me lastimara sin ningún tipo de contemplación. —No fue lo que esperaba, solo es eso.—Respondo, en espera de que deje de mirarme como si quisiera meterse en mi mente. —De acuerdo—levanta las manos—¿Qué me dices tú, Patrick?—Se dirige a mi hermano esta vez, lo cual agradezco infinitamente. —A mí me fue excelente padre, estoy feliz y satisfecho con lo que pasó en ese viaje—Claro que sí, no fue él al que humillaron. —Me alegra escuchar eso, ¿qué pensaste sobre lo que hablamos la última vez? —Lo haré padre, comenzaré a trabajar contigo en el banco.—Dice con una sonrisa bastante fingida a mi parecer, sin embargo, no me atrevo a refutar en lo absoluto. Sé muy bien que esto le hace ilusión a mi padre, no me atrevería a borrarle esa genuina sonrisa del rostro. —¡Mis bebés, ya están en casa!—Los tres nos giramos al escuchar la voz de mi madre. Después de tres meses sin verla, la encuentro más hermosa de lo que era. Esa rubia cabellera y esos ojos tan azules como el mar, me llenan de calma. Cuando estoy por levantarme de mi asiento para abrazarla, Patrick se adelanta y es él quien llega primero a sus brazos. Típico del pequeño idiota. —Madre, te extrañé.—La envuelvo en mis brazos y doy vueltas con ella, ignorando sus reclamos para que la baje. —Cielo, también lo hice.—Besa mis mejillas cuando sus pies están nuevamente en el suelo—.Creí que esta vez regresarías con una hermosa mujer a tu lado,—sin saberlo, mete el dedo en la llaga, hago un esfuerzo por no saltar hacia Patrick al verlo con una sonrisa burlona en sus labios. —Madre… —Hermes Ackermann, el tiempo pasa y yo no me haré más joven. Tienes treinta y tres años, tu padre y yo deseamos nietos.—Pellizca mis mejillas y yo me aparto ante el gesto, no me gusta que haga eso. —También tienen a Patrick.—Refuto señalando a mi hermano, quien antes de recibir uno de los sermones de Kristine Ackermann-Weber, se aleja aprovechando que está cerca de la puerta para desaparecer de nuestra vista. Feigling. —Patrick todavía no está preparado para una responsabilidad de tal magnitud, tú sí. —¿Por qué piensas eso? —Ambos sabemos lo que pasó con tu hermano hace muchos años, le destruyeron el corazón siendo un adolescente, aunque lo niegue, sigue sufriendo por esa…mujer.—Esa es una excusa tan estúpida, pero no se lo digo puesto que no me siento con ánimos de discutir con ella. —Ya veremos madre, ya veremos. Dándole un beso en ambas mejillas, me despido de ella para ir a mi casa. Estoy cansado y mañana tengo que conducir por cuatro largas horas. Tengo que estar descansado para conocer a la hija de Markus Lauder, presiento que esa señorita será un dolor de cabeza.
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