Marcus tuvo la impresión de que era observado, al alzar la mirada, pudo notar el discreto movimiento de la cortina, una sonrisa pícara apareció en su rostro.
Se apresuró a secar su cuerpo, después de eso se dirigió hacía su habitación, mientras tanto Maya seguía tirada sobre la alfombra, sentía como si tuviera un gran peso encima.
—Esto y más te mereces Maya Jones, por andar viendo lo que no debes, Marcus Arched no debe parecerte atractivo, ese hijo de put# es tu peor enemigo —se dijo así misma.
Se sentía furiosa, era una tonta pervertida por ver de esa manera al hombre que había sido amante de su madre.
Y es que era casi imposible no hacerlo, con sus casi dos metros de altura de puro músculo, músculos muy bien distribuidos, un rostro perfecto, sonrisa de infarto sobre una barbilla partida, y unos ojos color verde aceituna convertían a ese hombre en irresistible.
Dios no podía haberle dado tanta maldad a una de sus creaciones perfectas, tenía que haber sido creado por el mismo diablo, sí eso era, lo había enviado a la tierra a atormentar a las mujeres, mujeres como ella.
No pudo evitar llorar de impotencia, cerró los ojos esforzándose por recrear el rostro de su padre, así sacaría de su mente la imagen de Marcus, así se quedó profundamente dormida.
Por la mañana, al despertar y moverse, sintió que todo el cuerpo le dolía, se levantó y se sentó en el borde de la cama, aún era temprano, podría dormir cómoda por un par de horas.
Se acostó, al hundirse su cuerpo en el cómodo y suave colchón, le pareció la gloria, se volvió a quedar profundamente dormida.
Más tarde, se despertó sobresaltada al escuchar que llamaban a la puerta, se levantó esperando que no fuera Marcus, suspiró aliviada al ver que era el asistente.
—Buenos días, señorita Jones —la saludó con su característica sonrisa.
—Buen día.
—El señor Arched la esperará en una hora en la terraza para el desayuno, después irán a la oficina.
—Gracias, ahí estaré puntualmente.
El asistente volvió a sonreírle, Maya se preguntó si era natural la dentadura perfecta de ese chico, movió la cabeza para espabilarse, no entendía qué era lo que le pasaba con esos hombres últimamente.
Los recuerdos de su último novio ocuparon su mente, un guapo chico que era compañero de estudios, acudía a su casa continuamente, era verdad que lo amaba, pero nunca le permitió ir más allá.
Cuando se decidía a hacerlo, la imagen de Marcus Arched desnudo en la cama de su madre acudía a su amante, y salía prácticamente corriendo, el chico parecía estar dispuesto a esperar a que estuviera lista, eso hasta que lo encontró en una actitud sospechosa con su madre.
—Es que no puedo creer que me hagas esto, mamá —reclamó mientras las lágrimas mojaban su rostro, y el chico tomaba su camisa para dirigirse hacia la salida.
—Lo siento querida, sabes —dijo mientras encendía un cigarrillo y se le quedaba viendo con una maléfica risilla —a los hombres hay que atenderlos como se debe, este chico está como quiere, y es claro que tu no estás dispuesta a darle lo que él necesita.
Maya no se sentía agotada de siempre discutir con su madre, así que se dio la vuelta para volver a su habitación, esa terrible actitud ya era una constante en su vida.
Ella tenía que estudiar por las mañanas y trabajar por las tardes para poder pagar los gastos y la casa, su madre solo se dedicaba a beber alcohol y a meter hombres en su habitación con los que pasaba la noche, uno diferente cada vez, parecía una adolescente.
Se negaba a trabajar bajo la excusa de estar enferma, Maya sentía que ya no podía con ella, sus comentarios sarcásticos cada vez iban más allá, se burlaba diciendo que no había heredado su belleza.
—Te pareces a tu padre, no, más bien eres idéntica, realmente patética.
Maya a veces sentía que explotaría de un momento a otro, pero trataba de ser paciente, después de todo era su madre, así fue hasta el día que al llegar a casa la encontró en la sala acompañada por varios hombres.
Estaban alcoholizados, uno de los hombres intentó tocar a Maya, diciendo que de seguro era igual de zorr* que su madre, aquello fue la gota que derramó el vaso, llamó inmediatamente a la policía, y a su madre la internó al otro día.
Desde entonces había ingresado una y otra vez a ese lugar, al salir estaba bien por algunos días, luego recaía, pero ni en los escasos momentos de lucidez dejaba de humillar a su hija.
Noble de corazón, Maya sentía una gran culpa por tener a su madre recluida en ese lugar, no perdía la esperanza de que cambiara algún día.
Al salir de bañarse, trató de despejar su mente, dejar esos amargos recuerdos escondidos en algún lugar de su mente donde por el momento no le hicieran daño.
Antes de salir, tomó su celular para hacer una llamada, la persona al otro lado contestó casi de inmediato.
—¿Maya?
—Sí, soy yo, perdón que la llamé a esta hora.
—No importa, ¿Qué sucede?
—Acepté un nuevo trabajo, escribiré sobre la vida de un exitoso hombre.
—¡Qué bien! Te felicito por eso —contestó la mujer felicitándola genuinamente.
—Sé que esto ayudará a mi carrera, pero hay un problema, un problema muy grande —dijo mientras suspiraba profundamente.
—¿Cúal es ese problema? Dime, te escucho.
—El problema es quién es ese hombre.
—¿Quién es? —preguntó curiosa.
—Marcus Arched.
—¡j***r! ¿Es el mismo Marcus Arched que me imagino? —preguntó escandalizada al escuchar el nombre.
—Él mismo.
—Mujer, como tu psicóloga y amiga de tantos años, te digo que te retires de ahí ahora mismo, ¿Cómo pudiste aceptar esa locura? —no entendía.
Maya había pagado infinidad de terapias para intentar superar aquello, sin conseguirlo, ahora ella misma se metía en la boca del lobo.
—Acepte porque quiero destruirlo.
—Maya, ¿Has hecho ejercicios de relajación? ¿Has meditado? Aléjate de ahí por tu propio bien.
—No, estoy decidida a hacerlo, pero hay un problema aún más grande.
—¿Otro más? ¿Qué sucede? No me asustes, dime.
—Qué el hombre está como quiere, me tiemblan las rodillas cuando estoy junto a él, y cuando eso me pasa siento comprender a mi madre, me recrimino por eso, me siento culpable porque estoy traicionando a mi padre.
—Maya, regresa ahora mismo, te quiero sobre el sofá de mi consultorio, tendremos una buena sesión de terapia, la necesitas.
—No, seguiré adelante con esto, solo quería hablar con alguien porque en ocasiones siento que me ahogo, no puede gustarme ese hombre, él fue quién pidió que fuera expresamente yo quién escribiera su historia.
—¿Crees que sabe qué eres hija de Rita?
—No lo sé, en ocasiones lo pienso, pero recuerda que no utilizo el apellido de ninguno de mis padres, si no el de soltera de mi abuela.
—En eso tienes razón, Maya, por favor, cuídate, me preocupas.
—Gracias, amiga.
—Sí ya estás decidida por favor mantenme al tanto de lo que ocurra, y sí me necesitas a tu lado, tu solo dime, suspenderé todas mis citas, y acudiré enseguida.
Maya agradeció una vez más a su amiga, después de cortar la llamada,a se dirigió hacia donde se encontraba Marcus.
Inconscientemente se había esmerado en su arreglo, llevaba un vestido en color n***o que llegaba abajo de la rodilla, un discreto escote al frente dejaba entrever sus atributos.
Había recogido su cabello en un moño alto, dejando ver la esbeltez de su cuello, el maquillaje era discreto, Marcus al verla llegar, no pudo evitar escanearla, ¿Acaso esa mujer deseaba provocarlo?
Si eso era lo que quería, lo estaba logrando, ¿Cómo demonios se suponía que podría concentrarse en el trabajo con ella a un lado?, la voz de la chica lo sacó de sus pensamientos.
—Buen día, Marcus.
—Maya, hoy luces radiante.
—Gracias —no pudo evitar sonrojarse.
Se sentó frente a él, enseguida le sirvieron el desayuno.
—Sí no te gusta la comida mexicana por ser muy especiada, solo solicita que la cambien.
—No, está perfecta, los chilaquiles son de mi completo agrado —contestó mientras vertía sobre su comida abundante crema y queso.
Empezó a comer, Marcus la veía discretamente, parecía estar disfrutando el desayuno, los chilaquiles en verdad parecían agradarle, la vio pedir un poco más, le agradaba que fuera de aquella manera.
Las mujeres con las que había salido, acostumbraban a cuidar su dieta, comían tanto como come un pequeño pájaro, desperdiciando casi todo el plato de comida.
Si la comida era de su agrado, seguramente estaría de buen humor, así que Marcus decidió aprovechar ese momento.
—En un par de días habrá un evento muy importante, me gustaría que me acompañaras. así podrías ver como me desenvuelvo en ese ambiente, te ayudará a conocerme un poco más.
—Me parece perfecto —contestó para después seguir comiendo.
Marcus alzó una ceja mientras la observaba atentamente, Maya volteó hacía otro lado, esa mirada tan insistente, la ponía nerviosa, y aunque trataba de no voltear a verlo, podía sentirlo, olerlo, porque su fragancia era totalmente irresistible para ella.