En terreno peligroso

1525 Words
Maya comenzó a llorar, ¿Cómo iba a sobrevivir a esto? ¿Cómo iba a soportar ver el odio y el desprecio en los ojos de Marcus cada vez que la mirara? Tal vez hubiera sido mejor que nunca lo hubiera conocido, que nunca se hubiera cruzado en su camino, que nunca lo hubiera besado, ni probado sus caricias. Porque ahora que sabía lo que era amar y ser amada por Marcus Arched, la idea de vivir sin él se le hacía insoportable. Pero no tenía otra opción, tendría que ser fuerte, tendría que encontrar la manera de seguir adelante, aunque cada día fuera una tortura, aunque cada noche llorara hasta quedarse sin lágrimas. Sentía que ese era el precio que debía pagar por sus pecados, y lo haría, sabía que merecía sufrir, merecía ser castigada por lo que había hecho, y no por haber caído en los brazos de Marcus, si no por haber traicionado la memoria de su padre de la peor manera. Maya cerró los ojos e intentó dormir, pero incluso entre sueños no pudo escapar del tormento. Porque hasta ahí Marcus la perseguía, con su mirada ardiente, con sus manos posesivas, con esa sonrisa que la atrapaba por completo. Sin imaginar la angustia de Maya, Marcus se paseaba por su despacho como un animal enjaulado, su mandíbula lucía apretada. No podía dejar de pensar en ella, en la expresión de su rostro cuando la había confrontado, en la forma en que su cuerpo temblaba de miedo. Incluso ahora, después de todo lo que Maya le había hecho, no podía arrancársela del corazón, no podía dejar de amarla, de desearla con cada respiración, con cada latido. Y eso solo hacía que su ira fuera aún más intensa, porque amarla era una debilidad que no podía permitirse, no en su mundo, no en su posición. Marcus se sirvió una copa de whisky y se la bebió de un trago, dejando que el alcohol quemara su garganta, quería adormecer los sentimientos que se habían instalado dentro de su corazón. Suspiró, cansado, y salió para regresar al lado de Miranda, antes de subir a su camioneta, se detuvo mientras clavaba la mirada sobre la habitación en donde se encontraba Maya. Se quedó ahí por un rato, después se marchó, aunque su corazón le gritaba que debía quedarse, ir hasta ella y estrecharla entre sus brazos. Miranda por su parte, salía de la habitación de uno de los guardaespaldas, un hombre bastante fornido y alto, desde que estaba en casa de su padre acostumbraba a hacer ese tipo de cosas, después de todo no estaba mal divertirse por un buen rato. Marcus no sabía que a sus espaldas era la burla de algunos guardaespaldas, le temían, pero también lo envidiaban por la posición que tenía como jefe dentro de la mafia. De Luca por su parte esperaba impaciente el resultado de la investigación sobre Maya, no podía ser casualidad que su rostro fuera prácticamente igual al de otra persona que él jamás había podido sacar de su mente, y no precisamente porque la amara. Los días pasaron y Marcus se resistía a volver a ver a Maya, en su mente imaginaba mil maneras de castigarla, pero todas le parecían excesivamente crueles y las desechaba. Sabía que si volvía a estar cerca de ella no podría resistirse a la suavidad de su piel y a la calidez de sus labios. En cambio Dan, aunque se fingía serio delante de Maya, enviaba por la chica para permitirle estar por unos minutos en el jardín lejos de su madre, en ocasiones hablaba un poco con ella. Cuando Maya regresaba a la habitación, tenía que soportar los malos tratos de su madre que la acusaba de salir a revolcarse con Dan, era claro que eso es lo que deseaba hacer ella. Al día siguiente, Marcus le ordenó a Dan que le entregará Maya un hermoso vestido que había elegido personalmente, así como unos zapatos y algunos accesorios, deseaba que lo acompañara a una reunión en otro casino donde se reuniría de nuevo con algunos socios. Hombres sin escrúpulos que eran líderes de varias células de la mafia, a Marcus le parecían despreciables, pero prefería tenerlos de su lado, de lo contrario se unirían a los Carotti para derrocarlo. De Luca se encontraba de viaje, y sabía que sus socios no se atreverían a desafiarlo informando que su acompañante a esa reunión no era Miranda, de hecho en esas reuniones nadie llevaba a su esposa, lindas chicas contratadas estaban disponibles para ellos. A Maya no le quedó de otra más que obedecer la orden, Rita temblaba de furia al ver que su hija lucía espectacular en ese vestido de diseñador. Era un vestido de seda en color rojo, de cuello alto bordado en pedrería, sin mangas, el provocativo escote en la espalda llegaba hasta la cadera, era largo ajustado hasta la cintura, la falda semicircular, debido a la delgadez de la tela, marcaba todas sus formas. —Estarás contenta, estúpida, saldrás a divertirte dejándome aquí encerrada, como si yo tuviera que pagar por tus culpas. —No tengo opción, madre, si por mí fuera no iría, pero es mejor no enfurecer a ese hombre. —Eso hubieras pensado antes de cometer la idiotez que hiciste. Maya prefirió guardar silencio, Dan sabiendo la enfermedad de Rita, a falta de sus medicamentos, le pasaba un poco de alcohol diariamente, lo necesario para que no tuviera alguna crisis de abstinencia y Maya tuviera que lidiar con ella. Marcus esperaba impaciente a Maya al final de las escaleras, cuando escuchó el sonido que provocaban los tacones, alzó la mirada, por un momento se detuvo a recorrerla con la mirada, Maya era hermosa de todas las maneras posibles, eso no podía negarlo. —Vaya, estaba a punto de subir y bajarte a rastras, no creí que te atrevieras a no estar lista a la hora solicitada. —Lo siento, solo han sido cinco minutos. —No hay excusa que valga, la próxima vez subiré y no me importa sacarte a rastras delante de tu madre —mintió Marcus para que ella no notara que moría por acariciarla. Subieron a la camioneta, Marcus se sentó al lado de ella mientras el chofer manejaba, él concentró su atención en la ventana, tratando de no dejarse envolver por su dulce fragancia, Miranda por más perfumes finos que usara, no tenía ese aroma tan exquisito. Al llegar a la reunión, Maya tuvo un presentimiento, aquello estaba lleno de hombres de muy mal aspecto, y no era precisamente por sus atuendos, más bien sus rostros delataban la maldad que había en ellos. Los murmullos de los hombres no se hicieron esperar, la chica que acompañaba a Arched no era la hija de De Luca, aunque claramente era mucho más bella, Marcus pasó su brazo sobre la cintura de Maya, marcando claramente su territorio, no le agradaba que los hombres ahí reunidos la vieran de esa manera. —Sea bienvenido, jefe —lo saludó un hombre con una fea cicatriz que iba desde la parte exterior de su ojo izquierdo, hasta la comisura de su boca. Maya bajó la mirada para que el hombre no notará que se sentía perturbada por su apariencia, no era por juzgarlo, pero inspiraba un profundo miedo. —Ya estoy aquí, Bambo, reúne a nuestros allegados en mi mesa. —Enseguida, jefe. Maya reaccionó en ese momento, ¿Jefe? Aquellos hombres tenían aspecto de todo menos de empresarios, más bien parecían delincuentes. Volteó a ver a Marcus tratando de entender qué estaba pasando, él al notar la duda y el miedo en sus ojos, se acercó a hablarle al oído. —Solo observa, querida Maya, observa y date cuenta con quién te has metido, creo que te faltó investigar una gran parte. Maya trató de retirarse un poco de él, pero Marcus apretó su agarre. La llevó hasta un privado, dentro había varios sillones, al medio una enorme mesa, y al frente, una pequeña pista en donde bailaban varias chicas en escasa ropa, si es que así se le podía llamar a lo que llevaban puesto, parecían hilos solamente. La chica nunca había estado en un lugar así, observaba con curiosidad mientras inhalaba el fuerte olor del tabaco de los habanos. Uno a uno fueron entrando varios hombres, todos clavaban enseguida la mirada sobre la hermosa chica que acompañaba a Marcus. —Jefe, creo que la chica debería de esperar afuera, lo que aquí hablaremos no debe escucharlo. Marcus se le quedó viendo al hombre, llevó su habano a la boca y aspiró profundamente, jaló a Maya para que se sentara sobre sus piernas. —¿Te atreves a cuestionar lo que hace tu jefe? —No, no, señor, solo que jamás permitimos que escuchen nuestras mujeres. —Esta linda muñequita es mucho más que eso, además creo que querrá conservar su linda cabeza sobre su cuello, ¿O estoy equivocado, preciosa? Maya sintió temblar su cuerpo, ¿Quién era en realidad Marcus Arched? Le quedaba más que claro que no era un simple empresario, no quería escuchar lo que hablarían, deseaba en ese momento salir corriendo.
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