Capítulo 1-1

2002 Words
1 Violet Nichols, Centro de Procesamiento de Novias Interestelares, Miami Esto tenía que ser un sueño. Pero se sentía real. Tan endemoniadamente real. Tenía los ojos vendados. Estaba desnuda. El discreto sonido de los gruñidos de placer de un hombre me alcanzó, inundando mi centro de placer con un calor húmedo. Pero no necesitaba poder ver para saber que unas manos fuertes se aferraban a mis caderas y que estaba sentada en la cara de un hombre mientras me comía el coño. Mis muslos se apretaron contra sus orejas; su perversa habilidad era tan intensa que los músculos de mi pierna temblaron, se apretaron y relajaron mientras su lengua se deslizaba sobre mí, y luego se apartaba, llevándose mi sensible clítoris a la boca en su punto justo de succión antes de soltarlo y hacerlo de nuevo. Gemí cuando tocó un sitio muy sensible en la parte de arriba. Sus manos eran grandes; sus dedos eran lo suficientemente largos para mantener mis húmedos pliegues abiertos para su tierno asalto. Me hizo estremecer una y otra vez, pasando de una succión exigente al más delicado de los roces. Para ser alguien tan grande, era muy cuidadoso. Pero no se lo podía decir, no podía hacer otra cosa excepto suplicar por más con un gemido sensual y un quejido desesperado, y mientras él yacía debajo de mí, un segundo hombre empujaba su polla dentro de mi boca. Su grueso contorno era liso y se sentía duro como el acero en mi lengua mientras lo ensalivaba, rozando la palpitante vena que cruzaba por él. Cuando se alejó para que pudiera rodear el borde de la cabeza con mi lengua, pude tomar una bocanada de aire antes de que me abriese los labios una vez más, empujando profundamente para adentrarse en mi garganta. Su gruñido de satisfacción y la manera en que su enorme mano se aferraba a mi cabello era toda la evidencia que necesitaba para saber que le estaba complaciendo. Una de mis manos descansaba sobre su vientre; sus abdominales, duros como el acero, se definían claramente bajo mis dedos mientras le exploraba, tocándole como si me perteneciera, como si fuese mío. Cuando se detuvo, retrocediendo, luchaba por el control, pero no se lo permití, avanzando y devorándolo como si tomase lo que era mío, mío para dar placer. Deslicé mi mano hasta abajo, tomando sus bolas firmemente y acercándole, ignorando su gruñido de advertencia. Era todo mío; no le iba a dar la oportunidad de escapar de mí, y yo sabía que realmente no quería ir a ningún lado que no fuese más adentro. Pero incluso eso no era todo. Ellos no eran todo. ¿Y este sueño? Había más. No, él era más. El tercer hombre tocándome. Estaba acorralada, y aun así me sentía completamente segura. No, más que segura. Ansiosa. Desesperada. Como si me fuera a romper en millones de pedazos —quería hacerlo— y supiera que me atraparían. Tres hombres, y eran todos míos. Uno debajo comiéndome el coño, otro en mi boca follando mi garganta y un tercero con su polla en la mano, acariciándola desde la raíz hasta la punta, sintiendo el líquido preseminal escurrirse y manchando mi pulgar. Nunca había sentido una polla tan larga, tan gruesa; mis dedos ni siquiera podían cerrarse en ella. Él no solo estaba arrodillándose a mi lado, su polla apuntaba hacia mí para que la trabajara. No, él también tenía sus manos puestas sobre mí. Su enorme mano envolvía mi pecho mientras me pellizcaba y tiraba de mi pezón. Mientras los otros eran minuciosos con sus atenciones, este era más exigente, pellizcando más fuerte de lo que esperaba, tirando de mí por más tiempo para que hubiera algo de dolor. Esto solo me hacía sentir todavía más. Me hacía sentir mejor. Estaba al borde del placer, de mi orgasmo. Dios, estaba tan cerca. Y entonces bajó su otra mano, tomando mi trasero, rodeando mi sensible abertura con su pulgar. La sorpresa de esa caricia me hizo sacudirme hacia adelante con un gemido, y me estampé más fuerte en la boca del primer hombre, deseando más. Necesitando algo dentro de mí. Mi coño estaba vacío y palpitante. Dolorido. Los deseaba a todos. Quería que me llenaran, que me diesen su semilla, que me dieran su placer. El pensamiento era extraño, pero no me resistí. De alguna manera sabía que su semen era como magia, que su roce en mi piel, su sabor en mi boca, me lanzaría hasta el borde de un orgasmo tan intenso que olvidaría cómo respirar. Y lo deseaba, quería que me lo diesen todo y me hicieran sentir que les pertenecía, así como ellos me pertenecían. Y eso hizo que mi coño se mojara más porque estaba… justo… ahí. De alguna manera, el hombre debajo de mí lo sabía y comenzó a lamer, a moverse rápidamente y bajar, deslizando su lengua en mi coño, follándome con ella, tentándome con algo que no era suficiente. No podía hablar, pero tenía otras formas de comunicarme. Apretando mi mano en la polla del tercer hombre, atrapé el duro m*****o del segundo hombre con la boca y lo toqué delicadamente con los dientes, no lo suficiente para causar dolor, pero sí para hacerle saber que estaba cansada de que me tentaran. De que jugaran conmigo. Necesitaba correrme, lo necesitaba tanto que sentí que el corazón se me iba a salir del pecho. —Nuestra compañera nos está exigiendo algo. Las palabras estaban llenas del mismo deseo que sentía, pero también había gracia en su voz. Si esa fuese mi polla rodeada de dientes, no reiría con tanta confianza. —Quizás deberíamos enseñarle quién manda… —La mano que estaba sobre mi culo se deslizó hacia abajo y la punta del pulgar del tercer hombre se escabulló adentro—. Y quién no. Susurraron esas palabras en mi oreja; el calor de su aliento era tan intenso que gimoteaba mientras él jugaba con mi culo, tentándome, deslizando lentamente su pulgar dentro y fuera de mi cuerpo, asegurándose de que supiera que él podría hacer más. Habría suplicado si pudiese, pero no podía hacer nada. Estaba completamente a su merced y ese hecho me volvió salvaje, demente. Maldición, quería que él hiciera más. Quería que me follase, que me llenara con su polla mientras el otro tomaba mi coño y yo conquistaba al tercero con mi boca. Se sentiría tan bien. Sabía que podría serlo. Lo recordaba… Espera, ¿qué? Era imposible. Esto solo era un sueño. Jamás había estado con tres hombres. Nunca lo había imaginado siquiera. Pero este era mi sueño y podía hacer cualquier cosa que me placiera. O hacerlo con cualquier persona. O con tres. Y en un sueño, me encantaría tener a tres hombres. Podría ser mandona y estar sudorosa. Perdida en el placer, los picos de mis pezones estaban tan sensibles que podría correrme si apenas jugaban con ellos. Pero que me chupasen el clítoris… Sí, eso era lo más endemoniadamente delicioso del mundo. Ya había dejado que un hombre me devorara, pero nunca había cabalgado sobre la cara de uno. Nunca había tenido a alguien que solo… supiera lo que necesitaba. Que supiera que una polla metida bien adentro en mi boca me excitaba, me hacía sentir sumisa y salvajemente sucia. Pero no me avergonzaba. No había culpa, ni prejuicio, ni una anciana frunciéndome el ceño por ser tan exquisitamente perversa. ¿Cómo podría no querer estar exactamente donde estaba cuando todo lo que sentía era adoración? ¿Veneración? ¿El obsequio del placer? —Córrete para nosotros. Ven por mí y te daré lo que realmente deseas, cariño. Follaré ese apretado culo. —Su pulgar presionaba más hondo, tanto como para hacer que mi espalda se arqueara y yo me estampara más hacia abajo, deseando más, queriendo exactamente lo que él me había prometido. Él. Grande. Duro. En lo profundo de mí. El puño que sujetaba mi cabello me echó hacia atrás, forzándome a soltar la polla que había tomado prisionera en mi boca. El hombre debajo de mí chupaba mi clítoris con fuerza, rápido, moviéndose más deprisa que antes. Estaba rodeada. Dominada. A su merced y a la del placer que me excitaba. Me encantaba, y el orgasmo me recorría como una explosión. Grité al soltarlo… al fin. Mis orejas zumbaban, mis músculos se tensaban para luego relajarse. Las paredes de mi coño se contraían alrededor de la… nada. —¿Era eso lo que necesitabas, compañera? —preguntó una voz grave. Era el segundo hombre, el hombre con el líquido preseminal que podía saborear en mi lengua; el cálido hormigueo de ese ligero sabor no tenía sentido para mí, pero lo degusté anticipadamente. Aunque este era mi sueño, no estaba completo. No conocía sus nombres, pero sabía que eran grandes, macizos y sus músculos tenían músculos. Sabía, de alguna forma imposible, que eran míos. Y eso era suficiente para mí. —No —dije. No pude evitar la provocadora sonrisa que se curvó en mis labios—. No es suficiente. Necesito a mis compañeros. Necesito que estéis dentro de mí. Oh, estaba jugando con fuego, tentándolos, llevándolos a que perdieran el control. Normalmente esto me habría puesto nerviosa, pero esta era mi yo del sueño, y no tenía pena de sus necesidades ni de su deseo. Ella necesitaba y ellos se lo darían. La certeza era como una droga en sí, llenando mi cuerpo de seguridad con una confianza que nunca había sentido en la cama. Nunca. —Cosita desesperada. Todavía ni te hemos follado —dijo el segundo hombre. Una mano acarició la amplitud de mi espalda—. ¿Necesitas más? ¿Necesitas que te tomemos? ¿Que te hagamos nuestra para siempre? Mis paredes internas se contrajeron por la posibilidad. Ah, sí, lo quería. Mucho. —Sí. ¡Sí! Estaba gritando dentro de mi cabeza, pero mi yo del sueño no pareció oírme, ni estar en muchos apuros. Esa perra egoísta sabía que iba a obtener exactamente lo que ella, yo, quería. —Espero que estés bien descansada. Tus hombres te necesitan a ti y tu coño. Tu boca. Esos exuberantes pechos. Tu perfecto culo empinado. —La mano que tomaba mi muslo se alzó para que el pulgar se moviera dentro de mí y jadeé—. Cada centímetro de ti es nuestro o lo será antes de que termine la noche. Oh, Dios. Había oído de mujeres que tienen orgasmos durante el sueño. Definitivamente era una de ellas ahora. Y ya que era un sueño, decidí que podría ser multiorgásmica. ¿Por qué detenerse con uno? Estaba muy caliente, muy egoísta para parar ahora. —Lo quiero. Todo lo que podáis darme. No me habían follado en el culo antes; de hecho, nunca había hecho muchas cosas con el culo, pero no iba a decirles que no a esos tres. Si alguien me iba a someter de esa manera, serían ellos. —Correcto —decía el primer hombre, y cada palabra estaba acompañada por un beso en mi clítoris, como si solo estuviese diciendo hola. Su voz era aún más profunda, su ritmo era más lento, como si él tuviera todo el tiempo del mundo… o al menos toda la noche, y estuviese exactamente donde quería estar—. Ese orgasmo era solo para tenerte lista para nosotros. Para asegurarnos de que este coño estuviese tierno y suave. Hinchado. Empapado. La última palabra era mitad seducción y mitad promesa, y todo mi cuerpo se estremeció en respuesta. Solo había tenido un orgasmo, pero mi cuerpo estaba tan tenso que estaba más que dispuesta a suplicar otra vez. —Dadme esas pollas —gemí—. Las quiero, ahora. —Señorita Nichols. ¡No! No. Vete. Una molesta voz femenina interrumpió mi sueño. Traté de levantar mi mano para hacer que la persona se largase, pero no podía. Estaba inmovilizada. ¿Cómo se atrevía a interrumpirme a mí y a mis hombres? —Señorita Nichols —repitió. Mis ojos se abrieron para revelar la clínica y la estéril sala de exámenes en el centro de novias. Era gris. Con baldosas blancas. Mis muñecas estaban amarradas en una extraña silla con grandes correas que dudaba que incluso un guerrero alienígena pudiese romper. Mierda. No quería estar aquí. Quería estar allá. Con mis tres hombres. Sintiéndome sensual y salvaje, y totalmente libre por primera vez en mi vida. Cerré los ojos con fuerza, bloqueando la realidad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD