Vanessa y Gabriel caminaron en silencio hasta llegar a la residencia de Gabriel. La mansión, ubicada en una zona exclusiva de Nueva York, imponía con su arquitectura clásica y sus vastos jardines bien cuidados. Vanessa no pudo evitar sentirse intimidada al cruzar las enormes puertas de hierro que se abrían ante ellos.
Gabriel, siempre serio y con expresión dura, la guiaba en su silla de ruedas sin mucha conversación. La magnificencia de la casa contrastaba con la oscuridad y el silencio que la envolvía. Vanessa notó la falta de vida y calidez en el lugar, sintiendo una vez más la frialdad que Gabriel proyectaba.
Al entrar, un mayordomo los recibió. "Bienvenido, señor Gabriel. Señorita Vanessa, es un placer," dijo el hombre mayor, con una leve inclinación de cabeza.
"Gracias, Thomas," respondió Gabriel con voz seca. "Asegúrate de que la habitación de invitados esté lista."
"Por supuesto, señor," dijo Thomas, desapareciendo rápidamente por un pasillo.
Gabriel se volvió hacia Vanessa. "Ven, te mostraré tu habitación."
Vanessa lo siguió por un largo corredor adornado con obras de arte y muebles antiguos. Mientras avanzaban, Vanessa se detuvo al notar un gran retrato colgado en la pared. Era Gabriel, de pie y en plena juventud, con una mirada orgullosa y segura. La diferencia entre el hombre del retrato y el Gabriel que ahora conocía era impactante.
Gabriel notó su mirada y se tensó. "Ese fue antes del accidente," dijo con tono áspero. "Sigamos."
Vanessa asintió y continuó caminando detrás de él, sintiendo una mezcla de compasión y curiosidad por el hombre que había sido antes de quedar paralítico.
La habitación que Gabriel le mostró era espaciosa y lujosamente decorada, con una gran cama cubierta por un dosel de encaje y ventanas que ofrecían una vista impresionante del jardín trasero.
"Esta será tu habitación," dijo Gabriel sin mucha emoción. "Espero que sea de tu agrado."
Vanessa asintió, sintiéndose un poco abrumada. "Es preciosa, gracias."
Gabriel hizo un gesto de asentimiento. "Mañana comenzaremos a planear tu nueva vida. Por ahora, descansa. Tienes que acostumbrarte a este lugar."
Antes de que Vanessa pudiera responder, Gabriel se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. "Si necesitas algo, Thomas estará cerca," añadió, y salió, dejando a Vanessa sola en la inmensa habitación.
Vanessa se sentó en la cama, observando su alrededor. La sensación de estar en un lugar extraño, lejos del bullicio del cabaret y de las luces brillantes, era abrumadora. Sin embargo, sabía que esta era su oportunidad para cambiar su vida y encontrar su verdadero camino.
Esa noche, Vanessa decidió que no solo aprovecharía esta oportunidad para cambiar su vida, sino que también intentaría ayudar a Gabriel a encontrar algo de paz. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a intentarlo.
A la mañana siguiente, Vanessa se despertó con la luz del sol entrando por las cortinas de su ventana. Después de vestirse con ropa sencilla que encontró en el armario, bajó al comedor donde Gabriel la esperaba con una taza de café frente a él.
"Buenos días," dijo Vanessa con una sonrisa, tratando de animar el ambiente.
Gabriel levantó la vista, su expresión aún dura. "Buenos días. Siéntate, por favor."
Vanessa se sentó y tomó una taza de café que Thomas le sirvió amablemente. "Gracias," dijo ella, agradecida por el gesto.
"Hoy hablaremos sobre tus opciones," dijo Gabriel, yendo al grano. "Quiero que consideres lo que realmente quieres hacer con tu vida ahora que tienes la oportunidad."
Vanessa asintió, pensando en las posibilidades. "Siempre he querido estudiar y quizás abrir mi propio negocio algún día."
Gabriel la miró, evaluándola. "Eso suena ambicioso. Tendrás mi apoyo, pero tendrás que trabajar duro."
"Lo sé," respondió Vanessa con determinación. "Estoy lista para trabajar y demostrar que puedo hacerlo."
Gabriel asintió lentamente. "Bien. Empezaremos con los preparativos. Thomas te ayudará a orientarte en la ciudad y encontrar los recursos necesarios."
A medida que discutían los detalles, Vanessa notó un leve cambio en Gabriel. Aunque seguía siendo frío y distante, parecía dispuesto a ayudarla a alcanzar sus sueños. Quizás, pensó Vanessa, esta era una pequeña señal de que él también estaba buscando una forma de redimirse y encontrar algo de luz en su propia oscuridad.
Vanessa y Gabriel continuaron desayunando en silencio. Mientras observaba a Gabriel, Vanessa no pudo evitar notar su semblante. A pesar de su actitud fría y distante, era innegable que Gabriel era un hombre increíblemente apuesto. Su cabello rubio ligeramente ondulado y sus ojos azul claro que parecían mirar directamente a través de ella.
El rostro de Gabriel estaba marcado por una mandíbula fuerte y pómulos altos, dando una impresión de dureza y determinación. Aunque su expresión era a menudo severa, Vanessa pudo ver rastros de la belleza y el carisma que debieron haberlo caracterizado antes del accidente. Sin embargo, el tiempo y la amargura habían dejado su huella en él, reflejándose en las arrugas de preocupación que se formaban en su frente y en la sombra de tristeza que nublaba sus ojos.
Sus hombros anchos y su torso robusto insinuaban la fuerza física que una vez tuvo, antes de que el accidente lo condenara a una vida en silla de ruedas. Las manos de Gabriel, grandes y fuertes, descansaban sobre las ruedas de su silla, mostrándose siempre listas para moverse con la misma determinación con la que enfrentaba cada día.
Vanessa no pudo evitar sentir una mezcla de compasión y admiración por él. Había algo en su porte y en la forma en que se llevaba a sí mismo, a pesar de su situación, que la impresionaba profundamente.
"¿En qué piensas?" preguntó Gabriel de repente, rompiendo el silencio y sacándola de sus pensamientos.
Vanessa se sobresaltó ligeramente. "Nada en particular. Solo estaba pensando en lo diferente que es todo aquí."
Gabriel asintió, su mirada penetrante aún fija en ella. "Es un cambio grande, lo sé. Pero si realmente deseas cambiar tu vida, este es el lugar para empezar."
Vanessa sonrió, tratando de animar el ambiente. "Estoy lista para el desafío."
"Bien," dijo Gabriel con un leve tono de aprobación. "Empezaremos hoy. Thomas te llevará a recorrer la ciudad y te ayudará a encontrar los lugares que necesitarás para tus estudios y cualquier otra cosa que necesites."
Vanessa asintió, sintiéndose más confiada. "Gracias, Gabriel. De verdad."
Gabriel simplemente asintió y se volvió hacia Thomas, quien había estado esperando discretamente a un lado. "Thomas, asegúrate de que Vanessa tenga todo lo que necesita."
"Por supuesto, señor," respondió Thomas con una inclinación de cabeza.
Mientras Thomas y Vanessa se preparaban para salir, Gabriel los observaba desde la distancia. Había algo en Vanessa que le recordaba a la esperanza y a la posibilidad de un nuevo comienzo, algo que hacía mucho tiempo había dejado de creer.
Mientras salían de la mansión, Vanessa no pudo evitar mirar una vez más el gran retrato de Gabriel de pie, sintiendo un renovado deseo de conocer al hombre detrás de la dureza y la amargura. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a intentar comprender y, quizás, ayudar a Gabriel a encontrar un poco de paz.
Con el sol brillando sobre ellos y la promesa de un nuevo día por delante, Vanessa se adentró en las calles de Nueva York con determinación.
Después de desayunar, Vanessa y Thomas se dirigieron a la universidad para completar el proceso de inscripción. Vanessa estaba emocionada por esta nueva oportunidad, aunque también sentía una leve ansiedad por lo que le esperaba.
La universidad era imponente, con su arquitectura gótica y sus amplios jardines. Thomas la guió hasta la oficina de admisiones, donde Vanessa presentó sus documentos y completó su inscripción. Todo transcurrió sin problemas, y la amabilidad del personal le dio una sensación de bienvenida.
"Felicidades, señorita Vanessa," dijo Thomas con una sonrisa. "Ahora es oficialmente una estudiante universitaria. ¿Le gustaría regresar a la mansión o hay algo más que desee hacer?"
Vanessa pensó por un momento. "Creo que es suficiente por hoy, Thomas. Volvamos a la mansión."
Al llegar a la mansión, Vanessa se encontró con una sorpresa. Una mujer estaba esperándola en la entrada, con los brazos cruzados y una expresión de desaprobación en su rostro. Tenía un aire aristocrático, con un porte altivo y una elegancia innegable.
"Así que tú eres Vanessa," dijo la mujer, sus ojos recorriéndola de arriba abajo con una mirada crítica. "Soy Isabella, la hermana de Gabriel."
Vanessa sonrió cortésmente. "Un placer conocerla, Isabella."
Isabella levantó una ceja, claramente no impresionada. "Me han hablado de ti. Debo admitir que esperaba algo más... impresionante."
Antes de que Vanessa pudiera responder, se escuchó una voz desde el pasillo. "Isabella, ¿ya estás causando problemas?" Un hombre alto y delgado apareció, con una sonrisa irónica en su rostro. "Soy Julian, el hermano menor de Gabriel."
Vanessa extendió la mano para saludarlo. "Hola, Julian."
Julian estrechó su mano con una sonrisa burlona. "Así que eres la nueva protegida de Gabriel. Buena suerte con eso."
Isabella soltó una risa seca. "Sí, buena suerte. No sé qué vio Gabriel en ti, pero espero que no sea una pérdida de tiempo."
En ese momento, Gabriel apareció en su silla de ruedas, con una expresión seria. "Isabella, Julian, eso es suficiente."
Isabella frunció el ceño, pero no dijo nada más. Julian, por su parte, sonrió y se encogió de hombros. "Como digas, hermano."
Vanessa siguió a Gabriel hasta su estudio, donde cerró la puerta tras ellos. Justo cuando Vanessa se disponía a agradecerle por su apoyo, Gabriel giró su silla de ruedas hacia sus hermanos, quienes aún estaban en el pasillo.
"Isabella, Julian," comenzó Gabriel, su voz fría como el hielo, "si vinieron aquí buscando dinero, les sugiero que se larguen por donde vinieron. No tengo paciencia para sus juegos ni para sus desprecios hacia mis invitados."
Isabella se quedó sin palabras por un momento, claramente sorprendida por la dureza de Gabriel. Julian, por su parte, soltó una risa nerviosa, pero pronto se dio cuenta de que Gabriel no estaba bromeando.
"Gabriel, no era nuestra intención…" empezó a decir Isabella, pero Gabriel la interrumpió con un gesto de su mano.
"No me interesa escuchar sus excusas. He sido claro en mis expectativas. Vanessa es de mi incumbencia. Si no pueden respetar eso, no son bienvenidos en esta casa."
Julian intentó suavizar la situación con su habitual sonrisa irónica. "Vamos, hermano, no seas tan duro. Solo estábamos bromeando."
"Y yo no estoy bromeando," replicó Gabriel, su voz implacable. "Esta es mi casa y mis reglas. ¿Entendido?"
Isabella, visiblemente molesta, asintió con rigidez. "Sí, Gabriel. Entendido."
Julian levantó las manos en señal de rendición. "De acuerdo, de acuerdo. No queríamos causar problemas."
"Entonces no los causen," concluyó Gabriel con firmeza. "Ahora, si me disculpan, tengo asuntos más importantes que atender."
Isabella y Julian se retiraron, aunque Vanessa podía sentir la tensión en el aire. Cuando la puerta se cerró tras ellos, Gabriel se volvió hacia Vanessa.
"Lamento eso," dijo Gabriel, su tono algo más suave. "Mis hermanos pueden ser... complicados."
Vanessa asintió, agradecida por la intervención de Gabriel. "Está bien. Solo necesito tiempo para adaptarme."
Gabriel la miró con una intensidad que la hizo sentir comprendida. "Sé que no es fácil, pero estoy aquí para ayudarte. Si tienes algún problema, ven a mí."
Vanessa sonrió, sintiendo una nueva determinación. "Gracias, Gabriel. Aprecio tu apoyo."
Gabriel asintió, su expresión suavizándose por un breve momento antes de recuperar su habitual dureza. "Bien. Ahora, ¿hay algo más que necesites hoy?"
"Creo que por ahora no," respondió Vanessa. "Voy a organizar mis cosas y prepararme para el primer día de clases."
"Perfecto," dijo Gabriel. "Thomas estará disponible si necesitas algo. Y recuerda, esta es tu casa ahora. No dudes en hacerte sentir cómoda."
Vanessa salió del estudio de Gabriel con una sensación de alivio y determinación. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con el apoyo de Gabriel y su propia fuerza de voluntad, estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo.