Vanessa había pasado su primer día en la universidad sumida en una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. A su regreso a la mansión, sintió la necesidad de relajarse y despejar su mente. Recordó haber visto un piano en una sala de música mientras Thomas le daba un recorrido por la casa, y decidió dirigirse allí.
La sala de música era una habitación elegante con altos techos y grandes ventanales que dejaban entrar la luz del atardecer. El piano de cola, n***o y brillante, dominaba el centro de la habitación. Vanessa se acercó lentamente, sus dedos acariciando las teclas con reverencia antes de sentarse en el banco.
Comenzó a tocar una melodía suave y melancólica, dejando que sus dedos se deslizaran por las teclas con naturalidad. La música llenaba la sala, resonando en las paredes y creando una atmósfera de paz que contrastaba con la tensión de los días recientes.
Sin saberlo, Gabriel pasaba por el pasillo cercano en su silla de ruedas. Se detuvo al escuchar la música, su expresión endurecida por la sorpresa. Hacía mucho tiempo que no escuchaba el piano en esa casa; la música había sido algo que amaba antes del accidente, pero después de perder la movilidad en sus piernas, había dejado de tocar, y la sala de música se había convertido en un lugar olvidado.
Movido por una mezcla de curiosidad y algo que no quería admitir, Gabriel se acercó a la sala de música y se detuvo en la entrada. Observó en silencio cómo Vanessa, con los ojos cerrados y una expresión de profunda concentración, tocaba el piano con una habilidad que no había esperado.
Cuando la melodía llegó a su fin, Vanessa abrió los ojos y se sobresaltó al ver a Gabriel en la entrada. "Lo siento, no sabía que alguien más estaba aquí," dijo, levantándose rápidamente del banco.
Gabriel la miró con una mezcla de sorpresa y algo que podría haber sido admiración. "No sabía que tocabas el piano," dijo, su tono más suave de lo habitual.
Vanessa se encogió de hombros, un poco nerviosa. "Es algo que siempre me ha gustado. Me ayuda a relajarme."
Gabriel asintió lentamente, su mirada fija en el piano. "Hace mucho que no escucho música en esta casa."
"¿Tocas también?" preguntó Vanessa, tratando de romper el hielo.
Gabriel desvió la mirada, su expresión volviéndose amarga. "Solía hacerlo. Pero eso fue antes del accidente."
Vanessa sintió una punzada de tristeza por él. "La música puede ser una forma de sanar," dijo con suavidad. "Tal vez podrías intentarlo de nuevo."
Gabriel soltó una risa amarga. "Difícilmente. La música era una parte de mi vida que murió junto con mi capacidad de caminar."
Vanessa se acercó, su mirada firme. "La música no necesita piernas, Gabriel. Solo un corazón que sienta."
Gabriel la miró, sorprendido por la sinceridad de sus palabras. "Tienes mucha fe para alguien que apenas me conoce," dijo, su tono suavizado aunque aún incrédulo.
"Creo que todos merecemos una oportunidad para encontrar algo de paz," respondió Vanessa. "Incluso tú."
Gabriel no respondió de inmediato. En cambio, se quedó en silencio, observando el piano y pensando en lo que Vanessa había dicho. Después de un largo momento, asintió ligeramente. "Quizás tengas razón," dijo finalmente. "Tal vez algún día."
Vanessa sonrió, sintiendo que había logrado romper un poco del hielo que rodeaba el corazón de Gabriel. "Espero que lo intentes. La música siempre estará aquí para ti."
Gabriel asintió de nuevo, aunque su expresión permanecía seria. "Gracias, Vanessa. Por ahora, sigue tocando. Es agradable escuchar algo hermoso en esta casa de nuevo."
Vanessa regresó al piano, y mientras comenzaba a tocar otra melodía, sintió que, aunque fuera solo un pequeño paso, había comenzado a abrir una puerta hacia la redención para ambos.
Vanessa continuó tocando, el sonido del piano llenando la sala y extendiéndose por los pasillos de la mansión. Gabriel permaneció en la entrada, observando en silencio. A medida que la música fluía, Vanessa se sumergió en la melodía, permitiendo que sus emociones se expresaran a través de cada nota.
Después de un tiempo, Gabriel se acercó un poco más, deteniéndose junto al piano. Sus ojos seguían los movimientos de las manos de Vanessa, recordando los días en que él mismo había tocado con la misma pasión. Era como si cada nota despertara en él un viejo recuerdo, un destello de la persona que solía ser antes del accidente.
"¿Qué pieza es esta?" preguntó Gabriel finalmente, su voz rompiendo el hechizo de la música.
"Es una composición propia," respondió Vanessa, sin dejar de tocar. "La escribí en un momento difícil de mi vida. La música siempre ha sido mi refugio."
Gabriel asintió, pensativo. "Es hermosa. Tiene... alma."
Vanessa sonrió, complacida por el cumplido. "Gracias. La música tiene una forma de expresar lo que las palabras no pueden."
Un silencio cómodo se estableció entre ellos mientras Vanessa seguía tocando. Finalmente, después de un tiempo, Vanessa terminó la pieza y dejó que el último acorde se desvaneciera en el aire.
"Gracias por escuchar," dijo Vanessa, levantando la mirada hacia Gabriel.
Gabriel asintió. "Gracias por tocar. Ha pasado mucho tiempo desde que algo me ha conmovido de esta manera."
Vanessa se levantó del banco del piano y se acercó a Gabriel, mirándolo con una mezcla de compasión y determinación. "Gabriel, la música aún puede ser parte de tu vida. No dejes que el accidente te robe eso también."
Gabriel desvió la mirada, luchando con sus propios sentimientos. "Es difícil," admitió. "A veces siento que he perdido tanto que no hay forma de recuperarlo."
Vanessa puso una mano suavemente sobre su hombro. "No todo está perdido. A veces, las cosas más bellas nacen de los momentos más oscuros."
Gabriel la miró, y por un momento, sus ojos reflejaron una vulnerabilidad que rara vez mostraba. "Tal vez tengas razón," dijo suavemente. "Tal vez aún hay esperanza."
Antes de que pudieran continuar, se escuchó un golpe en la puerta de la sala de música. Thomas asomó la cabeza con una expresión de disculpa. "Señor Gabriel, hay algo que necesita su atención en el despacho."
Gabriel suspiró, volviendo a su habitual dureza. "Estoy ocupado, Thomas. ¿Puede esperar?"
"Es urgente, señor," insistió Thomas.
Gabriel asintió, girando su silla hacia la puerta. "Estaré allí en un momento."
Thomas se retiró, dejando a Gabriel y Vanessa solos de nuevo. "Deberías seguir tocando," dijo Gabriel antes de salir. "La casa necesita más música."
Vanessa asintió, sintiéndose más determinada que nunca a ayudar a Gabriel a encontrar un poco de luz en su oscuridad. "Lo haré."
Gabriel se fue, y Vanessa regresó al piano, comenzando una nueva melodía. Mientras tocaba, pensó en las palabras de Gabriel y en la lucha que enfrentaba cada día. Sabía que su camino no sería fácil, pero estaba decidida a hacer todo lo posible por ayudarlo a redescubrir la belleza y la esperanza que aún quedaban en su vida.
La música continuó llenando la mansión, y con cada nota, Vanessa sentía que, poco a poco, estaba ayudando a sanar las heridas profundas de Gabriel, y quizás, también las suyas propias.
Gabriel se dirigió al despacho con una expresión de irritación creciente. Cada golpe de las ruedas de su silla de ruedas sobre el suelo resonaba con la misma intensidad que su frustración interna. Cuando llegó al despacho, encontró a Thomas esperándolo junto a un hombre de aspecto severo y traje oscuro.
"¿Qué es tan urgente que no podía esperar?" gruñó Gabriel, dirigiendo su mirada fulminante a Thomas.
"Señor Gabriel, este es el abogado de la familia, el señor Wilson," explicó Thomas, manteniendo su compostura.
El abogado, sin inmutarse por el tono de Gabriel, asintió cortésmente. "Señor Gabriel, lamento la interrupción, pero hay asuntos legales urgentes que necesitan su atención inmediata."
Gabriel soltó un suspiro exasperado. "Bien, hablemos entonces."
Mientras el abogado comenzaba a explicar los detalles del asunto legal, Vanessa seguía tocando el piano en la sala de música, ajena a la creciente tensión en el despacho. La música, sin embargo, no lograba calmar la tempestad dentro de Gabriel. Después de varios minutos de discusión, Gabriel finalmente perdió la paciencia.
"¡Basta!" exclamó, golpeando la mesa con el puño. "Estoy harto de estos problemas legales. ¿No puedes manejarlo tú, Wilson? ¿Para qué te pago, si no puedes resolver algo tan simple sin molestarme constantemente?"
El abogado se mantuvo impasible. "Entiendo su frustración, señor, pero hay decisiones que solo usted puede tomar. Si quiere que esto se resuelva correctamente, necesito su firma y su autorización."
Gabriel cerró los ojos, intentando controlar su ira. "Muy bien. Dame los documentos," dijo finalmente, con voz tensa.
Mientras firmaba los papeles, su mente volvía a la música que había escuchado antes. Pensó en Vanessa y en cómo, por un breve momento, había sentido algo más que amargura. Pero ese pensamiento solo incrementaba su irritación. No quería sentir esperanza; no quería permitirse soñar con algo mejor solo para enfrentarse a la realidad de su situación una vez más.
Una vez que los papeles estuvieron firmados, el abogado se retiró, dejando a Gabriel con Thomas. "¿Hay algo más?" preguntó Gabriel, su tono aún cortante.
"No, señor," respondió Thomas. "Eso era todo."
"Bien. Puedes retirarte," dijo Gabriel, moviendo su silla hacia la ventana y mirando hacia afuera con una expresión sombría.
Thomas se retiró en silencio, dejando a Gabriel solo con sus pensamientos. Después de un rato, la música de Vanessa comenzó a filtrarse nuevamente en el despacho, y Gabriel se encontró escuchando de nuevo, a pesar de sí mismo. La melodía era suave y triste, reflejando una profundidad de emoción que resonaba con algo dentro de él.
Finalmente, incapaz de soportar más la lucha interna, Gabriel giró su silla y se dirigió de nuevo a la sala de música. Cuando entró, Vanessa lo miró sorprendida, deteniéndose en seco.
"¿Todo está bien?" preguntó ella, notando la tensión en su rostro.
"No," respondió Gabriel bruscamente. "Nada está bien. Pero eso no es tu culpa."
Vanessa frunció el ceño, dejando sus manos descansar en su regazo. "¿Puedo ayudar en algo?"
Gabriel soltó una risa amarga. "No. Nadie puede. Pero sigue tocando. Al menos eso ayuda a calmar mi mente."
Vanessa asintió, comprendiendo que Gabriel estaba librando una batalla interna mucho más grande de lo que dejaba ver. Comenzó a tocar otra vez, eligiendo una melodía que esperaba pudiera ofrecer algo de consuelo.
Mientras la música llenaba la sala, Gabriel cerró los ojos y se dejó llevar por las notas. Sabía que aún tenía un largo camino por delante, pero en ese momento, la música de Vanessa era lo único que lo mantenía aferrado a un vestigio de paz en medio de su tormenta personal.