Capitulum 1 El comienzo.

1960 Words
Dentro del bosque ajeno a cualquier ruido urbano, temblaba un niño detrás de un arbusto lo suficientemente grande como para esconderlo de cualquier depredador, su pulso estaba acelerado, pero no era debido a los kilómetros corridos a gran velocidad, había quebrado unas cuantas ramas y matado cientos de mosquitos que chocaron contra él, sin embargo, el esfuerzo había sido nulo, su agitación se debía a el terror que tenía por su padre, quien lo estaba buscando para enseñarle a ser un hombre fuerte, aguerrido y valiente ante la guerra que estaban viviendo. Silver Vlad Alucard, ese era el nombre del vampiro más poderoso y temible que hubiera pisado la tierra, aquel hombre cruel, frio y despiadado era el progenitor del pequeño vampiro que temblaba de pavor en este momento entre las ramas. —¡Aleister! —Aquel sujeto impartía miedo, angustia y pánico incluso en su hijo —. Si no sales ahora mismo, será peor cuando te encuentre —amenazo. El pequeño vampiro se hizo bolita, temiendo ser encontrado, sabia claramente lo que pasaría si eso sucedía, su padre lo torturaría y él no podría hacer nada para detenerlo, era inútil pelear contra una bestia, la cual no solo le doblaba el tamaño sino le llevaba miles de años de ventaja. —Silver —llamo una dulce voz —. Podrías dejar descansar a Aleister solo por hoy, ha tenido suficiente durante toda la semana. Mañana te vas nuevamente, sería demasiado pedir que… —Silencio mujer, ese niño no me respeta, sigue siendo débil porque lo consientes demasiado. Yo a su edad ya había… —Sí, sí, ya sé, derrotado a tu padre, vencido a tus hermanos mayores y atemorizado a el pueblo de los lobos, pero Aleister no es igual a ti, él es pequeño y… —Excusas, pronto nacerá Draven y él tiene que ser capaz de proteger no solo a su madre, sino a su hermano menor y sigue siendo patético. Tan patético que ni siquiera sabe esconderse bien. Silver encontró al pequeño niño escondido en el arbusto, lo levanto y golpeo para que reaccionara y saliera de aquel estado de shock, Aleister se levantó rápidamente he intento escapar nuevamente, pero no pudo, su padre lo detuvo y rompió nuevamente sus costillas dejándolo inmóvil, quebrantado su deseo de huir, esta vez no lloro; comenzaba acostumbrarse al dolor y al sonido de sus huesos rotos. —¡Es suficiente! —ordeno Elizabeth, la madre de Aleister —. Es hora de comer —dictamino. Silver la miro, sonrió con malicia y camino de regreso a casa sin importarle el estado de su hijo. Elizabeth corrió hacia él y con dolor en su mirado tuvo nuevamente que poner los huesos del chico en su lugar robándole gritos desgarradores de dolor, posteriormente lo cargo y llevo hasta su pequeño hogar, lo dejo recostado en su cama, el pobre vampiro tenia temperatura y temblaba, siempre que su padre volvía a casa Aleister caía enfermo al borde de la muerte, debido a las palizas; y, como era costumbre Elizabeth no pudo atenderlo como se debía, pues tenía que darle de comer a su marido. El señor Alucard venia de una generación de poderosos vampiros y su sangre era prácticamente de la nobleza pues ellos eran los primeros chupasangres creados por Samael, el creador de los sobrenaturales. Alucard junto con sus hermanos y padre luchaban por sobrevivir y poder vivir en paz como al principio de la creación antes de que los mundanos decidieran declarar la guerra a todo tipo de creatura que no carecía de dones divinos. Durante la guerra conoció a Elizabeth, la hija del mejor amigo de su padre con la cual decidió unirse en matrimonio y tener familia, su primogénito, Aleister Vlad Alucard no tuvo el privilegio de disfrutar una infancia feliz, al contrario, lo primero que conoció fue una cueva oscura y fría la cual era iluminada y calentada por una tenue llama que su madre utilizaba para calentar o cocinar su comida. El día termino, Elizabeth se quedó cuidando del estado de su hijo hasta el amanecer cuando su marido por fin se fue a seguir liderando la guerra que estaban viviendo todos los sobrenaturales contra los ordinarios, fue entonces hasta que ella pudo dejar a Aleister en la cama sin miedo y cocinar un poco de sopa para el pequeño. Aleister despertó debido al olor de la comida recién hecha, se levantó un tanto asustado, pero recordó que su padre ya debía haber partido nuevamente a la guerra, miro a su madre quien movía el estofado sin ánimos. —¿Por qué papá no me quiere? —preguntó repentinamente llamando la atención de su madre. Elizabeth cambio su gesto triste por uno alegre y amable. —Claro que te quiere amor, es solo que lo demuestra de una extraña manera —contesto Elizabeth intentando ser convincente —. Él no quiere que te pase nada y tiene tanto miedo por ti que prefiere ser él, el que te lastime, a que otra persona lo haga y no sepas defenderte. —A veces ya ni ella misma creía eso. —Sé que la vida allá afuera no es fácil, pero ¿realmente es tan mala? —pregunto curioso mientras se sentaba a la mesa para comer el plato de sopa caliente que su madre le había servido. —Allá afuera hay mucha gente mala —continuo Elizabeth tomando asiento en la mesa junto a su hijo, tomo su mano con afecto mientras lo miraba —, la cual quiere hacerte daño a ti, a mí y a papá. Por lo tanto, papá solo quiere que seas fuerte para poder combatir esa maldad. —Aleister la miro poco convencido; Elizabeth se levantó de la mesa con gesto despistado y se dirigió a la sopa en el fuego con la excusa de seguir moviéndola o se quemaría; no quería enfrentar la realidad de la vida que le había dado a su hijo. Aleister dirigió su mirada a la ventana, aquel panorama le hacía saber que ya no estaba por lo menos dentro de la cueva, atrapado en la oscuridad, había vivido casi cien años allí y pensó que se volvería loco. Sin embargo, ahora no sabía que era peor, si su vida llena de oscuridad o su nueva vida llena de luz, pero con un miedo latente ante la llegada de su padre. —¿Crees que algún día pueda ser igual o más fuerte que él? —Elizabeth volteo y lo miro sorprendida sin saber que decirle exactamente, su marido era un bárbaro y no podía imaginar a su inocente, comprensivo y sensible niño siendo como su padre. Se acercó a él, se agacho en cuclillas y lo miro directamente a esos hermosos ojos azules. —Por supuesto que si mi amor, nunca dejes que ni él, ni nadie te diga lo contrario, es más, estoy segura que tu serás mucho mejor que él, sin duda alguna un mejor hombre, un mejor padre y un mejor ser. —¿En serio? —pregunto con una enorme sonrisa —. Gracias mamá. —Abrazo espontáneamente a su madre, que más que eso era su única amiga, su compañera de encierro, pero pronto tendría a otra persona acompañándolo y haciendo que su aislamiento fuera menos tortuoso. —Algún día así será… Te lo prometo —La voz de Elizabeth se quebró ligeramente pues no sabía si aquello podría ser posible. Mordió su labio para no llorar ante la pregunta ¿acoso un monstro podía criar a un ser inocente sin corromperlo? —¿Me cuentas un cuento? —pregunto Aleister con una sonrisa tierna en su rostro —. Puede ser otra vez el cuento de los creadores del universo. Quiero saber más acerca de Adonaí, Samara y Samael —Elizabeth asintió, se sentó en la mesa, acercó a su hijo abrazándolo y acurrucándolo entre sus brazos, para comenzar la historia —Había una vez tres hermanos, los cuales son los creadores de las maravillas y la vida de este universo, este planeta es regido por los tres, pero cada uno participo y dio su grano de arena para formar lo que hoy conocemos como la vida en la tierra. Samara creo la naturaleza, las plantas, los animales, dio vida a cada uno de los seres que en ocasiones menospreciamos, pero son asombrosos y gracias a ellos vivimos y subsistimos vampiros y lobos. Samael, su hermano mayor, nos dio vida a cada uno de nosotros, el creo a los vampiros, fuertes, rápidos y temerarios. También creo a los hombres lobo quienes tienen la facultad de ser parte de la naturaleza y no salirse de la cadena alimenticia que creo Samara, igual dio vida a cada una de las diferentes siete especies de demonios que habitan diferentes partes de la tierra, porque debido a la guerra están escondidos para no llegar a su extinción. Por ultimo esta Adonaí, el hermano mayor de Samara y Samael, él creo a los humanos, cazadores, ángeles y al ser sombra. Los primeros seres creados y los primeros en pisar la tierra, antes que cualquier r**a, fueron los ordinarios. Ellos eran los dueños del mundo, antes de la llegada de otras creaturas, todo esto gracias a su poderosa mente sin límites la cual tenía la capacidad de crear, inventar, construir, un sin fin de cosas inimaginables, transformando todo lo que estaba a su paso en algo grandioso y único, facilitando la vida diaria. No obstante, como sabes, las primeras creaturas de cada r**a son las que poseen mayores dotes y habilidades, su sangre es pura a diferencia de los demás de su misma r**a que vinieron después, esto desencadeno la envidia. La humanidad dejo de convivir pacíficamente entre ellos, ya no querían cooperar unos con otros, la avaricia de poseer cosas que no les pertenecían se apodero de ellos y comenzó la guerra, llevando caos, destrucción y muerte. Entonces, Samael decidió darnos vida y traernos a la tierra para mostrar nuestras virtudes, fortalezas, disciplina y buenos sentimientos a diferencia de los mundanos, pensando que quizá podíamos dar ejemplo a los ordinarios y la paz a la tierra volvería, pero se equivocó. La vida en la tierra comenzó a ser complicada. Porque los ordinarios en lugar de cambiar y dejar su envidia y avaricia atrás decidieron unirse solo para terminar con las razas que creían una amenaza para su dominio. Los mundanos, ángeles y cazadores declararon la guerra a los vampiros, lobos y demonios; al principio nosotros íbamos ganando, pero la llegada de los ángeles nos tomó por sorpresa y las armas creadas por los ordinarios también, sin darnos cuenta los demonios se redujeron a un pequeño grupo que le esperaba la extensión si continuaban en la guerra, entonces decidieron esconderse sin dejar rastro para salvaguardar su especie. Esa es la razón por la que tu abuelo y padre pelean hasta el día de hoy para proteger nuestro linaje, sin embargo, me temo que tarde que temprano toda la vida en la tierra llegara a su fin, si esto no termina. Elizabeth observo como Aleister había caído profundamente dormido, no lo culpaba, había tenido una semana muy dura, Silver lo había torturado día y noche y el pobrecillo no había podido dormir nada. La vampira lloro en silencio, odiaba a los ordinarios, ángeles y cazadores, los culpaba por haber convertido a su marido en un sanguinario y, su hijo sufría las consecuencias. Rogaba porque un día se terminará este suplicio, rogaba porque un día Aleister pudiera salir de aquel encierro en donde los dos habían sido confinados, añoraba un día en el cual él corriera libremente sin miedo, conociera gente e hiciera amigos, pero sobre todo deseaba con todas sus fuerzas que su hijo fuera feliz.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD