Esa misma noche, del otro lado de la isla, en casa de Andreu Andrés, Mariu al ser dejada en casa de su padre, al ver pasar las horas y no obtener detalles de la ubicación de Karl, se siente desesperar. Por lo visto de nada sirvió haber orquestado toda esa tramoya del secuestro para llamar su atención. Por lo visto, no hay nada que haga que ese hombre sienta el más mínimo afecto por ella. Confirma una vez más que de nada le han servido tantos años de matrimonio, tantos años de convivir bajo el mismo techo. No ha logrado que ni por error se detenga a mirarla como lo ha descubierto observando a cualquier mujer de cuerpo perfectamente definido en los eventos donde han tenido que coincidir.
Para Mariu es una situación dolorosa. Sin buscarlo se enamoró de Karl, pese a sus constantes desplantes.
