Con los pactos de paz firmemente establecidos, Fuego de Luna y su manada dirigieron toda su energía a la reconstrucción de su hogar. Las cicatrices de la batalla eran un recordatorio silencioso de los desafíos que habían enfrentado, pero también un impulso para restaurar el bosque. Era más que una tarea; era una misión que significaba no solo reparar lo roto, sino fortalecerlo para las generaciones futuras. Luna de Plata, con su liderazgo inquebrantable, encabezaba los esfuerzos de restauración. Día tras día, se la veía trabajando codo a codo con su manada. "Cada piedra que colocamos, cada árbol que plantamos, es un paso hacia un futuro mejor," decía con firmeza, infundiendo energía en los corazones de los demás. Su convicción se extendía como una ola de esperanza entre las criaturas del

