A medida que ascendían arduamente, el aire comenzó a cambiar drásticamente. Los ecos, que le daban nombre a la montaña, no eran solo de sonido; eran ecos de pensamientos profundos, de recuerdos dolorosos, de miedos más recónditos. Voces susurrantes comenzaron a colarse insidiosamente en la mente de los lobos, susurrando dudas y amplificando inseguridades persistentes. Aurora, con su sensibilidad agudizada por la conexión con la Aurora Boreal, fue la primera en sentirlo con más fuerza interior. Sus ojos se abrieron de par en par, y su cuerpo se estremeció visiblemente por el impacto. "¡Están aquí! ¡Los ecos de todos!", siseó alarmada. "Puedo oír susurros, como si el viento hablara de todas las dudas que hemos tenido. Es... es absolutamente aterrador." Unas sombras comenzaron a aparecer e

