El sol de la mañana se abría paso entre las copas de los árboles, pero para la Manada del Sol Radiante, la luz apenas disipaba la puta sombra que la visión de Aurora había proyectado. El hedor a putrefacción aún se aferraba al aire, un recordatorio nauseabundo de la criatura que acechaba en las profundidades del bosque. La patrulla regresó exhausta, con los nervios a flor de piel. Rayo de Sol escuchó el relato de Aurora con una seriedad pétrea. Llama del Ocaso, Viento Veloz y Garras Rojas respaldaron cada palabra, sus rostros reflejando la misma inquietud. El viejo Cicatriz, presente en la asamblea improvisada, gruñía intermitentemente, su ojo tuerto brillando con un presentimiento sombrío. "Una criatura que no es lobo, ni oso, ni nada conocido", repitió Rayo de Sol, la voz baja y grave.

