Enseñó a los lobos a no cazar más de lo necesario, a respetar los ciclos de la naturaleza. Instruyó a los zorros en la identificación de plantas medicinales, a los osos en la importancia de la hibernación para el equilibrio del bosque, y a los ciervos en cómo sus propios movimientos ayudaban a dispersar semillas y fertilizar la tierra.
Era una educación holística, una puta lección de ecología y convivencia.
Corazón de Roble, a pesar de su edad, se había convertido en el guardián de las leyendas. Compartía las historias de los ancestros, de las batallas pasadas y de los lobos que habían sacrificado todo por el bosque. Su memoria era un tesoro, y sus relatos inspiraban a las nuevas generaciones.
"El honor no está en la sangre derramada, jóvenes," contaba Corazón de Roble a los cachorros,
