Tristán —Una más —exige Achilles, mi entrenador, observándome como halcón. Le pago mucho dinero para que me ponga a prueba, y lo hace, muchas veces después de horas en su gimnasio—. Tres, dos, dale con todo, Campbell, uno. Relájate. Suelto un suspiro y dejo caer la mancuerna al suelo. Achilles observa con sus pantalones de camuflaje y camiseta blanca sin mangas, sus brazos cruzados sobre su amplio pecho. —Tienes algo de furia esta noche, Campbell. —Agresión acumulada —digo, secándome la cara con una toalla—. Mejor dejarla aquí que en un m*****o de los medios. Los malditos me siguieron toda la tarde. Hobbs los tiene a todos convencidos de que soy un gánster o algo por el estilo, y es casi imposible trabajar de verdad. —¿Entonces, no eres un gánster? —bromea Achilles. Lo miro con furia

