Tristán
La casa está a oscuras, solo la luz sobre la estufa está encendida. Me siento en la mesa de la cocina y doy otro trago de bourbon.
La habitación está llena de muebles caros, desde un horno doble hasta un refrigerador estilo restaurante. La mesa en la que estoy sentado fue hecha a mano, al igual que los taburetes que bordean la barra de granito. Es una habitación cálida, la que todos llaman el corazón del hogar. Sin duda, la habitación más cara de esta casa. Sin embargo, cuando pienso en estar sentado aquí o en la pequeña mesa destartalada de Amaia, no hay duda de dónde preferiría estar.
Y no es aquí, maldita sea.
Mi cuerpo duele. Mis hombros están rígidos, mi cabeza se siente como si hubiera peleado unas rondas con mi entrenador. Mi garganta está áspera de tanto gritar hoy, mi
