Thamara se recargó en peso al respaldo del sofá en que había estado mientras alimentaba a Renata y desde donde escuchaba todo lo que ese hombre decía, pensando en que definitivamente el mundo era un pañuelo.
Es decir, ¿qué probabilidades había de que la persona que salvó la vida de ese hombre, que le salvó la vida a ella, fuera precisamente su madre? Sonaba a trama de novela.
—¿Crees que pueda ver a mi papá pronto? —preguntó Thamara.
Ella creía que necesitaba escuchar también la parte de la historia que podía contar su padre. Pues, aunque Bastián conoció bien a su madre, jamás supo quién era el padre de la chica, tampoco supo a donde la había enviado el señor Donato luego de nacer.
—Intenta por teléfono —sugirió Bastián—, si te da el sí, no tengo problemas con que vayas. No eres mi p
