—Vaya que eres ocupada —renegó Thamara, viendo, al fin, luego de tres semanas, a Sandra llegando hasta ella—. Si no ibas a venir, no debiste prometer que lo harías. —¿Por qué estás enojada? —preguntó Sandra, que desconcertada estaba por montón de cosas. Para empezar, la enfermera no entendía que Thamara estuviera en la cocina preparando su comida, sobre todo cuando ese lugar estaba repleto de sirvientes que deberían estarla tratando como a una reina. Además, el tono rezongón con que la chica le saludó le dio mala espina. —¿Cómo no quieres que esté enojada? —preguntó la morena, furiosa—. Tú me aseguraste que me quedaba en mejores manos que las tuyas, luego solo desapareciste dejándome en medio de toda esta mierda. La ojiazul terminó aventando al lavabo esa pala de madera con que ha

