Los siguientes días a la aparición de esa mujer rubia de ojos verdes fueron una tortura. La supuesta Alana continuó armando alborotos frente a la casa de Thamara y Bastián, cuyos nervios habían recibido tantos daños que ambos parecían estar a punto de volverse locos. Bastián había vuelto completamente exacerbado de la exhumación del féretro donde había dejado el cuerpo de una mujer que amó profundamente, y de uno de sus hijos, pues había encontrado la caja vacía. En esa caja no estaba el cuerpo de su mujer, y tampoco había rastros de ese bebé que nunca había cargado en sus brazos porque no se atrevió a tocarlo cuando lo conoció sin vida. Había estado tan dolido en aquel entonces, que el hombre se limitó a cargar a su mujer; y a ese pequeñito no lo había tocado, pues no había sabido

