—¿Cómo está? —preguntó Bastián, que veía a Sandra entrar a la habitación sola. —Está enojada —respondió la amiga de ese hombre que seguía arrullando a los niños, a pesar de que ambos ya se encontraban dormidos—. Pero no es contigo, así que supongo que me puedo retirar por hoy confiando en que mañana que venga ambos seguirán vivos. —Ay, sí, como si esa niña llorona pudiera hacerme algo —soltó casi burlón el hombre de cabello tan oscuro como sus ojos, provocando en su amiga una de esas sonrisas que él odiaba más que a nada en la vida, pues parecía que se estaba burlando de él. » ¿Qué? —preguntó Bastián, entre intrigado y molesto. —Yo solo digo que a veces, muchas veces, las cosas no son lo que parecen —soltó la enfermera alzando los hombros—, creo que te llevarás una muy grata sorpre

