Capítulo 3. Alex Karev

1061 Words
—¿Cómo te fue con el adonis de anoche? — Oh vamos, no lo menciones, acaso ¿Sabes quién es? — negué con mi cabeza, sintiendo como el color inundaba mis mejillas — No me acuerdo de nada, lo último que recuerdo es aceptar tu invitación a beber— eso no era cierto, pero no estaba preparada para admitir los fragmentos que recordaba. La respuesta tardo unos segundos en llegar en medio de carcajadas. — Bueno, ¿Qué esperabas? Hiciste body shots como si se tratara de agua lo que tomaras— hubo algunos murmullos más detrás de la línea, seguro aún estaba con la demás — Las chicas dicen que lo comparabas mucho con este personaje de Grey´s anatomy… Alex Karev—¿Karev? ¿Acaso que me fume anoche? No entendía a que se debía esa referencia, ¿Se parecía a él? Pase mi mano sobre mi cabeza tratando de despejarme, pero era inútil necesitaría tiempo para juntar todos los pedazos. El elevador se detiene con fuerza avisándome que ya habíamos llegado a nuestro destino. Los hombres se bajaron primero dejándome ahí, respire profundo antes de salir, necesitaba ánimo para superar las miradas que seguramente me darían por tener un vestido de coctel a esta hora. No estaba segura de la hora, pero por la forma en que los rayos del sol iluminaban el lugar serian pasadas las nueve de la mañana. El lugar no parecía estar lleno de personas, podía ver unas cuantas personas más allá del personal, aun así, me sentía bastante avergonzada. — No tengo idea de que hablas… ¿Sabes en que hotel me quede anoche? — le comenté sintiendo que mi cabeza iba a explotar, camine con mis tacones en la mano hasta llegar a la puerta, no creía que aun a mis 24 años el alcohol me cayera tan mal. En la puerta había una fila de taxis esperando. — No recuerdo el nombre, pero me enviaste la dirección por w******p cuando hablamos anoche, te la reenviare— eso me alivio, me subí al primero que vi, tenía un olor a colonia de hombre que me revolvió el estómago por lo que baje la ventana para evitar que las náuseas regresaran. — Gracias, revisare nuestro chat- solté un suspiro cansado, apunto de desbloquear la pantalla cuando sus palabras me detuvieron. — Recuerda que… ¿Cómo era? Ayer dijiste que te recordara que debías ir a visitar a tu abuela— —¿Abuela? - mis ojos se abrieron hasta sus límites, llevaba un par de años sin poder verla. — Si, ayer te llamo en medio del club por tu entrevista y le dijiste que la extrañabas e irías a verla hoy— pase saliva — dijiste algo sobre ir a ver como estaba la empresa- ¡Demonios! Tendría que revisar mi historial de llamadas, quien sabe a que más me había comprometido ebria. —¡Rayos ¡¿Sabes a que horas quede de ir? — no alcance a oír su respuesta. —¿A dónde señorita? — me interrogo algo impaciente el conductor. Aun no terminaba de procesar lo de mi abuela, pero necesitaba ir activando mi cabeza. — Ya un momento— le respondí al conductor. Desbloqueé mi celular, fijé mi atención en el chat de Zoé, le di la dirección al hombre estábamos relativamente cerca a unos 30 minutos según el tráfico. —¿Joe? Joe ¿Estás ahí? — la voz al teléfono me llamo la atención — Si, si lo siento, estaba dando la dirección al conductor, ¿Qué dijiste antes? No pude escucharte. — Dijiste que irías cerca de las diez, pero amiga…— mire mi celular faltaba cerca de una hora, si llegaba al hotel y me cambiaba podría llegar. — Gracias, por recordármelo, sabes cómo es esto. — Si, lo sé, todos peleándose por los millones, ni lo menciones, Papá creé que solo eso queremos sus hijos, pero conoces a los banqueros todo lo que ven son ceros y comas— eso me hizo reír, cuánta razón tenía. Cuando mi abuela fundo la empresa nadie tuvo fe en ella, pero logro sacar adelante el negocio de “Galletas Wilson” con la receta que creamos juntas y consiguió hacerlo una trasnacional, ahora todos se acercan a ella por interés, excepto mi padre. —¿Podemos hablar más tarde? Tengo que prepararme para ir y aún estoy medio borracha— no me perdí la mirada que me lanzo el conductor por el retrovisor, seguro me veía como una scort con mi vestido de coctel y mis zapatos en casi olvidados en el asiento. Levante mis cejas y chasquee mis dedos para que la vista no se le perdiera del camino, porque la respuesta no estaba entre mis piernas. Avergonzado volvió su vista adelante. Mi amiga profirió una respuesta y colgó. Cerré mis ojos hasta llegar al hotel. Una vez en mi habitación lance los zapatos al suelo, tome la maleta que estaba acomodada en mi cama buscando que ponerme, solo tenia algo formal y era el traje que había usado ayer en la entrevista, no usaría eso. No quería que me viera así tan formal y fría. Tenia los mejores recuerdos de mi infancia al lado de mi abuela. Me decidí por un pantalón n***o de tela bota campana y una básica blanca, lo complementaria con accesorios un buen collar para atraer la atención a mi cuello y unos tacones. En la moda, menos suele ser más, al menos eso dice mi madre. Mi abuela no era una persona exigente, en mis recuerdos es todo lo contrario, es muy humilde, pero ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos, me preguntaba qué pensaría ahora al verme graduada de abogada. Un mensaje hizo vibrar mi celular, atrayendo mi atención. Número desconocido Me aventure a leer que decía, mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. ¿Podría ser él? ¿Le di mi número? Con lo loca que era seguramente sí. «Gracias por lo de anoche, habría llamado un taxi para ti, pero saliste a hurtadillas…cuando quieras repetirlo, puedes escribirme Jo» No mames. Las palabras se borraron de mi mente, me quede como tonta sosteniendo el celular. ¿Qué debía hacer ahora? Aun pensaba en que debía tomarme la pastilla del día después. Como si presintiera mis dudas. El celular comenzó a sonar.
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