Había sido el sueño de toda la vida de Jessica tener su propio restaurante y ser la chef principal. Había estado ahorrando para ello, pero cada vez que conseguía una buena cantidad, su tía aparecía de la nada para llevarse todo su dinero. No podía creer lo que oía. —No tengo ese tipo de dinero—, dijo Jessica. Apenas había terminado de pagar su préstamo estudiantil y apenas habían pasado dos meses desde que su tía había venido a pedirle dinero. Era tan pobre como cualquiera podría ser. El dinero que le quedaba de sobra era lo que usó para comprarse un vestido y flores para la boda. —¿Por qué creerías que yo sugeriría un restaurante y te haría pagar el costo?— preguntó Xavier, desconcertado. —¿Espera, estás diciendo que pagarás todo el costo?— preguntó Jessica, también sorprendida. —Sí

