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1191 Words

De niña, cuando veíamos las pocas películas viejas que dejaban mirar a través de una pequeña puerta sin entrar por completo a la sala de descanso de el orfanato, recuerdo que pasaban películas del desierto y podía ver a los árabes viajar contra grandes cambios de clima sobre los lomos de sus camellos. Esa mujer, Madira, había hecho que llegáramos a un lugar a salvo sin siquiera saber cómo, ni nada, empeñando sus aretes de oro puro para tener algo de dinero y pedir un teléfono celular al sujeto para marcar algo con brusquedad, podía hacerse la ruda pero era imposible disimular el temblor en sus manos. En menos de media hora habían ido por nosotros, y Madira me miró dándose cuenta de que quedé rezagada a sus espaldas. -¿Por qué no caminas?- me preguntó abriendo la puerta trasera de la cami

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