-KIRAL- Terminaba de dar mis despedidas a mi padre, respiraba de forma pesada con mal humor y un latente dolor de cabeza que pedía a gritos algo de alcohol para calmar mis angustias. Nunca pensé que mi padre moriría de esa forma, ni siquiera cuando la ley de la vida indica que lo tendría que despedir en algún momento. Le insistí que no viajara, que volviera a casa antes de avivar el avispero, pero no, el hombre era testarudo y terco y escogió por su cuenta. Labró su propio destino y no podía reprochar, eso no evitaba que le extrañaría y que mi corazón de hijo doliera por extrañarlo. Pensaba en ir a un bar y despejar un poco la cabeza con algunas mujeres cuando entré a la gran casa y sentí algo distinto en el ambiente. Había mucha seguridad. El instinto me tentó. -¿Llegó Madira?- preg

