Ninguno de los dos comprendía bien lo que hacían, pero allá, alejados de todo y todos los que podían juzgarlos, se sentían libres. Los empleados que frecuentaban sabían que debían ver y callar. Canadá les brindaba la discreción que necesitaban para entregarse a su placer. Cada día que transcurría lo hacían con más soltura. El ansia no se iba y nunca era suficiente. Maximiliano amaba a Antonella, pero con ella nunca sintió esa necesidad de poseerla como con Marcela. Tenía claro que con su jefa no iba a formalizar ninguna relación y eso le daba tranquilidad y confianza para poder jugar al seductor. Solo se encontraba disfrutando la oportunidad, aunque eso arrastrara una traición que por el momento no lastimaba a nadie. Cuando su novia lo llamaba él le respondía amoroso, juraba quererla y ex

